Marihuana medicinal a la colombiana

Julio Calzada, secretario general de la Junta Nacional de Drogas de Uruguay, habló para este medio sobre los retos de Colombia frente un posible uso legal del cannabis medicinal, del negociazo que se haría la publicidad si no se establecen límites y el avance del controvertido mercado de la marihuana uruguaya.

¿Qué tan bueno es que la marihuana con fines terapéuticos sea legal? El país ha debatido este tema en varias ocasiones y hasta el momento no hay visto bueno. Unos defienden que su uso reduciría el impacto del narcotráfico y otros alertan consumos masivos. La interrogante radica en sí Colombia está lista para dar ese paso.

Con el respaldo del presidente Juan Manuel Santos al cannabis para efectos terapéuticos –no es la primera vez que da ese espaldarazo- las cosas podrían tomar un nuevo giro. Según Santos, esta medida resulta “práctica para reducir el dolor de los pacientes con enfermedades terminales” y de paso “sacar de las manos de los criminales el ser intermediarios entre el paciente y la sustancia que les va a permitir aliviar su sufrimiento”.

Para Julio Calzada, secretario general de la Junta Nacional de Drogas de Uruguay y uno de los redactores de la ley de regulación de marihuana del país, el punto de inicio para entender las implicaciones que contraería la proposición impulsada por el mandatario yace en cuestionar si el modelo existente de control de drogas colombianas funciona.

En efecto, el último Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Colombia evidencia que la situación está difícil. Se registra un aumento exponencial del dispendio de drogas ilícitas. Mientras en 2008 el 8,8 por ciento de personas entre 12 y 65 años admitió que había probado algún narcótico ilegal, en 2013 la cifra subió al 12,2 por ciento.

Respecto a la marihuana, el informe indica que el 11,5 por ciento de las consultados entre el mismo rango de edad se ha fumado un ‘porro’ al menos una vez en su vida y que hay casi el triple de hombres consumidores que mujeres. Mínimo 440.000 colombianos tienen conductas de abuso y dependencia de cannabis, uno de cada 14 escolares aceptó haber consumido y se habla de cerca de un 30 por ciento de inicios de adicción, aunque estos porcentajes no superan a los índices generales de dependencia de alcohol.

A pesar de que el Estado tiene mecanismos de control y prevención en marcha desde hace varios años, cuando hay interferencia directa es cuando se ven balances más alentadores. Es allí donde la iniciativa de la marihuana medicinal da en un punto clave pues oxigenaría el modelo de dispendio vigente y al mismo tiempo abriría un mundo de nuevas oportunidades de mercado.

“En el 2010 se presentaron a nivel parlamentario dos proyectos de ley en Uruguay que tienen el respaldo de cuatro partidos políticos. Estaba habilitado el uso de la marihuana pero no la forma de conseguirla. Dos años después el respaldo político que hubo desde el Ejecutivo reflejó que se estaba cuestionando el modelo de regulación existente y por ende se ha podido avanzar a un esquema diferente”, indica el académico. En el caso colombiano, la marihuana medicinal podría ser una realidad si acuerda que hoy en día lo que se hace en esta materia necesita una renovación, pues hay vacíos de peso. Pero esta reflexión tiene que venir desde dos escenarios: el Estado y las familias,

Por ejemplo, el típico detalle de llamar vago o adicto un joven que goza de un ‘porro’ (puede que no lo sea) es algo que viene desde casa y que sube hasta los estrados judiciales y el Congreso. Por ende se caen los proyectos de ley sobre el tema. “Si se cambian esos paradigmas y si el país lo quiere, habrá marihuana medicinal legal y a la colombiana. Estamos ante procesos de transición”, anota Calzada.

Explica el analista que para que eso ocurra debe haber fuerte intervención del Estado, de manera que no se salga de las manos el asunto. Esto significaría la aplicación de leyes, de una institucionalidad, de impuestos por venta y consumo, además de castigos a infractores. También emergerían las licencias para construcción de cultivos y la apertura de nuevos mercados (todos los parámetros de la legalidad). Entonces habría carnetización y vigilancia activa por parte de los órganos de control. Clic para ver qué pasaría si se aplica el modelo de la marihuana legal en Uruguay en Colombia.

“Económicamente el modelo uruguayo (es legal producir, comercializar y consumir marihuana) cumple en todos los actores. Sin embargo no facilita las enormes ganancias que produce el narcotráfico. Pasa algo similar si Colombia accede al cannabis para la medicina”, añade. En cuanto al impacto en la criminalidad y la violencia, los consumidores de este alucinógeno no suelen ser violentos, a diferencia de las reacciones que causan la cocaína, el bazuco o incluso el alcohol.


‘Porros’ medicinales serían el súper negocio para la publicidad

Calzada hace un énfasis en este punto. Afirma que el arbitraje de la marihuana con fines recreativos aplicado en Colorado (EE.UU.) habilita crear marketing o propaganda con los productos derivados de la planta y así expandir los mercados. Otro Estado en el que hace publicidad es en California, denominado como una de las cunas de los establecimientos de cannabis medicinal en Estados Unidos.

“En nuestro país no compartimos esa mirada. La marihuana no es producto como un par de zapatos, tiene que ser tratada diferente”, sentencia.

Ahora, si Colombia se asemeja a estas perspectiva, no pasará mucho tiempo para que las redes y las diferentes plataformas de comunicación se vean invadidas por anunciantes que ven en la marihuana una mina de oro. En todo caso, Calzada asegura que cada país debe hallarle la ‘comba al palo’ al uso de la marihuana como instrumento para la salud o la economía.