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“Las armas son el fracaso de la palabra”


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Por Irene Urrea

Durante 11 años, Leonel Narváez Gómez se ha dedicado a crear espacios en donde se reelabora el “lenguaje del perdón y la reconciliación” a través de escuelas que abordan el tema. Por su larga trayectoria en esta labor social con la que ha beneficiado a muchas personas que han sufrido la guerra, es uno de los tres finalistas al Premio Nacional de Paz 2014, y aunque no fue el titular del galardón, su labor fue reconocida con una mención especial como nominado.

Este filósofo y sociólogo con posgrados de la Universidad de Cambridge y la Universidad de Harvard, creó las Escuelas de Perdón y Reconciliación (ESPERE), espacios comunitarios dedicados a encuentros lúdicos en donde se reconstruyen principios básicos como la verdad, la justicia y la reparación.

Por medio de redes de apoyo que se encuentran en los barrios más neurálgicos de la ciudad de Bogotá, víctimas de distintas violencias, entre ellas el conflicto armado interno, tienen la oportunidad de resignificar el daño y construir un proyecto de vida en lo cognitivo, en lo emocional y en lo social.

Este proyecto ha irrumpido no solo en la capital del país, sino en 14 ciudades de 14 países de las Américas, en donde se promueve el perdón como un derecho humano y como una virtud política.

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Narváez habló con Confidencial Colombia sobre la corresponsabilidad del país en la generación de violencia, y el deber de perdonar y de reconciliarse no solo con la subversión o con el victimario, sino con quien tenemos al lado, ya que el problema, según Narváez, no es exclusivo de la guerrilla o de los paramilitares, sino de la falta de implementación de políticas públicas que permitan sanear la herida que ha sangrado por más de 50 años.

El filósofo y sociólogo explica que todos debemos sentirnos corresponsables y se pregunta ¿qué hemos hecho para perdonar? ¿Qué han hecho o dejado de hacer los abogados, los pastores de las iglesias protestantes, los médicos, etc. en la generación de violencia o la reconciliación?

Y argumenta que “Colombia tiene la mejor experiencia del mundo en procesos de reinserción de excombatientes”. En este sentido, el problema no es crear estructuras que permitan la desmovilización de guerrilleros o la firma de unos acuerdos; el problema, comenta, es que por más de 50 años han “infectado” a 47 millones de colombianos que “creen que aún las armas son la solución de las dificultades sociales que tiene el país”.

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Dice que el proceso de paz en La Habana con las Farc es un claro ejemplo de que las armas han sido el fracaso a la hora de resolver los problemas, y que el diálogo es la solución. “Las armas son el fracaso de la palabra”, señala Narváez.

Incluso se atreve a decir que las dificultades que tiene Colombia radican en la violencia societaria, es decir, en el pensamiento de que “todo hay que resolverlo por las armas, extorsiones, amenazas o el lenguaje armado o agresivo”.

“Los homicidios causados por la subversión y el narcotráfico no pasan del 10 o 12 por ciento” y que el restante -el 90 por ciento- es causado por la sociedad; “de nada sirve un ejército para luchar contra la violencia, si el asunto es un problema cultural y político”.

Narváez explica que los tres años de negociación con las Farc en San Vicente del Caguán terminaron en un fracaso porque allí siempre se miró “las causas objetivas del conflicto como el desempleo, la corrupción, la tierra o la comercialización y nunca la rabia y el odio”.

Por que si bien es cierto que para muchas personas el tema de la rabia o el odio es personal, él considera que no, y hace la siguiente comparación: “el sida no es una enfermedad exclusiva de la persona que lo padece, sino de un Estado que debe buscar soluciones para la cura”.

Pero a pesar de las dificultades, Leonel Narváez dice que hay muchas personas que han perdonado y reconciliado, pues lo ha visto a través de las escuelas ESPERE, aunque existan “empresarios del odio como ciertos políticos que han vendido el odio y la rabia para ganar votos y poder político”.

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