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Mi primer Jazz al Parque


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Esto, está lejos de ser una noticia musical bien estructurada, constituye solamente el relato de mi historia personal sobre la experiencia y las sensaciones que me invadieron al asistir por primera vez a un Festival de Jazz.

Rondaba yo por los 16 años, cuando en el 2008, asistí a mi primer Rock al Parque, en aquel entonces y como parte de esas relaciones absorbentes que suelen darse en la adolescencia, lo hacía por acompañar a mi mejor amiga, una metalera absoluta, de quién yo, evidentemente jamás me separaba.

De aquella ocasión sólo recuerdo que me fue imposible ver a Mmodcats, una de mis bandas predilectas y que por la lluvia estropeé mi cámara fotográfica, después, cuando el Festival trajo al “Salmón” y dado que en Bogotá no se presentaría sino en ese escenario, asistí con la devoción propia de un gran fan, sin embargo, la cantidad de gente y las altas horas de la madruga que me dieron deambulando por los alrededores del Simón Bolívar intentando conseguir transporte, me hicieron prometer no volver a ningún festival.

No obstante, esta vez, unos cuantos años después y con mi inclusión en la nómina del primer periódico digital del país, debí asistir como fotógrafa a la versión número XVIII de Rock al Parque, sin embargo, todo era diferente, pues la zona de prensa es bastante cómoda y el “parche” de Confidencial, demasiado agradable.

Hace uno días, ante el anuncio del periódico de que el cubrimiento del Festival Jazz al Parque, estaría en mis manos, yo, que soy más apta para seguir que para dirigir, fui invadida por un vértigo inexplicable.

Con los preparativos previos, conocí un número considerable de músicos que no sólo eran muy talentosos, sino demasiado agradables, así que supuse que esta era la oportunidad perfecta para sumergirme en las melodías y los acordes que durante tantos años han enamorado a mi padre.

Él, quien es un hombre tan inteligente y culto, que se me hace increíble que mi madre diga con plena certeza “es que ustedes son igualitos”, pues yo, soy desprovista de cualquier talento, y si decidí estudiar fotografía no fue porque tuviese afinidad alguna con las artes, sino porque los números se me dieron fácil y por ende, las operaciones matemáticas me parecían demasiado mecánicas y yo quería estudiar algo en lo que me pudiese reinventar cada día, y acá estoy…

De música sé muy poco, los esfuerzos mancomunados de las monjas Franciscanas y de mis padres por inmiscuirme en el mundo de la música, jamás dieron frutos, pues mis torpes y perezosos dedos, no lograron sacar nunca de un piano algo más que un fuerte quejido, sin embargo, de las clases teóricas, algunos conceptos fueron calando y se quedaron en mi memoria.

Así que comprenderán que en esta ocasión, escribir sobre las presentaciones de los músicos en el marco del festival, representaban para mí un gran reto.

Ayer, cuando llegué al Parque Metropolitano el Country, casualmente empezaba a llover, así que yo solo trataba de recordar si había traído sombrilla, mientras decía ¡carajo!, sin embargo, cuando fui avanzando por el largo camino que conducía al escenario, me di cuenta que no había de qué preocuparme, aquel escenario era suficientemente cómodo, tanto para los artistas como para los asistentes y por supuesto los fotógrafos.

Lo primero que escuché fue la voz de Santiago Jiménez, integrante de Mándala Jazz, diciendo: “Acá no sólo toco yo, tocamos todos”, y luego las fusiones de su música, que en aquella ocasión tuvieron un sabor mohíno, posteriormente la presentación de Pr1mate, a quien ya había tenido la oportunidad de escuchar durante sus ensayos, me sorprendió positivamente, pues en definitiva ni el más pulido de los discos, iguala una presentación en vivo y más cuando se está hablando de una agrupación como esta, que derrocha energía en escenario.

Finalmente, me sumergí en las letras de Raul Platz, sentada en la última fila del público y con los ojos cerrados, dejé que el éxtasis que me produce escuchar “Lara la la la, si no hay uno no hay dos, si no hay dos no hay tres, si no entiendes no hay dos y si entiendes hay dos” en la voz de Gina Sabino, se apoderará de mi mente.

Así que cerca de las 5 de la tarde, decidí emprender el largo camino a casa, en un estado muy similar al de la embriaguez, caminé hasta Unicentro y después de dar muchas vueltas buscando una discotienda, entré a Prodiscos con el firme propósito de adquirir “Si no hay 1 no hay 2”, afortunadamente, como por un juego del destino, el último ejemplar, estaba reservado para mí, pedí que me lo empacarán para regalo mientras pensaba en enviárselo a mi padre, para que al igual que yo, se embriagara con aquellas creaciones cíclicas, bien estructuradas e imaginativas.

Al llegar a casa decidí sentarme inmediatamente a escribir, así podría aprovechar aquel estado para comentar las presentaciones de las agrupaciones de aquel día, lo que resulto en algunos artículos que seguramente ustedes ya habrán leído y los cuales no constituyen un estudio musical profundo, ni unos cumplidos infundados, simplemente, al igual que la música realizada por muchos de los intérpretes que pasan por las tarimas de Jazz al Parque, son artículos hechos sinceramente desde el corazón.

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