El 22 de julio de 2013, Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro se reunieron en Ayacucho para limar asperezas luego de que el primero recibiera en Bogotá a su acérrimo opositor Henrique Capriles. Luego de tres horas, realizaron un comunicado conjunto donde “relanzaron sus relaciones”, yo particularmente no entendí lo que pasó, hoy a la luz de los hechos, lo comprendo totalmente.
Al principio pensé que era otra de las teatrales y mágicas volteretas que el hábil Presidente Santos realizaba para, como lo hacen los gatos, caer siempre de pie. Recordé como lloró sin el mayor reparo en Yo José Gabriel en la campaña presidencial (ver: http://www.caracoltv.com/hijos/video-180887-la-faceta-intima-de-juan-manuel-santos-y-su-familia ), luego de que Lucero Cortes (ex congresista y ex actriz hoy detenida por parapolítica) le enseñara (veasé: http://m.semana.com/opinion/articulo/las-picardias-juan-manuel/116715-3), no importó que su estrategia se filtrará, lo que importó fue ganar las elecciones.
Esa anécdota por muchos desconocida, sólo fue el anunció silencioso de lo que vendría después, la traición a Uribe, hoy por todos conocida, por todos comentada pero por muy pocos advertida.
Santos es un líder sin carisma, pero líder al fin de cuentas. No todos pueden ser Gaitán o Galán, generalmente estos no gobiernan, lo hacen los otros; los que depositan su fe y su valor en el concejo de Sun Tzu o Maquiavelo. Este es el presidente que nos toca #aguantar.
Pero con los hechos de la última semana entendí todo, tuve una revelación, una epifanía. Entendí porque logró alguien que nunca había tenido un voto en su vida sacar más de nueve millones y medio y porque a pesar de su mediocre desempeño sigue adelante en las encuestas.
La revelación vino de un hecho paralelo pero aislado; la metástasis social que vive hoy el pueblo venezolano. Los hechos por todos conocidos reflejaron una faceta oscura de la revolución bolivariana y develaron la debilidad del gobierno “Maduro” que hoy por hoy esta “pegado con babas”.
Al ver al triste e “inmaduro” Presidente, entendí que Colombia estaba viviendo un proceso similar, sin el estruendo, la fanfarria y algarabía propia de los venezolanos, pero igual de dañino.
Entendí una formula:
¡URIBE ES A CHAVEZ, LO QUE MADURO ES A SANTOS!
¿Cómo así? Dirán los más fanáticos. Tranquilos, ya lo voy a explicar.
Uribe, indiferentemente de lo que piensen sus más acérrimos contradictores, es un líder carismático, cercano, que conecta y que no deja a nadie indiferente. Logró que las clases populares lo vieran como un igual pero exitoso; la clase media como alguien de ellos pero poderoso y los poderosos como alguien a quién necesitaban para resolver el problema que ellos habían causado y que no habían logrado solucionar. Uribe es el fenómeno político de la década, sin duda, en Colombia.
Chávez, es otro líder inclusive aún más carismático, que cumplía exactamente con todos los requisitos anteriormente descritos para Uribe. El Presidente venezolano logró además, igual que el anterior ejemplo, reelegirse y cambiar la constitución.
Yo creo que de ahí se explica la animadversión del uno hacía el otro y el enfrentamiento férreo que hubo entre los dos. Los polos iguales se repelen, es como si se miraran en un espejo y no les gustará lo que veían.
Ambos líderes tuvieron que abandonar el poder, Uribe porque el sistema democrático funcionó y Chávez porque la vida no le dio otra oportunidad de seguir. Y cómo es normal en nuestras latitudes, cargadas de un exagerado caudillismo, se debió presentar un relevo político, que cómo siempre en Latinoamérica debido a este exagerado personalismo y culto al “YO”, termina siendo un completo fiasco.
Por un lado, se escogió a Juan Manuel Santos, político sin alma y sin méritos, si de votos hablamos. Por el otro se escogió a un sindicalista que hizo su carrera a la sombra del líder pero que nunca tuvo más mérito que ser el más fiel de los compañeros.
Ambos ungidos por sus predecesores, ambos encumbrados por la necesidad y la falta de tiempo para encontrar un relevo idóneo que sus egos les impidió preparar. Pero no es la primera vez que pasa, le sucedió a Franco en su lecho de muerte cuando manifestó: “todo esta atado y bien atado” para que posteriormente el mismo Rey al que dejó encargado, construyera la democracia en España.
Pero si Chavéz no lo vio venir, por lo menos no le tocó vivirlo; ver cómo su República bolivariana ya no se construye a través de la mística, ni del fervor pasional, sino del miedo y el terror.
A Uribe por el contrario si le tocó ver como sus “huevitos se pudren” y cómo su Partido de la U se convirtió en un ente sin alma.
Ahora entiendo porque Maduro y Santos se llevan bien, cada uno ve en el otro el mismo drama, comparten el dolor de ser los ungidos sin carisma.
El pobre Maduro tira de lo que tiene, de un aparato estatal, de millones de familias que dependen de la caridad y de la capacidad de ejercer la violencia, porque ante la falta de argumentos, sólo queda el gritar y dar puños a la desesperada.
Santos hace lo mismo; construye una unidad de mermelada, de intereses, de vanidades y de egos, la demostración de ello es la fotografía de la semana pasada anunciando el equipo de la reelección. Esa imagen es el reflejo de esa verdad, un grupo de caines unidos por el supremo interés de un ministerio o una vicepresidencia.
Lo veo venir; si la cosa no despega, muchos abandonarán o se quedarán quietos para ofrecerse al ganador. Por eso causa tanto pánico una mujer como Martha Lucía, que puede reflejar sus peores miedos y poner de manifiesto su débil unión.
La unión de la mermelada hace que Simón Gaviria, hombre sin otros méritos aparte de ser hijo de su padre, y que no tuvo el decoro de renunciar después de su desastroso desempeño en la Reforma a la Justicia, se pavoneé como futuro ministro por el sólo hecho de haberse cambiado el peinado. Esa es la unión a la que nos enfrentamos los colombianos, ese es el florero de Llorente por el que nuestros pro-hombres como Simón y Benedetti se rompen las vestiduras en twitter (ver: http://www.eltiempo.com/elecciones-2014/congreso/fuerte-choque-santista-a-travs-de-redes-sociales/13521267).
La diferencia de este florero con el de Llorente es que en está ocasión no es para liberarnos, sino para sumirnos en la mediocridad. Y es que de Caracas a Bogotá hay tan poco que escoger, que a veces #aguantanovotar.