Misión Echavarría-Lora: tan grave como la roya o la broca

Con motivo de LXXX Congreso Cafetero, Aurelio Súarez hace una dura crítica de la “Misión de estudios para la competitividad de la caficultura en Colombia”, conocida como Misión Echavarría-Lora. Este documento da cuenta algunas medidas que han generado problemas en el sector cafetero colombiano.

  1. Café y “tendencias” del libre comercio

La defensa a ultranza del libre comercio, aspecto central del documento de la “Misión de estudios para la competitividad de la caficultura en Colombia” (JJ. Echavarría, E. Lora y otros, 2014), ha sido confrontada por varios autores. Eduardo Sarmiento dijo que “significaría entregarlo a los agentes privados en detrimento de los intereses nacionales y de la mayoría de productores”. Jorge Enrique Robledo puso en evidencia el alineamiento de la Misión con el TLC: “En el Artículo 2.17 del TLC con Estados Unidos, que señala que la actividad de exportadores privados no puede restringirse y que los recursos públicos –en este caso del Fondo Nacional del Café– no pueden apalancar exportaciones institucionales”. Genaro Muñoz, gerente de la Federación, señaló que “la errada apreciación del Informe, coincide con el clamor de algunas multinacionales que pretenden remover el obstáculo de la Federación, que no les ha permitido colocar el precio que quieren de la cosecha”, y Mario Gómez, productor, lo acusó de “desconocimiento del sector cafetero. Ellos no entienden que en café, uno más uno nunca da dos; que es mucho más”.

El Informe Echavarría-Lora coincide con un reciente Informe de la Organización Internacional del Café, OIC, de febrero de 2014, al identificar las principales “tendencias” del mercado internacional de los últimos 23 años: 1) la comercialización del café en volumen se concentra en pocas compañías (cuatro pueden administrar el 50% del total del comercio); 2) la concentración se repite en el procesamiento industrial del grano, controlado por otras cinco; 3) el mayor crecimiento de la demanda se experimenta en los propios países productores, un 5% anual entre 2000 y 2012 y en particular en Brasil, que en los importadores, donde lo ha hecho apenas al 1,5% ; 4) aumenta la variedad robusta, la más barata, que ahora es el 40% de la oferta mundial; 5) el café instantáneo se impone como consumo predominante en los hogares de los mayores mercados, aunque viene en alza la bebida en comercios especializados.

Para los países productores, los datos de 2013 son dramáticos: contando todos los agentes globales, el negocio totaliza 173,4 mil millones de dólares, de los cuales las naciones exportadoras apenas recibieron 19,1 mil millones, un escaso 11%. A contramano, las reexportaciones que vienen haciendo los mismos países compradores, al revender sus compras básicas a otros mercados, ya valen 14,7 mil millones de dólares, lo que significa que con este mecanismo, países como Alemania, Bélgica y Estados Unidos ya financian buena parte de sus transacciones primarias.

En cuanto a los precios, el Informe de la OIC resalta la volatilidad como principal característica del mercado. De cien contratos a futuros, sólo 9 se transaron en realidad entre 2006 y 2010, señaló World Gold Council. La OIC agrega que “los pequeños agricultores en muchos países han sido más expuestos a las fluctuaciones de los precios del café, ya que los mecanismos de regulación internos en los países productores se desmantelaron predominantemente. Estas fluctuaciones de los precios han incrementado la pobreza rural, ya que se pone ‘cuesta arriba’ (sic) que los pequeños productores puedan planificar de manera eficiente sus asignaciones de recursos”.

Lo previsto por quienes advertimos que, luego de la ruptura del Pacto de Cuotas en 1989, el mercado escogería por el precio y no por la calidad queda corroborado. El Café de Colombia entró desde entonces a “zona de riesgo” por el imperio del oligopolio comercial-industrial, de las mezclas y de la competencia entre los diversos orígenes en un escenario de cotizaciones a la baja.

Salta a la vista lo insólito del Informe Echavarría-Lora. No sólo no comparte las preocupaciones mencionadas por la OIC, sino que intenta curar la enfermedad con los virus que la causaron. La Misión llama a desmantelar los mecanismos de intervención del mercado, precisamente aquellos que la OIC añora porque se ha “incrementado la pobreza rural”. La tesis de las dos eminencias apunta a que Colombia se ponga en línea con las “tendencias” globales, para lo cual prescribe que “La actual institucionalidad cafetera (en esencia, el complejo contractual Estado-Federacafe) es insostenible y debe reformarse drásticamente”.

Afirma recoger recomendaciones previas de la Misión de 2002, y también las de algunos de la Comisión Mixta para el Estudio del Café de 1994, como las de Cuéllar y Marulanda, y anuncia que las suyas son todavía “más radicales”, pues propone derrumbar lo que llama “formas rígidas y oligopólicas” internas.

Tales “tendencias” no son tan ajenas al comercio interno del café. Cuando se examinan las exportaciones colombianas a los mayores destinos, como Estados Unidos, Bélgica, Alemania y Japón, la presencia de la Federación es seguida por un reducido grupo de compañías como Carcafe, SKN, Louis Dreyfus, Racafe, la mayoría subsidiarias-agentes de comercializadoras globales, indiscutibles ganadoras en caso de desaparecer la intervención y regulación del mercado y con ellas la garantía de compra.

  1. La microeconomía del minifundio en ladera. Pobreza rural

Además de la crítica a las instituciones por su falta de sintonía con las consabidas “tendencias” globales, el Informe se adentra en el análisis microeconómico del cultivo, productividad, ingresos, costos y rentabilidad. Colombia ha sufrido una caída de la producción al punto que, de resultar cierta la meta para 2014, de algo más de 12 millones de sacos, apenas se estaría volviendo a niveles del promedio de finales de la década de los ochenta del siglo XX, hace más de veinte años.

Resulta extraño, por decir lo menos, que el Informe omita como factor determinante la estructura básica de la producción de café en Colombia, el minifundio en ladera, que implica costos crecientes y rendimientos decrecientes y que acarrea el desgaste de los suelos por la intensidad en las labores. El minifundio es una carga estructural del sector y su peso es cada vez mayor, lo cual se refleja en una participación progresiva en la producción.

Cuadro No.1 Colombia. Porcentaje de los predios y Participación en la producción de café, según tamaño (1995-2009)

Tamaño

Como porcentaje total predios 1995

Como porcentaje total predios 2009

Participación en producción

1995

Participación en producción

2009

0-5 ha.

90,9%

95,2%

46,2%

58%

5-20 ha.

7,6%

4,4%

26%

27%

20-50

0,9%

0,3%

10,4%

8%

50 y más

0,6%

0,1%

15,7%

7%

Fuente: Para 1995, Suárez Montoya Aurelio, “Risaralda 1994-1996”, pág.31, con base en información de Oficina de Asesores Cafeteros del Gobierno; para 2009, cálculos de Herrán Montoya Ariel, con base en SICA y 11 millones de sacos exportables.

Como puede verse, el porcentaje de predios de menos de 5 hectáreas aumentó y, por ende, su participación en la producción, del 46% al 58%. Al contrario, los de área mayor disminuyen, sobre todo los de más de 20, que son ya sólo el 0,4% del total y responden por el 15% del grano, cuando antes lo hacían por el 26%. Brinda evidencia del bajón lo sucedido en el Quindío, donde hubo una industria cafetera algo más desarrollada, hasta principios de la década del 90, cuando se producía en 60 mil hectáreas y ahora solo en 30 mil. Según datos de Almacafé, en 1993, el Quindío exportó 1,8 millones de sacos. Veinte años después solo se produjeron 300 mil o algo menos y los productores cayeron de 8 mil a 5.200. Ocupaba uno de los primeros lugares en producción y ahora está por debajo del décimo lugar.

La estructura minifundista va ligada a costos, rentabilidades y utilidades. Aunque la OIC, en su reporte, dice que el costo de producción en Colombia es de un dólar por libra, en tanto que Costa Rica sube a 1,38, Guatemala a 1,42 y Kenia a 1,39, y que en Brasil sólo el robusta estaba por debajo, en 0,91 (no en el arábigo), y en Ecuador el arábigo en un nivel casi similar a este último; Echavarría y sus colegas, en su Informe, sin mirar las estructuras productivas, afirman –al revés– que es aquí donde menos decrecen los importes. Ese menor ritmo de disminución se atribuye al peso de los salarios y de los fertilizantes, que pueden sumar el 70% de la estructura, dos rubros que no controlan los productores. Teniendo en cuenta que el 41% del empleo cafetero es por cuenta propia y el 12% trabaja sin remuneración, que tan sólo el 10,3% contrata mano de obra, es obvio deducir que la subsistencia de la caficultura nacional está hoy reposando en la explotación de la mano de obra familiar, lo cual se confirma con que “el ingreso de los caficultores resulta 11,9% más bajo que el de los trabajadores del sector servicios, 11,9% menor que los de la industria y 21% menor que los de la agricultura”. ¿Será posible más recorte?

Finalmente, por el lado de los fertilizantes, la OIC denuncia que “desde 2000, los precios de los que tienen como base el nitrógeno, el potasio y el fósforo crecieron 301%, 275% y 325% respectivamente”. Agrega que el combate contra la roya, la broca y demás problemas fitosanitarios recarga aún más los costos, mientras que los precios declinan y son volátiles. Incluso Echavarría y Lora, abriendo por fin un poco los ojos, denotan en su Informe que los costos promedio de importación de Urea, DAP y KCl son casi el doble de los de Brasil y Perú y más del 50% comparado con Ecuador y México. ¿Es esto responsabilidad de los caficultores?

Por el lado de los ingresos, la tasa de cambio y la cotización internacional son determinantes. Aquí, en la medida en que la economía se ha reestructurado hacia el sector minero-energético, el efecto de revaluación, del 40% de 2003 a 2013, ha sido superior que en cualquier otra de las naciones productoras de café. Es más, se reconoce que si en épocas anteriores, la tasa de cambio estaba ligada en Colombia al mercado del café, ahora lo está al del petróleo. La CEPAL mostró la evolución del índice de la tasa de cambio para los países de América Latina desde 2005 hasta 2013.

Cuadro No.2. Evolución del Índice de la tasa de cambio (2005-20013).

Países productores de café. (2005=100)

País

Índice 2013

Variación 2005-2013

Brasil

78,6

-21,4

Colombia

77,7

-22,3

Perú

89,2

-10,8

Ecuador

98,3

-1,7

Nicaragua

106,7

+6,7

Honduras

84,5

-15,3

Costa Rica

73,6

-26,4

Guatemala

87

-13

México

106,2

+6,2

Fuente. CEPAL. “Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe”. 2013.

Como puede verse, la tasa de cambio de Colombia es, después de Costa Rica, la más revaluada entre las de los países cafeteros del Continente. Y, como es conocido, sufre todas las secuelas de la “Enfermedad Holandesa”, que impele a los productores a rebajar sus costos en el porcentaje de reducción de la tasa de cambio. ¿Es posible lograrlo con una estructura productiva de minifundio en ladera cada vez más predominante?

Todos estos factores ahondan la pobreza rural. En 2001, el 61% de la población en las zonas cafeteras estaba en tal condición. Para 2013 aumentó al 62%. No sólo se incrementó un punto, sino que no se redujo, al contrario de la tendencia nacional. Y si se mira el año 1997, es aún más grave, cuando era el 54% la población por debajo de la línea de pobreza (DNP, 2001). Se ratifica la tesis de la OIC sobre el incremento de los pobres en el café por razón de las “tendencias” en el libre comercio, a cuyo remolino pide el Informe de marras a los productores volcarse de cabeza.

  1. Enfermedad Holandesa y finanzas del Fondo Nacional de Café

Uno de los mayores énfasis del Informe Echavarría es el estado financiero del Fondo Nacional del Café. Analiza el origen y la aplicación de los recursos; sus gastos de administración; el déficit operacional; las utilidades y el traslado de recursos públicos para sus distintas actividades.

Concluye que hay un déficit operacional recurrente y que para los próximos siete años –en valor presente neto– sumaría hasta $460 mil millones; que la Federación cobra una cuota muy alta de administración, sobre todo si se coteja con lo que se recauda por la contribución cafetera (5,5 centavos de dólar por libra exportada); que el 91% de los gastos totales y el 33% en los que incurren los comités departamentales no se relacionan con actividades cafeteras; que los déficit y la actividad institucional (cafetera, como la garantía de compra, y no cafetera) se financian con recursos públicos trasladados a sus cuentas. En promedio, entre 2010 y 2013, el gasto institucional anual llega a $250 mil millones; la garantía de compra vale $70 mil millones y la “inversión social” cuesta del orden de $40 mil millones; el resto son gastos de funcionamiento, incluyendo servicio de deuda y gastos de la oficina central, entre los que están $80 mil millones para investigación y asistencia técnica.

Con relación a los ingresos del Fondo, se cuentan el recaudo por la contribución, que en los últimos cuatro años, ha estado entre un valor mínimo de $100 mil millones en 2012 hasta un máximo de $135 mil millones en 2013; las muy escasas utilidades de la operación comercial, sólo por $11 mil millones anuales en promedio, apenas el 1%, que se derivan de cerca de un billón de pesos de ventas; los resultados de café liofilizado, Buencafé, que alcanzan niveles de $20 mil millones y de regalías por el usufructo de la marca Juan Valdez, alrededor de $6 mil millones por año. Lo demás está en el rubro “por convenios”, que contempla también el traslado de recursos públicos por cerca de $100 mil millones, sin tener en cuenta el PIC.

De esas cuentas es fácil deducir dos puntos: 1) Que la operación ha estado en números negativos porque los ingresos no cubren los gastos y 2) Que los ingresos centrales, contribución y utilidades por comercialización, están atados a la tasa de cambio y al precio internacional. Al respecto es importante señalar que las pérdidas del “negocio cafetero” – como lo llama la Misión– se explican en buena medida por la revaluación del peso y la Enfermedad Holandesa causada por la orientación de la economía hacia la explotación de recursos naturales no renovables.

Un ejercicio de aplicar los efectos de la revaluación a niveles de la tasa de cambio de 2005, año por año, arroja que el efecto combinado es del 115%. Es decir, que lo descontado a la caficultura por la apreciación del peso frente al dólar equivale a algo más de una cosecha a precios de 2005, más de $4 billones. Y si se mira entre 2010 y 2013, el periodo más agudo, llegaría a un 80%, por $3,4 billones en cifras gruesas. Es increíble que la Misión de las dos eminencias, al evaluar los resultados financieros del Fondo del Café, haya omitido considerar esta variable, la más importante en el caso de un producto que, como el café, está destinado principalmente a la exportación.

Cuadro No.3. Impacto –año por año- de la revaluación en el “negocio cafetero”

(2010-2013)

Año

Valor cosecha- billones

(pesos corrientes)

Impacto por tasa de cambio respecto a 2005 (%)

Impacto en billones

respecto a 2005

(pesos corrientes)

2010

4,36

20,9

0,911

2011

4,92

20,1

0,99

2012

3,4

24,6

0,836

2013

3,75

22,3

0,837

Fuente: Valor Cosecha en www.federaciondecafeteros.org e Índice tasa de cambio en CEPAL, Op. Cit.

  1. Las “recomendaciones” de libre comercio de la Misión y el desguace de las instituciones cafeteras

El Informe describe las intervenciones de las instituciones cafeteras en el mercado. De antemano anuncia que va a “proponer ajustes que permitan a la industria entrar a la senda positiva sostenida de productividad, competitividad y crecimiento”. Entre esas intervenciones identifica la comercialización –interna y externa– y su competencia en ella con el sector privado; el diseño de la política y programas cafeteros; las actividades gremiales y la regulación. No obstante, señala que “el eje central de su actividad comercial” “es el entramado de agentes que se activa para ejercer la garantía de compra”.

Para justificar dichos “ajustes”, recurre a un ejercicio de correlación entre las “intervenciones” y los resultados obtenidos por ellas en cuanto a la calidad del grano, la producción, los costos y los ingresos de los productores. Parte de una muestra de once países que suministraron información respectiva sobre intrusión estatal en precios, impuestos, comercio, provisión de servicios y regulación. Todo para concluir que es “realmente nocivo” que “se deje por fuera al sector privado” en las “actividades del sector cafetero”. A la vez que, en consecuencia, reclama “mayor libertad” y critica el “activismo estatal”, atribuye a las instituciones haber obstaculizado “innovaciones” que considera “indispensables”, como la flexibilización de estándares para el comercio del Café de Colombia; el apoyo a las nuevas regiones productoras como Huila y otras; la siembra de la variedad robusta; no haberse asociado con Starbucks; no haber estimulado el consumo interno y no desarrollar clústeres con valor agregado.

¿En procura de qué objetivo gastan los autores tanta materia gris? Sin duda, el objetivo principal de tan agria disputa queda expuesto de manera abierta al refrendar su designio de “impulsar las reformas necesarias para que la actividad comercial de la FNC quede sujeta a reglas de mercado, en igualdad de condiciones para todos los participantes”. Lo cual, en otras palabras, significa eliminar la razón principal de dicha actividad: la garantía de compra de la cosecha.

El Informe arrecia sus críticas al arreglo institucional vigente al referirse a la “enorme concentración de roles y superposición de actores y funciones en una entidad, FNC” y acusar –nuevamente- que esto “no crea incentivos para responder en forma flexible y adecuada a las circunstancias cambiantes del contexto internacional”.

A lo anterior, expresado reiteradamente, adiciona que la garantía de compra, a cargo de la Federación y su aparato comercial, “se financia parcialmente con recursos públicos” y que en la diferenciación entre estos y los propios “no hay transparencia”, lo cual, según dicen, también se presenta en la fábrica Buencafé. De todo lo cual infiere que “el gobierno se torna en garante y pagador de última instancia”; que, además, la Federación, al cumplir el doble papel de “regulador y competidor”, oculta que al adoptar las decisiones atinentes tiene “conflictos de interés”; que en la “cogestión” con el Gobierno en el diseño de la política sectorial, éste queda comprometido sin poder injerir en su aplicación y control; que las medidas para el desarrollo productivo, plasmadas en programas de Investigación y Extensión, que inciden en la calidad y volumen de la producción, son dictadas unilateralmente y no “consultan a todas las partes afectadas por ellas”, un eufemismo para referirse a las compañías comerciales particulares; que la Federación sigue “ejecutando gasto social”, lo cual debería recaer en otras instancias y dependencias oficiales; y que, finalmente, en medio de tanta preponderancia, tiene exceso de “autonomía” gremial para rendir cuentas a su propio criterio.

En ese plano de confrontación propone un conjunto de reformas al Marco Institucional, que se resumen en el Cuadro No.4.

En ese Cuadro, las propuestas de Echavarría-Lora para “hacer sostenibles” las instituciones no son más que una exigencia para que se las desguace. Así lo piden también los exportadores, cuya opinión sobre cada una de las funciones institucionales se incluyó en una tercera columna. Es notorio cómo en la mayoría de ellas hay plena coincidencia con el Informe. No es aventurado ni sesgado aseverar que tales reformas les caen como anillo al dedo, ni tampoco que el portafolio de recomendaciones está enmarcado en el fundamento de la política neoliberal, neoclásica, de libre comercio, libre flujo de capitales y privatizaciones.

Cuadro No.4. Propuesta de reforma institucional cafetera de Misión Echavarría-Lora

FUNCIÓN INSTITUCIONAL

Propuesta de reforma Misión Echavarría-Lora

Opinión Exportadores

privados

Garantía de compra

Eliminar en más de 300 puntos. Sólo en ciertas zonas marginales.

SI

Ejercicio Comercialización Federación

Suprimir y crear empresa propia de caficultores, sujeta a régimen tributario privado.

SI

Buencafé- liofilizado

Transformar en empresa sujeta a régimen tributario privado o venderla, permitir exportación de subproductos y abrir a competencia.

SI

Política Cafetera

Eliminar “cogestión” pública-privada; queda a cargo exclusivo del Gobierno y en consulta con todos los agentes, no sólo con los productores.

SI

Regulación de Comercio

Exterior

Quedan exportaciones “desreguladas”. Eliminar el doble papel competidor-regulador. Acabar con la excesiva uniformidad de la oferta, certificación sólo para CAFÉ de COLOMBIA *

SI

Política Social

Trasladarla a entes territoriales y a dependencias oficiales respectivas.

n.d.

Investigación-CENICAFE

Modificar el modelo hacia el sistema CORPOICA- objeto investigación no exclusivo institucional ni de cultivadores.

SI

Servicio Extensión Rural

Sólo para pequeños productores

(5-10 ha.). Se privatiza para el resto. Más tarde se vincula a Minagricultura, sólo a desarrollo productivo.

n.d

Contribución Cafetera

Continúa con cambio de objetivos. 1) Financiar CENICAFE y Servicio de Extensión 2) Certificar productores para exportación.

SI

Fondo Nacional del Café

Transformar en un fondo parafiscal “normal”, incluso con más restricciones que otros.

SI

Comité Nacional de Cafeteros

Desaparece.

SI

Gremial

Organización autónoma decidida por los afiliados

n.d.

PROCAFECOL

Vender.

n.d.

Fuente: Informe Misión de Estudios para…pág. 117-142. (*) Se refiere a calidad especial que exija tal trato. Las opiniones del gremio exportador están en pág. 140-142 en “Opiniones de los Diferentes actores”.

Antes de extraer las conclusiones que se deducen de este Informe, vale recopilar y confrontar los fundamentos con los cuales se sustentan los “ajustes” prescritos en el Cuadro No. 4 sobre materias como calidad, comercio exterior, servicios de Extensión e Investigación, garantía de compra, precios y PIC o Programa de Apoyo al Ingreso del Caficultor.

Argumenta la Misión que el “estricto” control de calidad para la exportación se constituye en barrera para responder a las demandas de mercado y, al contrario de lo que varios estudios confirman, agrega que dicho control “no contribuye” a mantener una prima en la cotización sobre las demás variedades. Lo que la Misión llama “demandas” del mercado coincide exactamente con las exigencias que Estados Unidos presentó a la OIC como condición para reingresar. Es bien sabido que la OIC, para complacerlo, expidió la Resolución 420 de mayo de 2004. Es decir, más que “demandas”, han sido imposiciones, a las que, según Echavarría-Lora, debemos obedecer.

En cuanto a la prima de calidad, sí existen estudios. En “La prima de Colombia en el café verde” (Lozano, 2002) se analiza, con modelo econométrico, “el impacto del tamaño del segmento ‘100% Café de Colombia’ en la prima que se paga a todo el café exportado desde Colombia”. El resultado fue doble: por un lado, que “la diferenciación de origen (…) tuvo un efecto positivo sobre la prima del café colombiano” y que debe incrementarse la publicidad en torno a ella para que los consumidores la capten. No es pues ya un “hecho cumplido”, totalmente contrario a lo que la Misión recomienda.

Ahora bien, tampoco resulta cierto que el papel de regulador-competidor haya “limitado la competencia”. Los datos históricos contradicen esa aseveración. Como puede observarse, nunca como antes en la última década ha crecido la participación de la exportación de los agentes privados. Cabe preguntar: ¿Dónde está la “barrera” que destaca la Misión? ¿Los exportadores privados quieren el ciento por ciento?

Cuadro No.5. Colombia. Participación de privados en las exportaciones de café (%) (1933-2013)

Variable

1933

1950

1970-1976

1983- 1987

1990-1995

2000

2005

2010

2013

Porcentaje Participación Privados

62%

66%

40%

45%

50%

64%

73%

74%

75%

Fuente: En Suárez Montoya Aurelio, “La reconfirmación de un despojo histórico” tomados: para 1993- 1950-1970 en Machado Absalón, “El café de la aparcería al capitalismo” (1998); para 1976, Fedesarrollo; “Economía cafetera colombiana”, (1978); para 1983 Junguito R. y Pizano D., “El comercio exterior y la política internacional del café”; para 1987-1990-1993-1995 en Oficina de Información Comercial Federación Nacional de Cafeteros. Para 2000-2005-2010-2013, cálculos del autor de Estadísticas en www.federacionnacionaldecafeteros,org. En los periodos 1970-1976; 1983-1987; 1990-1995; se hizo un promedio.

Con relación a la investigación, el servicio de Extensión y CENICAFE, la Misión repara en problemas –seguramente reales– sobre la difusión con cobertura plena de los desarrollos tecnológicos para, a partir de allí, machacar en que debe privatizarse el apoyo a los productores de más de 5-10 hectáreas. También CENICAFE, que debería reforzar el “área económica”. Y lo peor y casi insólito, la Misión de los dos sabios les propone al 88% de los cafeteros, “de subsistencia”, semiproletarios, de “menos de 3 hectáreas”, que, o se “relocalicen en zonas planas”, o que “se asocien” bajo “la acción de un coordinador externo”. O, todavía más asombroso, que “se pensionen” a cambio de la “transferencia” de su tierra a “una cooperativa después de su muerte”. Esta es el menú de soluciones para el 88% de los cafeteros. En varios apartados los invita a cambiar de actividad.

Cuando la Misión habla sobre las cooperativas, como instrumento para la garantía de compra, critica que para esto usen “recursos públicos”, pero no puede probar que de ello se derive una posición dominante del mercado. De hecho, cuando se calcula el grado de concentración con el índice HHI (Herfindahl-Hirschman), el resultado es de 946 puntos, que en la clasificación internacional no llega siquiera al intervalo de 1000-1500 puntos, que se considera como de “concentración moderada”.

Respecto a la garantía de compra, enfatiza en que no es el mecanismo para trasladar al productor el máximo precio posible de la cotización externa. De un análisis entre 22 países, la Misión reclama que Colombia ocupe apenas el sexto lugar con un porcentaje del 79,6%, luego de Brasil con 92,8%, el primero, y superado por Vietnam, Guatemala, India y México. La crítica es errática en cuatro sentidos: 1) No evalúa cuál sería el nivel de transferencia en caso de que no existiera, sólo lo compara con otras naciones; 2) No da real valor a que el caficultor pueda vender toda su cosecha, ya que se puede dar una transferencia mayor pero sólo sobre ventas parciales de lo producido, lo cual pude ocurrir en un mercado donde predomina el agente de compra; 3) Se contradice con el dato de la autoridad cafetera que es de más del 90%; 4) El modelo de bienestar del caficultor debería contemplar no sólo el monto de la transferencia, sino además el factor de venta ciento por ciento del producto, que conlleva un costo de oportunidad del inventario igual a cero. Un estudio de la caficultura nacional entre 1900 y 2009 encuentra evidencia de cambios estructurales hacia arriba, saltos, en los momentos en los cuales se consolidan las instituciones, se inicia la intervención en el mercado y se establece la garantía de compra. (Silva, 2010).

Finalmente, respecto al PIC, resulta risible, por decir lo menos, clasificarlo como un “apoyo asistencial” sin impacto en la producción. Precisamente, los comentarios de Mauricio Cárdenas (1993) a un trabajo de Echavarría, Gaviria y Téllez sobre modelos de producción y pronóstico de la cosecha cafetera, ya sin Acuerdo de Cuotas, afirma que “el precio interno del café no es la única variable importante. Otras variables como por ejemplo el crédito”, lo que significa que la variable-precio nunca se puede desechar, y reitera “desde un punto de vista conceptual, lo relevante es la estabilización del ingreso cafetero”. ¿No era esto lo que perseguía el PIC? Lo fue tanto que incluso fue concebido para operar dentro de una franja razonable y, con ello, repitiendo con Cárdenas, dicho “ingreso determina el consumo” y –es más– que “la situación financiera del Fondo Nacional del Café, depende del valor de la cosecha cafetera, que es equivalente al ingreso cafetero”. La queja de que se haya distribuido el PIC asimétricamente toca más con el censo real de productores, cuyo número verdadero está en cuestión, y con la asimetría misma de la estructura productiva: a más producción, más PIC. La fiebre, no está en las sábanas.

  1. Conclusiones

1) La Misión Echavarría-Lora invoca las “tendencias” mundiales del mercado cafetero para justificar las “reformas” que propone. Es decir, invita a someterse a los designios del oligopolio internacional que domina el comercio y la industria de transformación del grano, a perpetuar la inequitativa distribución de la renta cafetera global y a dejar desprotegidos a los centenares de miles de cafeteros colombianos a la volatilidad de los precios en los mercados especulativos, en un mundo de cotizaciones a la baja en el largo plazo.

2) No tiene en cuenta las preocupaciones de la propia OIC y de expertos mundiales, que señalan la enorme responsabilidad del libre comercio en la profundización de la pobreza de los caficultores en todo el mundo y que reclaman para conjurarla mayor regulación. Vale recordar que estas “tendencias” predominantes, que recetan un libre comercio sin barreras, se reforzaron con las exigencias de Estados Unidos para retornar a la OIC en 2004, lo cual devela que, más que “tendencias”, son imposiciones de las naciones poderosas en pro de sus compañías, algo que se ha reescrito en las cláusulas de los TLC.

3) Le quita rigor al Informe de la Misión Echavarría-Lora el que, pese a que lo registra, no valore debidamente en la rentabilidad de los productores cafeteros el impacto de la estructura básica, el minifundio en ladera. Es sabido que esta estructura implica costos crecientes y rendimientos decrecientes, lo cual se agrava con el encarecimiento —al más alto nivel— del paquete tecnológico de fertilización. Se les imputa a los productores la ineficiencia de ese modelo del cual no son responsables, incluso al que sostienen con base en la superexplotación de la mano de obra familiar y de su pobreza. En cuanto a los ingresos, que dependen de la tasa de cambio y del precio internacional, el Informe no hace mención alguna de lo que ambos han significado para las utilidades de la instalación cafetera. Es “una tormenta perfecta”, un minifundio sujeto a choques externos en la tasa de cambio y a precios a la baja, que no parece importar en el balance microeconómico de Echavarría-Lora.

4) Al reestructurar su economía hacia la explotación y exportación de recursos naturales no renovables, Colombia ha sufrido el quebranto de la Enfermedad Holandesa. Los ingresos de las actividades transables hacia la exportación se han afectado de manera sensible y de esto no se ha exceptuado al Fondo Nacional del Café. El efecto ha sido tal que, teniendo como base el valor de la cosecha cafetera del año 2005, la suma total hasta 2013 equivale tan solo a la de ocho cosechas, en vez de nueve, habiéndose perdido una por efecto de la apreciación del peso. Con seguridad, puede reclamarse mayor ahorro y ponderación en algunos costos de las instituciones cafeteras. Pero un balance cierto exige, sobre todo por el lado de los ingresos, tener en cuenta los choques externos en los términos de intercambio. Dicha omisión le resta fundamento a cualquier glosa que se haga.

5) En materia institucional, el portafolio de recomendaciones no apunta a hacerlas sostenibles, sino a “desguazarlas”. El principal objetivo es lograr que la actividad comercial de la FNC quede sujeta a reglas de mercado, con el claro propósito de suprimir la garantía de compra; a la liberación total del mercado externo e interno del café colombiano; a desestructurar la institucionalidad vigente, eliminando una buena parte de sus pilares y adecuando otros al servicio del interés privado, que aquí sólo se entiende como el interés de las empresas exportadoras y comercializadoras particulares. Además, y en una dirección absurda, promueve la expulsión del “negocio cafetero” hasta del 88% de los caficultores, desplazando a unos, mandando a otros a actividades diferentes y hasta pensionando a los de “mayor edad”, a cambio de la entrega de sus tierras.

6) Respecto a los argumentos de la Misión Echavarría-Lora, con relación a la innecesaria exigencia de calidad para la exportación del Café de Colombia, no resulta veraz el que los requisitos vigentes no influyan en una prima de calidad para todo el grano nacional. En su punto bajo más reciente, marzo de 2011, la prima de calidad estuvo en 26,33 centavos de dólar por libra como diferencial con los otros suaves. Lo anterior puede no ser óbice para que, también debidamente reglamentado, quien quiera aventurarse en la siembra y mercadeo de otras variedades como la Robusta o de subproductos, pueda hacerlo, entendiendo que se trata de otro negocio, no del que eventualmente se pretende enderezar.

7) El reclamo reiterado del uso de recursos públicos por parte de las instituciones para tener posición dominante en el mercado, así como la queja constante de que las instituciones son juez y parte en el comercio, no tienen respaldo en la evidencia. Por un lado, cada vez los competidores de la Federación participan en un mayor porcentaje en la exportación del café, y por el otro, ningún indicador de concentración marca siquiera niveles con mínimos indicios de ello. Finalmente, el desconocimiento de que el PIC ha tenido efectos innegables en la sostenibilidad de la caficultura colombiana en los últimos dos años y, por consiguiente, en el ingreso del caficultor, que debe ser el objetivo central de la política cafetera, le destapa un claro sesgo ideológico neoclásico a las evaluaciones que fija al respecto, que le restan mínimo equilibrio.

La economía cafetera colombiana sin duda requiere modificar elementos institucionales, tecnológicos, comerciales, del uso de la tierra, de la industria nacional para el marcado interno y gremiales, entre otros. Ellos pueden y deben discutirse en un plano diferente, no en uno que, como la misma Misión ha anunciado, procure el “derrumbe” de todo lo construido en muchos años para volver a tiempos pretéritos como en los años veinte del siglo pasado, cuando dominaron el comercio las casas comerciales norteamericanas e inglesas, y que, ante las secuelas causadas, reclamaron correctivos de fondo. Devolverse a esas épocas, al aplicar a raja tabla las recomendaciones de Echavarría-Lora, se estaría “apagando el incendio con gasolina”, con efectos tanto o más devastadores que los de la roca o la roya o de ambas en conjunto.