“A finales de 2012 empecé a pensar en el éxito laboral femenino y la dificultad de alcanzarlo comparado con los hombres. La serie tomó forma en mujeres en busca de trabajos ideales, que hablaran de la realización personal”: Marta Soul
Marta Soul (Madrid, 1973) recorre la intimidad de la frustración femenina, incapaz de alcanzar sus metas vitales -que ahora ya son exclusivamente laborales-, en un conjunto donde aparece el arquetipo de la mujer añorando desarrollarse en el ámbito de la tecnología, el arte, la ciencia, la industria, la moda, la política, los negocios, la educación, el diseño y las comunicaciones. Cada categoría laboral inalcanzable es representada por un retrato en el que ellas se muestran como profesionales incuestionables y cualificadas. Un sueño, la realidad es la pesadilla.
Su último trabajo Welljobs, resume el trayecto que hay entre el éxito y el fracaso. Un duro camino que se prolonga toda una vida, y finaliza el último día. Entre medias, el deseo y su satisfacción. No hay rescate, sólo naufragio. Marta abre heridas que no están curadas, aunque nadie hable de ellas, y señala dónde está la infección. A su manera, claro. Sin grandes dramas, aunque con mucho teatro.
“A finales de 2012 empecé a pensar en el éxito laboral femenino y la dificultad de alcanzarlo comparado con los hombres. La serie tomó forma en mujeres en busca de trabajos ideales, que hablaran de la realización personal”, por eso aclara la fotógrafa que no se trata de recrear cualquier trabajo. “Temía vincular esta serie con el dramatismo. No quiero marcar las emociones, ni servir en bandeja las conclusiones al espectador. A pesar de su tono artificial, no creo que sea un trabajo complaciente”, añade.
Estética social
Su compromiso es social, pero no estético. Ha seleccionado los modelos de soñadoras, las ha vestido y enmarcado en un decorado perfecto. Irreal. “Son situaciones artificiales. Remarco en mis fotos la artificialidad, no me gusta la naturalidad”, quizá porque la naturalidad sea una pose. Y la pose, lo más natural. Todas ellas ocultan la mirada, giran la cabeza. Todas, uniformadas, invadidas. Sabemos que son las representaciones de un problema, no el testimonio de vidas en conflicto. La validez de la denuncia no depende del disfraz.