Las dos caras de La Plata

Aquí estamos para echar una mirada para analizar la realidad de algunos países de la región, en este caso del cono sur Latinoamericano para ver de cerca el desarrollo que han experimentado estos últimos años.

Es increíble cómo se ven las cosas desde el aire, en donde paso buena parte de mi tiempo, y palpar la realidad que se vive cuando aterrizas y las vives en vivo y en directo.

De este viaje último viaje he sacado dos tipos de conclusiones de lo que se vive en esta zona tan dotada de recursos y encantos naturales que la hacen una de las más codiciadas del mundo.

La primera y más importante para nuestra reflexión es que con pocos recursos pero bien aprovechados se hacen progresos en materia social, educativa, y sobre todo en el desarrollo de los servicios y las infraestructuras básicas y necesarias para que la sociedad avance de manera inequívoca hacia el futuro. Esta es la realidad cuando llegas al país llamado la Suiza latinoamericana, Uruguay. No hay nada como comprobar que políticos, empresarios, profesionales, educadores, funcionarios públicos y en general la sociedad civil asumen el rol que tienen que jugar con los pies bien puestos sobre la tierra, siendo conscientes que solamente se puede avanzar hacia el futuro si se reconocen los errores del pasado y se decide no volver a cometerlos.

Por el contrario y como parte de la segunda reflexión, el vecino de al lado es el paradigma de los desaciertos. En la agenda global a comienzos del siglo pasado, Argentina era la despensa económica del mundo, y hacía presagiar uno de los desarrollos industriales y sociales más espectaculares del llamado hemisferio occidental. Este maravilloso país al que medio planeta admira por su belleza, por su arte y la magia de sus deportistas, vive ahora sobre cimientos de ciudades plenamente desarrolladas en otra época, y se lamenta de ver cómo la falta de voluntad de la clase política, la cortedad de visión en los proyectos de futuro y las pésimas relaciones con el resto del orden mundial, le han convertido desgraciadamente en un país apestado.

Y desde luego, como si se tratara de una película del oeste acompañados, de los malos de la trama, cómplices necesarios para que las cosas salgan rematadamente mal.

Estas dañinas compañías y el desatino en la interpretación y posterior toma de decisiones transcendentales para el país, han conseguido un nivel de nula autoestima en la ciudadanía y de desazón en la sociedad civil, que recuerdan desgraciadamente otras épocas pasadas donde la única solución para los malos, era la quiebra del Estado, cosa que ya han conseguido en varias ocasiones. Para añadir más confusión, los resultados de las elecciones legislativas del domingo pasado crearán aun más incertidumbre. El triunfo de la oposición en la mayoría de las poblaciones importantes, incluida la todopoderosa provincia de Buenos Aires, aun manteniendo el peronismo oficial un cómodo resultado en las cámaras, hará difícil operaciones oscuras para el cambio de reglas de juego de corte constitucional, pero le alcanzará para poder operarlas, como siempre, hasta final de mandato presidencial.

Mientras tanto en el hermano pobre al otro lado del inmenso rio de La Plata, hoy la sociedad en general, habla y presume de los avances en materia social y educativa. La mejora en sus procesos de modernización del campo y la ganadería. La apuesta por un turismo de calidad bien entendido y con unas infraestructuras dignas y coherentes con su nivel de desarrollo económico. Un sistema fiscal y bancario del que pueden y deben presumir en otros lugares del planeta que les genera el orgullo de sentirse nuevamente en la ruta que les guiará a mejores momentos como los vividos hace ya muchas décadas.

Distinto es el horizonte que se vislumbra en otra orilla. Allí se ha instalado el miedo y la incredulidad. Miedo a pensar que por el camino que recorren volverán los aciagos días de corralitos, la falta de alimentos en los supermercados y apreturas económicas personales, sin que ya el fútbol sea el consuelo de siempre. Miedo que los llevará a pensar sobre qué mal divino les ha tocado vivir y que habrán hecho ellos para merecerse semejante nivel de penalización social.

Solamente cruzar en el monopólico ferri que conduce al otro lado del rio hace presagiar lo peor. Un sistema de clientelismo político comparable a los países menos desarrollados del planeta, una corrupción en todos los estamentos del Estado que hacen inviable cualquier apuesta de futuro y sobre todo un permanente empeño en no dar solución a los problemas conducen a su sociedad civil a buscar salidas drásticas como el abandono del país o de sus propios negocios para buscar fortuna en otras sociedades con mejores oportunidades y donde las reglas del juego estén claras y escritas.

No son fáciles las soluciones, pero hay que dejar de tomar aspirinas para curarse el cáncer que uno lleva dentro desde hace años. De lo contario, está claro cómo será el cuadro clínico en los años venideros y ya ni el afamado Dr.House podrá resolverlo.

Se necesitan reformas y dar confianza a los ciudadanos y al mundo en general, pagar las deudas y así dejar de ser el hazmerreir de medio mundo, como cuando incautaron el famoso buque escuela de su prestigiosa armada. Hay que devolver la autoestima al sector agrícola y ganadero, dejar de bombardear sus bolsillos con impuestos y peajes políticos.

Hay que desarrollar un modelo que relance la industria nacional y que devuelva a sus empresarios la capacidad de invertir y modernizar sus negocios, sin que teman que la siguiente normativa los someterá a no se qué cosa de interés político oscuro. Trabajar en preservar y fortalecer las instituciones que por años han aportado experiencia y conocimiento. En general, procurar la cura del cáncer con los últimos avances en materia científica médica y dejar de jugar a ser hechiceros en un mundo que está caminando con paso muy decidido por otras vías.

* Empresario. Presidente ConfidencialColombia.