La trama oculta detrás de la muerte del fiscal Nisman

“Yo puedo salir muerto de esto. Van a venir por mí, me juego la vida”, había adelantado el fiscal Alberto Nisman el pasado miércoles, tras presentar su denuncia más arriesgada. Acusó a la presidenta argentina Cristina Fernández Kirchner de elaborar “un plan secreto para sellar la inmunidad de los iraníes”, principales sospechosos del sangriento atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), cometido en Buenos Aires en 1994. Cuatro días después, el cuerpo del fiscal fue encontrado en su bañera con un tiro en la cabeza.

¿Suicidio? ¿Suicidio inducido? ¿Asesinato? Nisman fue víctima de distintas guerras. Quedó bajo el fuego cruzado de diversos enfrentamientos, todos violentos, todos vinculados a la causa AMIA: la feroz guerra interna que atraviesa la Secretaría de Inteligencia, la disputa política en un año electoral y la trama propia del atentado terrorista, que involucra incluso a agentes secretos iraníes que operan en el país. El fiscal estaba amenazado desde hace tiempo. Su escolta la integraban hasta diez policías.

Fue un tiro en la sien. Una pistola calibre 22 apareció al lado del cuerpo. La familia de Nisman había intentado comunicarse con él desde primera hora de la tarde del domingo. Los policías ya habían advertido que, pasada esa hora, el fiscal todavía no había recogido los periódicos de la jornada. Su madre acudió personalmente hasta el edificio tras la llamada de los escoltas. Subió hasta el piso 13º. Llamó a la puerta, pero nadie respondió. El apartamento estaba cerrado desde dentro, con la llave puesta. Cuando un cerrajero logró abrirlo, se encontró con el desolador panorama.

Nisman no dejó ninguna carta. En el centro de su escritorio había dejado preparada una pila de documentos para presentar ante el Congreso, durante la comparecencia que ayer debería haber brindado. Su denuncia es el mejor ejemplo para explicar la importancia de los actores involucrados en la causa AMIA y la presión que cada uno de ellos podía ejercer sobre él, una pieza judicial clave. El primer informe forense, conocido anoche, apunta al suicidio y revela que en la muerte “no hubo intervención de terceras personas”, según informó Viviana Fein, la fiscal a cargo de la investigación. “Se podría hablar de un suicidio, el cuerpo no fue golpeado ni sometido a maltrato, no descarto una instigación. No decimos que esté resuelta la causa”, añadió.

El hombre que revolucionó Argentina

El fiscal había revolucionado Argentina en los últimos días, tras acusar a Cristina Kirchner de encabezar un plan para restablecer unas beneficiosas relaciones comerciales con Irán que incluía un trueque de grano por petróleo en 2012, en plena crisis energética del país. A cambio, habría propuesto la inmunidad totalpara los exfuncionarios iraníes, sospechosos de ejecutar el atentado contra la mutual judía que dejó 85 muertos en 1994.

Nisman había metido los pies en la lucha interno de los servicios secretos. Los jugosos diálogos, la clave de su acusación, habían sido conseguidos medianteescuchas de la Secretaría de Inteligencia. Los agentes habían intervenido -por orden del juez- el teléfono de Jorge Alejandro “Yussuf” Khalil, referente islámico argentino con supuestos vínculos con el Gobierno iraní. Nisman aseguraba que Khalil era el nexo con Teherán: lo acusó de intercambiar mensajes telefónicos con Mohsen Rabbani, exagregado cultural iraní en Argentina que está acusado de ser el ideólogo de los ataques terroristas.

¿Quiénes eran los interlocutores argentinos? El diputado Andrés Larroque, miembro de La Cámpora, la agrupación que lidera Máximo Kirchner, el hijo de la presidenta; Luis D’Elia, dirigente social que mantiene excelentes vínculos con Irán, utilizado por el Gobierno como fuerza de choque; Fernando Esteche, líder de la agrupación de extrema izquierda Quebracho, que también goza de afinidad con la república islámica. Menos Larroque, todos los actores acusados por Nisman viajaron juntos por lo menos dos veces a Teherán en los últimos cinco años y se fotografiaron sonrientes con una mezquita de fondo.

Cuando Nisman presentó su denuncia, el kirchnerismo agitó las especulaciones. Interpretaron -también algunos opositores- que el fiscal era el vehículo utilizado por los exagentes de inteligencia desplazados por Cristina Kirchner para desestabilizar al Gobierno. Argumentaban también que enero, mes en que rige la feria judicial, es un momento poco habitual para este tipo de presentaciones de alto impacto.

…Y Kirchner descabezó la Secretaría de Inteligencia

Cristina Kirchner ordenó descabezar la Secretaría de Inteligencia a mediados de diciembre. Fue un manotazo de ahogado para tomar el control de un organismo clave para mantener el orden en los últimos meses de su saliente gestión. Todo mientras se producía una feroz guerra interna que incluye el asesinato del agente de contrainteligencia, alias “Lauchón”, Viale y decenas deamenazas a los más altos funcionarios del organismo.

Para restablecer el control, Cristina Kirchner designó a Óscar Parrilli, que hasta entonces era Secretario General de la Presidencia, un hombre de máxima confianza que conoce sus secretos e interpreta sus deseos. En su primera medida, el flamante titular de la Inteligencia destituyó a Jaime Stiusso, ex director general de operaciones, ahora presuntamente jubilado. Stiusso, con 42 años de antigüedad en el servicio secreto, era el agente que manejaba el poder en las sombras entre los espías.

“A mí no me manejó Stiusso ni nadie. Las decisiones las tomo yo y son exclusivamente mías”, dijo Nisman en una entrevista cuando se le preguntó por la influencia del exespía en su presentación. No obstante, el fiscal reconoció que parte de su denuncia estuvo basada en información facilitada por el agente: “Usé una mínima parte de los informes de Stiusso, no porque fueran malos, sino porque no se podían usar. Eso ponía de mal humor a Stiusso”.

Ambos se conocían muy bien porque habían trabajado diez años juntos. Stiusso siguió la pista de Rabbani durante 22 años. Incluso, antes del atentado, el agente creía que el exagregado cultural iraní en Argentina estaba planificando un ataque terrorista. Sus hombres fotografiaron al diplomático mientras averiguaba precios para comprar una camioneta con las mismas características que el coche bomba que después se utilizó para volar la AMIA.

“Todos los caminos conducen al suicidio”

Nisman volvió a meterse en la disputa electoral, esta vez por su muerte. “Todo los caminos conducen al suicidio”, dijo Sergio Berni, secretario de Seguridad, una de las pocas voces del kirchnerismo que se refirió al hecho. El fiscal ha sabido estar cerca de los Kirchner, pero el tiempo había diluido la relación. Después de la denuncia, el kirchnerismo ejercía su mayor presión contra el fiscal con fuertes declaraciones en los medios y rumores de posibles ataques para desplazarlo de su puesto.

La oposición también jugó su ficha. Aunque sin pruebas, algunos líderes plantearon dudas sobre la versión oficial. “No tomen eso de que se suicidó porque estaba deprimido. No crean en esa teoría. Pudo haber sido un suicidio inducido o un asesinato”, replicó Elisa Carrió, diputada opositora y precandidata a presidente.

La oposición también jugó su ficha. Algunos líderes plantearon dudas sobre la versión oficial. “No tomen eso de que se suicidó porque estaba deprimido. No crean en esa teoría. Pudo haber sido un suicidio inducido o un asesinato”, replicó Elisa Carrió, diputada antikirchnerista.

Sobre el anochecer de Buenos Aires, Cristina Kirchner publicó una carta en su perfil de Facebook. Sus palabras sumaron incertidumbre y alimentaron decenas de hipótesis. La mandataria se desvinculó del tema al referir elípticamente a una operación orquestada por agentes de inteligencia y por el Grupo Clarín. Cristina interrogó: “¿Quién le ordenó volver al país al fiscal Nisman el 12 de enero, dejando inclusive a su pequeña hija sola en el aeropuerto de Barajas, interrumpiendo sus vacaciones familiares que debían finalizar el 20 de enero?”.