La Casa de la Historia inicia una travesía intelectual por el universo de la memoria del conflicto en Colombia, bajo el marco de las experiencias de autoridades surafricanas que datan desde la época del apartheid y Nelson Mandela. Confidencial Colombia conversó con Diana Uribe, directora de la organización, sobre cómo este conversatorio puede reforzar el panorama de los diálogos entre las Farc y el Gobierno en La Habana, tomando como ejemplo a Suráfrica.
Se instala el conversatorio Encuentros, un espacio para el dialogo desde una perspectiva filosófica con líderes y lideresas de países que han atravesado conflictos severos y prolongados.
Confidencial Colombia: En el marco de esa mirada filosófica, va a inaugurar unos espacios que se llaman Encuentros ¿Qué significan encuentros en un dialogo para la paz?
Diana Uribe: Este es un proyecto pedagógico. Tiene como objetivo divulgar la historia, contar historias de los pueblos, de las tradiciones de los diferentes pueblos. Hemos hablando de los gitanos, han venido los judíos a contar sus historias, también muchísima gente de África. Hemos hecho seminarios sobre el islam, la matemática, la espiritualidad, la historia y anécdotas de viajes. Es como un universo de tradiciones y de historia de pueblos, que es difícil de encontrar en otros partes y que aquí pasan.
Aquí ha habido música otomana, vamos a trabajar con los raizales en noviembre y vienen personas que van contando sus experiencias y tejiemos diferentes partes del mundo. La Casa de la Historia tiene como eje fundacional y como objetivo la no violencia. Este es el hilo conductor de lo que la Casa de la Historia es desde su esencia.
Son diálogos para compartir con personajes que han creado y construido procesos de paz en el mundo. Es compartir con ellos las experiencias de todas las dificultades, obstáculos y restos que han tenido que enfrentar, además de las soluciones y las salidas a las que ha conducido a sus pueblos, a través de la conciencia de lo que significa un proceso de paz.
C.C: En esta medida ¿por qué el primer invitado para abrir estos espacios es Roelf Meyer?
D.U: Primero por la envergadura, por la importancia del personaje, pero también por la relación que he tenido con él en el tiempo. Roelf Meyer, junto con Ramaposa, actual vicepresidente de Suráfrica fueron los encargados de desmontar el régimen segregacionista del Apartheid desde lo fino. De Klerk y Mandela, llegan al acuerdo de que Suráfrica va a cambiar. El Apartheid era un sistema que abarcaba toda la nación surafricana. La gente no podía salir de los distritos donde tenían pases, llamados Batustanes; la educación, el transporte, los colegios, todos estaban permeado por el sistema del Apartheid.
Desmontarlo era construir una nueva Suráfrica. Esa labor de desmonte la hicieron Roelf Meyer y Ramaposa. Ellos son personas que han enfrentado retos inmensos. En un principio eran archienemigos, representantes de las tendencias irreconciliables entre blancos y negros en Suráfrica. A partir de la negociación, dicen, que se fueron pescar en una noche en que la negociación se había detenido y allí encontraron la manera de comunicarse.
Hoy por hoy son grandes amigos y juntos desarrollaron toda una manera de entender la paz. La idea es compartir con él esa experiencia. Yo lo conocí en el 2009 en Pretoria, Suráfrica y tuve el honor de compartir con él esas historias. Siempre no lo soñamos con Santiago Uribe Rocha quien en ese momento era agregado de la embajada colombiana en ese país, que algún día lo traeríamos. Un hombre así de maravilloso y de transformado, porque él se transformó en un proceso de paz. Que parte de una esquina de la vida y a través de proceso de paz se transforma en otra persona, porque los proceso de paz transforman a los pueblos.
Su experiencia es tan importante, que todos queríamos que se compartiera y se conociera en nuestro país. Siempre nos soñamos con eso y ahora podemos convertirlo en una realidad.
C.C: ¿Por qué cree entonces que es importante compartir la experiencia de otros pueblos que han logrado la construcción de otra sociedad en este momento especifico que está viviendo el país. Es importante esa reflexión y estos nuevos aportes?
D.U: Es muy importante por varias razones:
Primero, no hay pueblos condenados. No existe un pueblo inhabilitado para construir un proceso de paz para construir sus propios parámetros. Segundo, es importante entender que la paz tiene una cantidad increíble de obstáculos.
En el espacio de Encuentros vamos a traer diferentes personas de variados procesos. Jamie Adam, decía que la paz era dificilísima porque había que conversar con el enemigo y ponerse de acuerdo con él, mientras que en la guerra solo hay que matarlo.
Entonces el entender que hay que transformarse para lograr un proceso de paz, es una de las partes más importantes. Hay una cosa que tiene lo Surafricanos que para mí es importante: Ellos resignificaron el sentido de la venganza. Ellos entendieron que la venganza no le da una salida a los pueblos y la reacción de grupo que se alzó en armas porque fue agredido y otros luego se le unen, entonces se vuelve una cadena de venganzas.
La venganza como dicen, es un bosque donde uno puede entrar por cualquier parte pero es muy difícil salir de él porque nunca tiene satisfacción para el agredido, nunca es proporcional y genera en el otro los motivos para vengarse a su vez.
Cuando Mandela sale de la cárcel y le dice a los blancos “los perdono” y los necesito para construir una nueva Suráfrica, marca un referente ético e histórico distinto en el rumbo de la humanidad. De ese tamaño es lo que los surafricanos han hecho y por eso tenemos mucho que aprenderles nosotros.
Aquí hay varios temas. Hay que romper el sentido de la fatalidad colectiva de que nosotros no podemos tener procesos colectivos de transformación. Suráfrica no tenía antecedente ni de inclusión ni de convivencia ni de democracia, todo lo contrario.
El odio en Sudáfrica era ley, y esta ley fue por 48 años del apartheid. Ellos fueron capaces de desmontar ese imaginario de la violencia y montar un imaginario de la inclusión, de la participación, de la democracia y del no racismo. Además crearon un país tan viable que no solamente tiene un lugar en el mundo ahora, sino que se pudo organizar un mundial de futbol, que eso significa tener un nivel grande de cohesión histórica para poder organizar un mundial.
Entonces, pueblos que no tienen antecedentes distintos a la violencia y el odio, pueden cambiar ese sentido de su historia y construir otra y eso se puede! Los surafricanos son gente de carne y hueso que le muestran a uno que eso se puede.
Cuando se habla del perdón, que es la gran lección de los surafricanos, la gente cree que el perdón es olvido, tal vez, de pronto porque las leyes de perdón y olvido con las cuales las dictaduras del Cono Sur se auto exoneraron, eran la prohibición de ser tocadas por los crímenes que cometieron, se llamaron Perdón y Olvido o Punto Final. Eso no tiene nada que ver con que una sociedad se reconcilie, eso simplemente era una auto amnistía para darle paso a otra sociedad.
La Comisión de Verdad Reconciliación trabaja con la memoria sobre la memoria y sobre la verdad, sobre el careo entre la víctima y el victimario pero para re significar el odio y crear un mensaje distinto.
La memoria como hecho para cambiar una sociedad no como prolongación del odio ni como argumento para mantener la cadena de las venganzas.
En el siglo XIX se creía que la violencia era la partera de la historia. Esa frase hizo carrera en todo el siglo XIX y XX; la idea de que la guerra es la política por otros medios… La guerra se agota, la guerra destruye las sociedades sin llegar a formular ningún proyecto.
La guerra no es un proyecto, el odio no es un proyecto y no es sostenible a largo plazo. No es una oferta que se le pueda hacer a las siguientes generaciones. Entonces los sudafricanos entendieron esto y le encontraron una salida.
Compartir semejante lección histórica con ellos es una de las cosas más importantes que podamos hacer cuando estamos empezando a buscar nuestros propios caminos.