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Pacho, una historia para no olvidar


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Por: Germán Enrique Núñez Torres


No mienten los críticos o los abuelos que vivieron los tiempos de antaño al decir que la economía era más boyante, dinámica e incluyente en los albores de la república y de la Colombia en sepia. Precisan que las bonanzas y los éxitos, de alguna forma han tenido palos en la rueda.

Las regiones, los municipios y las ciudades tenían una industrialización importante, a finales del siglo 19 y arrancando el siglo 20 existían las empresas locales o rentas departamentales, cada localidad contaba con fábricas de cerveza, aguardiente, textiles, confecciones y muchas industrias más. Lamentablemente llegaron los procesos de apertura y todo se desmoronó en favor de los monopolios u oligopolios.

Dichas dispensas tan solo trajeron desempleo y un retraso en desarrollo que hoy registra la historia económica de Colombia. En nuestra visita a Pacho en Cundinamarca, Confidencial Colombia encontró un pasado económico que deja perplejo a más de uno toda vez que allí se desarrolló la primera industria siderúrgica de Suramérica, dándole paso a la creación de importantes factorías.

El historiador y descendiente de empresarios, Francisco Sarmiento afirmó que Pacho, lo que en lengua Muisca significa, padre bueno, es importante en los precedentes económicos porque allí se fundó la primera industria siderúrgica en 1813 por petición del Presidente Antonio Nariño al experto en minería alemán, Jacobo Wiesner para adelantar una exploración en las tierras del Rio Negro sobre cobre, hierro y plomo.

Por fortuna, Pacho tenía yacimientos de hierro los cuales estaban a flor de tierra, evidencia que se hacía visible con el color ocre de las piedras. En su momento se hicieron fundiciones experimentales de loma alta y produjo hierro en pequeñas cantidades.

“En el siglo antepasado pululaban las pequeñas fabriquitas, pero nadie se imaginó la aparición de una empresa tan ambiciosa como lo era la ferrería de Pacho, aspecto que tiene su mérito. Destaco que hace 200 años se inició la industria siderúrgica en Colombia y arrancó en esta población”, declaró el historiador.

De Pacho, comentó, salieron los operarios que fundaron la ferrería de La Pradera, que entre otras cosas quedaba a corta distancia de Pacho por camino de herradura en donde hoy subsisten unas ruinas ejemplarmente conservadas.

Antes de naranjas, gaseosas

En Pacho, al norte de Cundinamarca, surgió otra industria y fue la de refrescos pues en 1927 cuando llega la carretera al municipio se instalaron dos embotelladoras, la una era Colombiana que administraba el paisa, Roberto Londoño y la otra era propiedad del padre de quien declara, don Ricardo Sarmiento Vega que funcionaba en la actual casa del historiador. Aún tiene el octogenario en sus cuitas el dulce sabor de gaseosas La Gaviota.

Después vuelve a Pacho, en la década de los 50, el Antioqueño Londoño y erige La Colosal, una fábrica de gaseosas que operó con éxito en los ya aciagos capítulos de la violencia en Colombia.

Otra industria insigne que hubo en Pacho y que aún subsiste es la fábrica de pólvora de don Patrocinio Barragán Pinzón creada en 1875, es decir una fábrica con tres siglos de actividades.

Cambiando de sector, en Pacho fue fundada la fábrica de pinturas y colores, Iris que fue iniciativa del señor, Marco Tulio Fernández. Pasados unos años la fábrica se traslada a Bogotá.

En textiles, la población tenía la fábrica El Zipa que operaba en las antiguas bodegas de Bavaria. En esa localidad nace en los años 90 la fábrica de confecciones Estilo Internacional. “Esa empresa nació para desaparecer porque llegó la apertura económica del presidente, Gaviria”.

Este fenómeno económico, junto con las cargas impositivas discriminatorias desestimularon a los empresarios de la ferrería de Pacho entre 1870 y 1890 cuando viene la caída de la empresa, entre otras cosas por la dura competencia con las otras siderúrgicas que ofertaban en el país. “En ese tiempo salieron del país capitales extranjeros de origen europeo que rentaban en Pacho”.

Para este experto en negocios e historia, lamentablemente la historia en Colombia se repite porque hay auges y momentos eufóricos del empresariado que súbitamente son castigados con gravámenes o con la apertura a otros mercados en menoscabo del aparato productivo nacional.

“Del antiguo Pacho es de grato recuerdo el entrañable silencio y la armonía. En tiempos pasados la única voz que se escuchaba era la del voceador de periódicos, Miguel Ángel Nieto, más conocido como patecazuela que cantaba los titulares de los diarios El Tiempo, El Siglo y El Liberal, tal era el silencio que su pregón se escuchaba cinco kilómetros a la redonda. Lo uno por su tremenda y potente voz y la segunda por el sosiego pachuno”, aseveró Sarmiento.

El señor Ricardo Sarmiento quien desposó a doña María Cristina Vargas González, compró su casa en 1917 y le hizo algunas reformas, después en 1936 vuelve y hace una intervención a fondo con ladrillo y finalmente en 1965 la casa vuelve a ser reformada. Quedó muy amplia y de gran semejanza con las casas de La Candelaria en Bogotá, la vivienda de la familia Sarmiento era muy cercana en su diseño a la Casa de la Poesía Silva, con jardines en el centro, grandes ventanales y columnas en madera rigurosamente pintadas, dándole a la construcción un toque de distinción y confort.

Francisco Sarmiento quien vivió el bogotazo en la capital cuando estudiaba en el colegio San Bartolomé a sus 17 años, recuerda los momentos trágicos y terroríficos de aquel nefasto día cuando se alborotaba de a poco la muchedumbre gaitanista del barrio La Perseverancia que dejaba escapar gritos y consignas intimidantes. Como el efecto de la violencia fue eléctrico y expansivo, don Francisco como pudo se enteró de las trágicos aconteceres en Pacho entre los que se cuenta el saqueo del almacén de su padre y la quema de varias casas.

“Por fortuna hubo solidaridad y la hospitalidad de familias como los Dueñas nos salvaron el pellejo. Se decía que Pacho era netamente Liberal. Yo crecí escuchando, qué viva el Partido Liberal y abajo los godos, pensé que el pueblo era de mayoría Liberal, pero vaya que estaba completamente despistado”, apuntó Sarmiento.

El bogotazo le dio un vuelco total al país y a sus regiones en lo político y en lo económico porque era un fenómeno de violencia que fue simultáneo en todo el territorio nacional. Ese día, el 9 de abril de 1948, indicó, marcó al país, le dejó una herencia maldita porque los efectos aún se ven y lo cierto es que Colombia no logra recuperarse ni superar los brotes de ignominia.

Hoy a sus 82 años, con su lento caminar que da muestras del paso del tiempo, Sarmiento anhela paz y tranquilidad nacional y recuerda las vicisitudes del rio Magdalena que ya en esos tiempos, en 1944, dejaba incomunicado el interior del país con la costa. “Ese era un gran lío, llegaba una sequía que obligaba a tomar avión”.

Lamenta este gran señor, el hecho que Colombia no aprenda de su historia, de sus reveses y sus errores, cuestiona las interminables guerras y la sangría que le pasaron factura de cobro al desarrollo, sumiendo al país en ruina y caos. “Uno de los motivos para cerrar la ferrería de Pacho fue precisamente la guerra de los mil días porque reclutaban a los trabajadores para uno u otro ejército, han paso muchas cosas y por eso ya no tenemos fe en el país”.

El anfitrión se levanta de la mesa, acomoda sus gafas con el índice derecho y cortésmente nos acompaña a cruzar el viejo traspatio para pasar el quicio de la bonita casa, la charla es tan amena que la compañía termina en el parque de Pacho, pero antes hubo descripción de casa por casa, de familias, apellidos y acontecimientos y de la fábrica de colores. Finalmente, da la vuelta y retoma pausado el regreso a la maravillosa casa, la misma que habla sobre el pasado empresarial, económico y político de la cálida población.

Los tiempos de la mula y las diligencias a pata

Eran las tres de la tarde cuando llegamos a la casa del señor, Carlos Rojas, un campesino pachuno, de pura cepa que ha visto correr en 86 años mucha, pero mucha agua por debajo del puente.

Los años no vienen solos y cada pregunta se convierte en un gran reto para esas memorias saturadas de tantos eventos. Con su traje negro y camisa blanca de rayas don Carlos, gentilmente se levanta de la silla vieja de madera, se nota el esfuerzo, pero se iza y saluda. Tras la bienvenida camina lentamente a su cuarto para buscar sus audífonos que al regreso trae puestos para atender la entrevista.

“Pacho era un pueblo pequeño, yo tenía 10 años y recuerdo que todo se hacía en mulas y a pie. Los arrieros llegaban a las pesebreras en donde atendían a las bestias y tomaban un descanso. Era un pueblo con muchos potreros y un puente bonito, fue sin duda una región con caminos de herradura”, comenta Rojas.

Este hombre aún recuerda los tiempos en que a Pacho no llegaban carros ni buses, tan solo mulas cargadas provenientes de Zipaquirá. Tendría entre nueve y diez años por allá en 1936 cuando llegó la primera flota a este pueblo, se trataba de un bus pequeño para carga y pasajeros. Inicialmente llegó Rápido Rio Blanco, Flota Rionegro y después se funda Flota Gómez Villa.

En su longeva mente aún cabe el recuerdo de las ventas de ganado en la región las mismas que se hacían los miércoles y los jueves en poblaciones vecinas, pero lejanas como La Palma y Yacopí, allí se llegaba arriando y a pie.

“Todo este entorno de mercado y compra venta de ganado y productos agrícolas era antes del efecto que trajo el 9 de abril, luego todo dio un giro y el país se descuadernó, se hizo pedazos, lo grave es que  no cambia, es el mismo, siguen las promesas politiqueras y ligadas a ellas aumenta la pobreza y la desigualdad social”, precisó el señor Rojas.

Paradójicamente don Carlos echa de menos las ventas en mula y las facilidades de compra las cuales llegaban a la casa. Otro negocio que recuerda es la venta de perros que eran feriados masivamente los miércoles y los jueves.

Carlos Rojas nació el 6 de mayo de 1927, estaba predestinado para las tareas del campo, sus jornadas eran largas y productivas, de todas maneras en sus remembranzas está el terrible calor que soportaba mientras labraba la tierra y los aguaceros repentinos que lo dejaban totalmente mojado.

Como buenos católicos, en la Semana Mayor, la familia de don Carlos organizaba romerías a Chiquinquirá la cuales se hacían a pie, eso sí con el fiambre de arepas y otros alimentos que hacían menos duro el camino a Boyacá.

Esta es una faceta de Pacho, la de la región empresarial y productiva que empezó una siderúrgica en Suramérica atendiendo la demanda de proyectiles para las guerras de independencia y también para la fabricación de molinos, trapiches, hornos y calderos para las cocinas del país.

En Pacho tuvo su auge la industria del cuero y la misma producción de leche, los angostos andenes del centro pachuno vieron crecer a los hijos de esta tierra en medio de un encomiable desarrollo cultural e intelectual que fue el aporte alemán e inglés.

En síntesis, son muchas las cosas buenas que tiene Pacho en sus anales industriales para contar y rememorar. Hoy sus gentes buenas y trabajadoras ven con alguna ilusión la concreción de la paz, mientras tanto siguen apostándole a las actividades agropecuarias, a la siembra de café, de cítricos y otras frutas, a la cría de bovinos y equinos de grandes características. Los pachunos ven correr el rio negro vertiginoso hacia el Magdalena, sombreado por palos de pino Pacho, siete cueros, cedros, eucaliptos y árboles de barba, eso sí cavilando sobre lo importante que fue y puede ser su región con el amparo del Divino Niño y San Antonio de Padua.

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