A mediados de este año y anticipándose a lo que será la disputa de estos dos días, en el seno del Uribe Centro Democrático, Confidencial Colombia entrevistó a los tres precandidatos presidenciales uribistas. Francisco Santos, Carlos Holmes Trujillo y Óscar Iván Zuluaga. Estos tres hombres encarnan las inquietudes y esperanzas de la colectividad uribista.
Después de que se hubiera propuesto una consulta popular en las próximas elecciones de marzo, el expresidente Uribe anunció esta semana que el candidato oficial del naciente partido se elegiría por medio de una convención partidista. Decisión que apoyan figuras destacadas del uribismo como Paloma Valencia, para quien la consulta popular puede hacer que gente ajena a la colectividad opine sobre el proceso. La convención se llevará a cabo estos dos días en el pabellón 8 de Corferias, de Bogotá.
Los tres precandidatos más opcionados son Francisco Santos, Carlos Holmes Trujillo y Óscar Iván Zuluaga. Tres figuras políticas de orígenes políticos disímiles. Santos y Zuluaga vienen de corrientes políticas independientes, mientras que Holmes Trujillo viene del partido liberal.
Santos ha sido el más alejado de las maquinarias políticas tradicionales; su movimiento ¡No Más!, en contra del secuestro, le abrió un espacio mayoritario en el mundo político colombiano de mediados de la década de los 90. Fue llamado por el expresidente Uribe para que fuera su formula vicepresidencial, papel que desempeñó durante los ocho años de la era uribista.
Por su parte Óscar Iván Zuluaga impulsó su carrera como político desde el Movimiento Cívico, al lograr la alcaldía de Pensilvania, Caldas. Desde ese momento, de la mano de su padrino político, Luis Alfonso Hoyos, llegó al Senado de la República. Desde ahí fue uno de los fundadores del Partido de la U y luego fue Ministro de Hacienda del gobierno Uribe.
El más experimentado en política, de los tres, es Carlos Holmes Trujillo. Fue elegido como primer alcalde de elección popular de Cali. Se hizo político en el seno del partido liberal y fue nombrado comisionado de paz en el gobierno Samper. Su carrera ha estado ligada a la vida diplomática y su pasado cercano al samperismo lo puede hacer el menos uribista de los tres. Sin embargo, fue embajador del gobierno Uribe ante varios estados.
Si hay algo en lo que coinciden, de manera unánime, los tres precandidatos es en el mal planteamiento del proceso de paz con las Farc, por parte del Presidente Juan Manuel Santos. Para los tres, el Presidente se ha equivocado debido a que no existe un cese unilateral del fuego por parte de la guerrilla, situación que pone a ambos actores en igualdad de condiciones.
Otro punto en el que coinciden, acerca del proceso de paz, es el hecho de que los tres retomarían los diálogos de manera condicionada sin que existan prebendas de orden jurídico para los miembros del grupo insurgente.
Las divergencias se empiezan a notar apenas el foco de atención se centra en las motivaciones que no tengan que ver con la “traición santista” o el proceso de paz. Para Francisco Santos su gran lastre es la relación familiar que tiene con el actual Presidente de la República. Lastre en la medida en que su vínculo puede convertirse en uno de los temas centrales de la mayor parte de las entrevistas que le hacen y porque puede convertirse en un motivo de preocupación para el uribismo purasangre, dada la mala experiencia vivida con el actual mandatario, que “traicionó” los idearios de la colectividad.
Mientras Francisco Santos debe desligarse del lastre familiar, Holmes Trujillo y Zuluaga deben luchar contra la falta de reconocimiento mediático que los aqueja, siendo el primero menos conocido que el exministro de hacienda.
Las próximas 48 horas serán decisivas para el futuro del uribismo que de llegar fortalecido a las elecciones legislativas de marzo próximo y a las presidenciales del siguiente año, puede garantizar su permanencia en el tiempo y puede ofrecerle al país una opción política que desborde la figura del expresidente.
En caso contrario, si ambas elecciones son un fiasco, la opción política que representa el uribismo podría desvanecerse en el aire y terminar archivada en el imaginario nacional como tantos otros movimientos políticos que algunas vez tuvieron un poder real.