Los residentes de Long Island tratan de recuperarse cuatro días después del paso del huracán “Sandy” entre un paisaje desolador.
Desde el pasado lunes, algunas zonas de la isla se encuentran sin electricidad, por lo que la recuperación está siendo mucho más complicada en estas condiciones, y la gasolina escasea cada vez más, lo que está agravando con la ola de frío que afecta al estado de Nueva York en los últimos días.
El 90 % de los 2,8 millones de habitantes de los condados de Nassau y Suffolk, que componen la parte central y este de la isla, se quedaron sin electricidad por la tormenta, y el servicio vuelve con gran lentitud.
“Ahora lo peor es el frío. Estamos durmiendo todos juntos en una misma cama para darnos calor, porque aunque llevamos muchas prendas de abrigo encima, la casa está congelada”, explicó Mariluz, una salvadoreña residente en Freeport (Long Island) que junto a sus dos hijos de 5 y 8 años de edad, caminaba por la calle en busca de algo de comida, pues al quedarse sin luz tuvo que botar todo lo que había en su refrigerador.
La costa del sur de la isla, en la zona de Freeport y Long Beach, fue una de las más afectadas por el paso de la tormenta, ya que la subida de la marea provocó importantes inundaciones en las viviendas del área que quedaron anegadas por el agua.
“El nivel del agua superó los dos metros en nuestra casa. Todo se nos dañó: los muebles, los electrodomésticos… todo”, dijo a Efe la dominicana Claudia Cabrera, que hoy comenzó las labores de limpieza de su casa que tuvo que desalojar el pasado domingo ante la llegada de “Sandy”.
Según relató, los bomberos les aconsejaron abandonar la vivienda ante el riesgo de inundaciones, por lo que ella y su marido decidieron trasladarse a casa de unos amigos hasta que pasara el temporal.
“Cuando volvimos el martes, fue algo horrible”, cuenta Cabrera, quien todavía no ha podido cuantificar todos los daños que “Sandy” provocó en su vivienda, aunque sabe que tendrá que remodelar las paredes y el suelo porque quedaron arrasados.
Otra vecina de la zona, Ginnie, que vive en Freeport desde hace 27 años y que pese a las recomendaciones de evacuación prefirió no abandonar su casa, contó que el lunes entraban “grandes olas” dentro de su casa, algo que no “había visto en su vida”.
“El agua rompió todos los cristales de la casa. Mi marido y yo tuvimos que encerrarnos en una habitación y sujetar la puerta con lo primero que encontramos: una tabla de planchar”, afirmó.
Ginnie todavía está esperando que evalúen los daños de su casa y que los técnicos decidan si puede o no ser reparada, aunque según contó, algunos de sus vecinos “no tuvieron tanta suerte”.
“Mis vecinos de enfrente, que tienen tres hijos pequeños, no pueden volver a su casa porque la han catalogado como vivienda no habitable”, señaló Ginnie.
De hecho, en la puerta de esta casa, totalmente destrozada, colgaba hoy un cartel rojo donde se podía leer “Unsafe” (No seguro).
Además, la subida del nivel del mar provocó que muchos de los barcos que estaban amarrados en el pequeño puerto de la zona llegaran hasta las casas, por lo que todavía hoy se podían ver botes empotrados en las paredes o en los jardines delanteros de las viviendas de la zona.
La desolación de esta área de Long Island se vio en las muchas viviendas abandonadas, así como en todas las personas que trabajaban hoy para limpiar sus casas y sacar la gran cantidad de agua acumulada.
Las instituciones oficiales, organizaciones benéficas o simplemente voluntarios que reparten comida y artículos de primera necesidad en la ciudad de Nueva York y sus alrededores eran invisibles hoy en esta zona, situada 45 kilómetros al este de la Gran Manzana.
En algunas de las viviendas colgaban carteles en los que se podía leer “Keep out or die. We shoot. Try me” (Mantente alejado o morirás. Te dispararemos. Pruébame) o “Block protected by Smith and Wesson (Área protegida por Smith and Wesson), haciendo alusión a la reconocida marca de fabricante de armas.
Con estos mensajes, los residentes pretenden evitar los robos de los saqueadores que durante la noche aprovechan para entrar en las casas cuyos propietarios se han visto obligados a desalojar.
La escasez de combustible es otra de las huellas que dejó el paso devastador de “Sandy” por el estado de Nueva York, donde desde primera hora de la mañana centenares de automóviles esperaban para repostar en las pocas gasolineras que estaban abiertas en la zona de Hempsted.
“Llevo más de cinco horas haciendo cola”, contó uno de los conductores que esperaba en una hilera de vehículos de varios kilómetros.
Las aglomeraciones en las estaciones de servicios obligaron a la policía a regular el tráfico en la zona para evitar incidentes.
Sin embargo, no pudieron evitar que se produjeran pequeños altercados, como por ejemplo el intento de un conductor pícaro que intentó saltarse la cola, lo que provocó un pequeño enfrentamiento con los conductores que llevaban horas esperando.
Así, mientras la Gran Manzana vuelve progresivamente a la normalidad con el restablecimiento de buena parte de su transporte público, muchos residentes del estado de Nueva York siguen luchando cómo pueden contra los efectos de la llamada “tormenta perfecta”, que con sus vientos huracanados arrasó gran parte de Long Island.