El exprimer ministro británico Tony Blair ha sido duramente criticado, gracias a un informe que analiza antecedentes de la invasión a Irak en 2003. Blair autorizó la intervención con pruebas de inteligencia “no justificadas” y sin haber agotado la opción pacífica. El documento contiene una reveladora correspondencia entre Blair y el entonces presidente George Bush.
El antiguo funcionario John Chilcot, publicó este miérocles su extenso y exhaustivo informe sobre la guerra, después de siete años en los que evaluó miles de documentos oficiales, interrogó a testigos e interpeló a políticos, si bien su misión no tenía como objetivo procesar ni recomendar cargos contra nadie.
El informe revela que, el entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, y el ex primer ministro británico Tony Blair; entablaron una intensa correspondencia en los meses y semanas anteriores a la invasión de Irak. Los memorandos y notas arrojan luz sobre una decisión que estuvo rodeada de polémica y a la que se opuso parte de la opinión pública británica.
La correspondencia muestra que ambos líderes ya hablaban del derrocamiento de Saddam Hussein en octubre de 2001, solo un mes después del ataque contra las Torres Gemelas. Los memorandos son un reflejo de los intentos de Blair por retrasar la acción militar hasta lograr el máximo consenso internacional y de dotar de argumentos la decisión, al tiempo que muestran el nivel de compromiso del ex primer ministro con las intenciones de George Bush y el propósito de derrocar a Hussein.
“Hay una voluntad real en Medio Oriente de derrocar a Saddam, pero una oposición total a mezclar esto con la operación actual (el bombardeo de Afganistán). No tengo ninguna duda de que necesitamos ocuparnos de Saddam. Pero si golpeamos Irak ahora, perderíamos al mundo árabe, a Rusia y probablemente a la mitad de la UE, y mi temor es el impacto de todo esto sobre Pakistán”, le escribió Blair a Bush. Blair pidió a los británicos que acepten “con humildad” su decisión de ir a la guerra.
El ex primer ministro aseguró que en su momento creía que “el coste de la inacción sería mayor” que el de una intervención militar. Blair se mostró en desacuerdo con la principal conclusión del informe Chilcon -“no se agotaron las opciones para una solución pacífica”- y recalcó que la guerra “no fue una decisión precipitada” sino un largo proceso que fue debatido “hasta 26 veces” en las reuniones con su gabinete.
En su defensa alega que fue él quien persuadió a George W. Bush para buscar el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU y aseguró que en marzo del 2003 era ya demasiado tarde para aplazar la decisión de ir a la guerra contra Sadam. Blair reconoció los errores de planeamiento y la explosión del terrorismo tras la intervención miliar.”Siento más dolor, pesar y arrepentimiento de lo que muchos pueden creer”, llegó a decir Blair, en una inusitada confesión personal, no sin antes criticar “la moderna adicción a esperar siempre lo peor” de los políticos.
Chilcot se remonta en su informe a la famosa noche en el rancho de Crawfrod, en abril del 2012, en la que los líderes ultimaron sus planes. Meses después, según el informe, Blair puso sobre la mesa sus condiciones para la aprobación final: la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, la puesta en marcha de un plan para Oriente Medio y la búsqueda de un respaldo de la opinión pública a la ofensiva.
Una vez aprobada la resolución 1441 en el Consejo de Seguridad de la ONU, el presidente Bush llegó a la conclusión de que los inspectores no lograrían “los resultados esperados” en la busca de armas de destrucción masiva. Descartada la posibilidad de una segunda resolución, Blair aceptó en enero de 2003 el calendario que tenía en mente Bush para iniciar la operación a mediados de marzo.”Se trató de la primera invasión y ocupación de un país soberano en la que participó el Reino Unido desde la Segunda Guerra Mundial”, concluye Chilcot. “La operación se llevó a cabo sin haber agotado las opciones para una solución pacífica”.
El informe de Chilcot concluye, que la información de los servicios de inteligencia sobre la presencia de armas de destrucción masiva en Irak no era concluyente y fue exagerada de cara a la opinión pública y al Parlamento británico. Chilcot ha criticado con rotundidad la falta de un plan para la postguerra y la reacción en cadena de violencia, enfrentamientos sectarios y terrorismo desencadenado por la invasión de Irak, hasta llegar al atentado que costó más 200 vidas en Bagdad el pasado fin de semana.