Es difícil recordar alguna pieza periodístca memorable en el cubrimiento de la negociación del Caguán, alguna de la que hayamos recogido un saldo pedagógico sobre lo que allá estaba pasando. Mucho flash informativo, despliegue tecnológico, chivas y divas, pero poco o nulo seguimiento a un proceso.
Desde las negociaciones con las FARC en los años ochenta, las cámaras que cubren los procesos de paz han hecho foco en los protagonistas, no en los procesos. En ese entonces, llegar hasta los campamentos y acceder a las voces clandestinas deslumbró a los periodistas, y despertó en ellos un furor del que da fiel cuenta María Elvira Samper en su columna del domingo anterior en El Espectador; un mea culpa sincero y valeroso que reconoce los errores cometidos por la prensa de aquel entonces, que le puso el micrófono a muchas voces, mientras éstas aprovechaban para “desencontrarse” en los noticieros.
En el cubrimiento periodístico al Caguán se desdibujó cualquier perspectiva del proceso en aras del titular del día. Los medios se movieron al son de la primicia informativa, de la novedad; lejos de entender lo que sucedía y con el afán de ser cada uno el primero, que no el mejor, nos mostraron una larga romería de protagonistas que opinaban a su antojo, de acuerdo con el nivel de prudencia, sensatez y confidencialidad que cada cual manejara. La mesa del Caguán no puso una agenda propia, abrió la puerta para que los medios hicieran el cubrimiento del proceso, pero no tuvo un carácter, ni en forma, ni en modo, que le entregara información precisa a la prensa y, a través suyo, a la opinión demandante de información. Todo lo que vimos se resume en protagonistas y opinadores in situ que satisfacían la demanda publica de noticias del día a día, pero muy poco entendimos acerca de lo que pasaba, porque nunca vimos la perspectiva de proceso.
Los actuales negociadores no pueden darse el lujo de desconocer la importancia de la información para los avances y la legitimación del proceso. Un sistema de información de carácter oficial, permanente, preciso, claro y de mutuo acuerdo, acerca a las partes y genera confianza. Su funcionamiento, a modo de eje transmisor entre los negociadores y los medios, tiene como tarea garantizar la llegada de información a la ciudadanía que demanda saber lo que pasa; como reto, entregar a los medios información de calidad, de manera transparente y permanente; y como expectativa permanente, corresponder a la confianza que las partes le entregan para darle a la mesa la entidad comunicativa que necesita.
La mesa debe tener claro que la verdadera diferencia entre los procesos anteriores y éste, se llama Twitter y se apellida Internet. Hoy la demanda de información es en tiempo real, las cosas no sucedieron, están sucediendo. Los medios deben ser sensatos y bajarle a la testosterona en el cubrimiento y captar que se trata de un proceso al que, si le damos el chance de hablar, seguramente tiene cosas qué decir.
Columna escrita para la revista DePolítica