Carlos Arturo Velandia Jagua, investigador y consultor sobre paz y conflictos nos cuenta cuáles son los retos que tiene el Estado y la sociedad en un escenario de posconflicto.
PRIMER RETO: Romper la costumbre de pactar para no cumplir. Recuperar el lema propuesto durante el proceso de paz de Guatemala: “Dialogar para pactar, pactar para cumplir, cumplir para cambiar”.
SEGUNDO RETO: Hacer de la construcción de la paz un asunto de todos, sin exclusiones. La construcción de la paz ha de ser social y no de élites.
TERCER RETO: Entender que la solución a los grandes problemas empieza por dar pasos posibles, concretos y medibles, en lugar de pretender dar saltos que por lo general caen al vacío.
CUARTO RETO: Entender que la paz no es la firma de un acuerdo, ese es un paso fundamental para poner fin al conflicto armado interno, que debe desencadenar un largo proceso de construcción, en el que la sociedad ha de ser la protagonista.
QUINTO RETO: Entender que la paz es una corriente inatajable, que arrollará a quien no esté bien parado frente a ella. La paz no es una opción.
SEXTO RETO: Asumir la paz como la oportunidad para poner fin definitivo a la guerra entre colombianos y que sacará al país del atraso y lo encausará hacia mayores niveles de justicia social, equidad y bienestar.
SÉPTIMO RETO: Entender que con la firma de los acuerdos de fin de la guerra, no terminan los conflictos, por lo contrario, los conflictos sociales, económicos, políticos quedarán más visibles y expuestos.
OCTAVO RETO: Entender que la paz, es por sobre todo el ejercicio de la política sin violencia, es el estado permanente de una sociedad en la que se pueda pensar diferente, y hacer oposición política sin el riesgo de ser matado.
NOVENO RETO: Entender que la paz cuesta, incluso mucho más que la guerra, que su costo global estará determinado por la justicia social y la equidad que se necesita para una paz estable y duradera. Este reto implica un alto sacrificio del Estado y la sociedad para “pagar el alto precio de la paz”.
DÉCIMO RETO: Entender que la paz estable y duradera se apuntala con el desarrollo de cultura de paz permanente, orientada a desaprender aquellas costumbres y valores acunados en la violencia, la exclusión y la inequidad, y orientada a la construcción de valores que hagan posible la vida social sin violencia, en convivencia pacífica y respeto por los derechos humanos.