Los ojos son el espejo del alma, un tópico que en ocasiones tiene mucho de verdad. En el caso de la artista Margaret Keane, los ojos lo son todo. Mujeres y niños de grandes ojos. Enormes. Su obra, ha inspirado a Tim Burton para realizar una película sobre la curiosa vida de la artista.
Big Eyes, como se llama el filme de Burton, llegará a los cines el próximo 25 de diciembre, y en ella el director vuelve a una historia que recuerda (y mucho) a una de sus mejores películas, Ed Wood. Burton repite incluso guionistas para llevar a la gran pantalla la vida de Margaret y Walter Keane, interpretados por Amy Adams y Christoph Waltz.
Sólo hay que echar un vistazo a las pinturas de Margaret Keane para saber qué vio Tim Burton en ellas. La mezcla de inocencia y tristeza que desprenden las miradas de la artista recuerdan al ‘Chico Mancha’ del autor y otras muchas de sus creaciones “infantiles” como El extraño mundo de Jack, El joven manos de tijeras o Frankenweenie.
Si a ello le sumamos una historia llena de traiciones, fama, venganza, juicios y machismo, estaba claro que la vida de este matrimonio que triunfó en la década de los 50 y 60 sería llevada al cine tarde o temprano.
Margaret Keane (Tennessee, 1927) comenzó a pintar a principios de los 50, cuando realiza un retrato de su hija. La pintura ya poseía su seña característica: dos grandes ojos, desorbitados, nada realistas, llamaban la atención de todo el que miraba. Desde entonces todos sus cuadros repetirían ese patrón.
En 1955 se casa (es su segundo matrimonio) con Walter Keane, con el que descubrirá las mieles del éxito y el más cruel de los fracasos. Dos años después de su boda, el trabajo de Margaret, sin ser firmado por ella, se expone en una feria de arte en el Washington Square Park de Nueva York. La mirada de los niños y mujeres cautivaron enseguida a un público que se preguntaba quién estaba detrás de esas misteriosas obras.
La timidez extrema de Margaret se juntó con la vista para los negocios de Walter, que pensaba que nadie compraría esos cuadros si supieran que habían sido pintados por una mujer. Así que él se adjudicó la autoría de los mismos. Walter se convirtió en un artista improvisado mientras que su esposa quedó recluida en su casa, produciendo en la soledad mientras su marido se ponía la medalla.
Sus grandes dotes sociales hicieron que la obra del matrimonio Keane se expusiera en galerías de San Francisco, Nueva York o Chicago y que un gran número de celebridades quisieran tener un auténtico ‘Keane’. Entre ellos el mismo Burton.
Hasta Woody Allen incluyó una referencia en su filme El dormilón, cuando a Diane Keaton, en un futuro ambientado en el año 2173, le regalan un cuadro de Keane y ella lo considera el mejor regalo posible.
Las pinturas de ojos grandes se convirtieron rápidamente en una moda en EEUU, y Walter comenzó a ganar millones de dólares al año, aunque la crítica más sesuda nunca defendió la obra. Las tiendas se llenaron de postales y material que reproducían las pinturas de los ‘Keane’.
Margaret vivió 15 años siendo una artista en el anonimato. Escondida en su casa sin que nadie reconociese su éxito e incluso amenazada por Walter para que no contara su secreto. Como dijo posteriormente, para ella los ojos son “ventanas al alma”, por eso los dibuja tan grandes, para ver bien el alma de las personas.
La suya se fue oscureciendo poco a poco. Si sus cuadros siempre desprendían alguna nota de tristeza, esta se hizo cada vez más evidente. Los niños de sus pinturas comenzaron a llorar, mostrando el deterioro del estado de la artista. “Los ojos que pinto en mis niños son la expresión de mis sentimientos más profundos”, ha manifestado siempre la autora.
Juicio por la pintura
En 1965 Margaret Keane pide el divorcio, y en 1970 entra en un programa de radio y suelta la bomba informativa: “Durante años permití que mi segundo marido se atribuyera mis pinturas. Pero un día, incapaz de continuar con esta decepción, le dejé y abandoné mi casa en California y me mudé a Hawai”, confesó.
En un primer momento la señora Keane siguió guardando el secreto de su marido, hasta que este declaró a la revista Life que ni Rembrandt, ni El Greco, ni Miguel Ángel pintaban los ojos mejor que él. Margaret, llena de rabia, le retó públicamente a pintar frente al público en la Union Square de San Francisco. Walter Keane nunca se presentó.
La señora Keane volvió a la carga en 1986 demandando no sólo a su exmarido, sino también al periódico USA Today, que dijo que la obra era exclusiva de Walter. En el juicio, primera vez que se veían en más de 20 años, el abogado de Margaret Keane plantó dos caballetes para que ambos pintaran uno de los famosos ‘Keane’ que todo el mundo quería.
Ella terminó en menos de una hora una pintura con dos inconfundibles y enormes ojos. Él ni siquiera cogió el pincel alegando una lesión en el hombro. Los jueces fallaron a favor de Margaret Keane y condenaron a Walter a pagar cuatro millones de dólares que nunca llegaron.
A partir de ese momento Margaret Keane recuperó todo su legado y comenzó a firmar sus propios cuadros. Sus niños recuperaron la sonrisa y su mirada cambió. Ahora, con casi 90 años la autora sigue pintando. Los niños han dejado paso a los animales y a la naturaleza, aunque nunca ha abandonado la mirada que conmovió a Tim Burton.