Columna de Opinión Cometí la estupidez de escucharlo en la entrevista que le hizo la WRadioColombia, en la mañana del 6 de septiembre, con la ingenua esperanza de oír nuevos y menos irracionales argumentos contra la paz. Pero NO, me equivoqué, bruto yo, porque es definitivamente un manipulador y tergiversador terrible, con una habilidad cínica y pasmosa de pasar temas donde no tiene explicación y por tanto razón.
Son personajes que emergen en las guerras, y por eso mismo hay que parar este horrendo conflicto de Colombia, para que seres así no vuelvan a tener poder en la sociedad.
Entonces, al rato me pasé a escuchar a los negociadores de paz, Sergio Jaramillo y Frank Pears, en RCN y Caracol. La sensación fue otra. No son personas insanas, por el contrario, le dedicaron cuatro años a traernos el mejor acuerdo de paz posible. Hablan con sinceridad, claridad, convicción, conciencia, conocimiento y verdad, sobre lo que negociaron en La Habana, porque debajo de la mesa no hay otro acuerdo. Solo hay uno, el que todos conocemos.
Mi estado de ánimo cambió instantáneamente. La violencia y la perversidad no van conmigo, quiero la paz que acordaron el gobierno y la guerrilla, no quiero otra paz, porque otra no es posible, una mentira más del no, porque la única cierta es la que le permite al presidente la constitución, las leyes de Colombia y la justicia internacional, cuya máxima instancia, la Corte Penal Internacional, ha avalado lo consignado en el acuerdo final.
Además, Uribe elude los debates, no acepta discusión cara a cara con el equipo negociador, pero se toma la palabra para mentir y destruir, porque negarse al debate con pares es asechar la verdad desde las sombras y atacarla en el callejón sin luz. Es lo que hace el senador todos los días, con la anuencia de algunos medios, bajo el abrigo de un falaz equilibrio en la información para que la sociedad tenga las dos opiniones y salga de la confusión. Por el contrario, queda más confundida, deformada y desinformada. Ese formato no hace bien, hace mal, daña conciencias y desvirtúa la verdad.
No creo que en aras de una engañosa equidad de oportunidades en los medios, estos tengan que hacerle daño a una sociedad, al entrevistar a personajes que no aportan desde la diferencia al proceso más importante de Colombia en medio siglo: la reconciliación. No es equilibrio informativo, es un acto de irresponsabilidad con la democracia, con las instituciones y con la paz de Colombia. De esa manera, se vuelven cómplices de la inestabilidad, confusión y manipulación.
Tratando de entender la postura irreflexiva y radical del no al acuerdo final de paz, encuentro estas posibilidades para que los lectores diluciden.
Una, por diferencias ideológicas profundas. Entendible.
Dos, por afinidad con quienes a sangre y fuego le quitaron la tierra a millones de campesinos indefensos por ausencia del estado. Inaceptable.
Tres, cuando fueron gobierno durante doce años (cuatro de Pastrana, ocho de Uribe), el 75% de las víctimas en 52 años fueron en ese periodo. Temor a tribunales internacionales, por eso lo único que les importa es el tema de justicia. Terrible.
El acuerdo final tiene una característica maravillosa, está centrado en las victimas, para repararlas, decirles la verdad, pedirles perdón, y no para animar el odio y el rencor, de ahí el tribunal especial de paz, porque una situación excepcional requiere de instancias de justicia excepcionales. Además, la justicia ordinaria de Colombia está plagada de impunidad, de falsos testigos, de prescripciones, y probablemente se hicieron cargos y se armaron expedientes sin suficiente conocimiento de causa, y desaparecieron otros tantos, pues venimos de una pavorosa guerra cuya dimensión y grado de maldad es imposible de imaginar, porque fue cobarde, camuflada, larvada: se ensañó con la indefensa población civil.
Todos los actores tienen las manos untadas de sangre y sus conciencias cargadas de silencio: el estado y terceros, guerrilla y paramilitares. La paz nos traerá la verdad, nos llenará de dolor, pero solo así será posible perdonar y abrir el espacio de construir en una democracia más participativa una nueva sociedad. Sí al acuerdo de paz, sí a Colombia, sí a las nuevas generaciones porque ellas harán la tarea, nosotros les entregaremos una Colombia en paz, maravillosa razón de nuestro paso por este mundo.