Terminaron los fastos de la convención demócrata con la nominación de Hillary Clinton como candidata a la presidencia de los Estados Unidos. La “dama de hierro” norteamericana se enfrentará al polémico Donald Trump, quien en su estrategia de divide y vencerás ha sabido convencer a los republicanos para que voten por su nominación, a pesar del miedo que infunden cada día sus polémicas declaraciones sobre cualquier tema que esté encima de la mesa.
Ambas convenciones estuvieron marcadas por una cierta división interna sobre los candidatos y el general desencanto por la falta de alternativas.
La republicana muy fragmentada y dividida por la cantidad de “heridos” que ha dejado la precampaña y que sorprendentemente trajo la victoria el menos deseado frente a los candidatos preferidos del partido. Hijos de dinastías políticas o estrellas del Senado que vieron como sus discursos bien estructurados, chocaron con los burdos argumentos de Trump, quien supo conectar con el ala más derechista y reaccionaria de los conservadores.
No menos polémica ha tenido la nominación de Clinton contra un duro adversario como Bernie Sanders, portador este de un mensaje mas izquierdista pero más motivador y realista, que ha despertado nuevas ilusiones en millones de americanos ante la falta de nuevos retos y desafíos de las políticas tradicionales.
Clinton muy continuista en las políticas del presidente Obama, no ha sabido ganarse el cariño y la confianza de muchos en su partido, pero al final y con la nariz tapada, la maquinaria trabajó para su nominación.
Ambos candidatos generan por diferentes motivos, altos índices de rechazo. Cada uno tendrá que revisar con sus asesores el por qué. Pero está claro, que como en el resto de los países occidentales, la clase política está en entredicho y muy desprestigiada por los continuos casos de corrupción o fácil manipulación, para quienes trabajan en defensa de intereses diferentes por los que fueron votados.
Donald Trump con sus torpes declaraciones, con su escaso conocimiento de la realidad política del país; con sus agresiones a las minorías o sus permanentes metidas de pata que afectan sentimientos patrios nunca antes vistos, ha conseguido sorprendentemente ganar la nominación. Esto, por no hablar de los temas de agenda internacional que desconoce, Europa, Asia o Oriente Próximo o la relación con los países vecinos y la importante colaboración militar con la OTAN.
Hillary Clinton, más completa y coherente en lo que tiene que ver con las relaciones exteriores, ha sabido aprovechar sus años en el senado y en la Secretaría de Estado. Desgraciadamente no ha sabido trasladar los mensajes tranquilizadores a los ciudadanos, ni ha explicado bien sus propuestas de reformas en la educación o en la sanidad. Tampoco su especial apoyo a la reforma migratoria del Presidente Obama hoy aparcada técnicamente, pero absolutamente necesaria para devolver ilusiones y normalidad a millones de inmigrantes que trabajan y colaboran para que el país siga creciendo de una manera decidida.
Ambos candidatos muestran un empate técnico en las últimas encuestas, quizás las nuevas reflejen el impacto mediático de la convención demócrata dando a Clinton una ventaja significativa.
Lo que está en juego es la normalización de la vida política norteamericana, el desarrollo de las necesarias reformas que lograrán que el país mas poderoso del globo continúe avanzando en el liderazgo del mundo occidental.
Está en juego la credibilidad del sistema político americano, la confiabilidad que siempre antes han tenido los candidatos fueran del partido que fueran para sus ciudadanos y para los socios políticos y estratégicos en el mundo en el que nos movemos.
Por eso, el sentido común de la ciudadanía tiene que inclinar sus preferencias por quien defiende el orden institucional, el progreso y la voluntad de cumplir dichas reformas sin romper por el camino nada de lo que puedan arrepentirse. Así que da la sensación que será la candidata Hillary Clinton, la necesaria ganadora de esta reñida pero desigual contienda que lleva por primera vez a disputar tan importante lugar del liderazgo mundial a un candidato sin los conocimientos básicos para tan complejo desafío.