Confidencial Colombia habló con el artista plástico Pedro Ruíz sobre su reconocimiento como Amigo Unicef, gracias a su obra ORO VITAL y a la labor que viene realizando con los niños, al acercarlos al arte y permitirles expresar su manera de ver el país y soñar. Asimismo Ruiz expresó la manera cómo ve actualmente el mercado del arte en el país.
Oro, Espíritu y Naturaleza de un Territorio es una instalación del maestro Pedro Ruiz. La obra está compuesta por 30 cuadros y es una visión resumida que hace, de un viaje por nuestra riqueza, a través del corazón de los colombianos.
Finalmente, dice el maestro Pedro Ruiz: “La televisión, los periódicos y la radio nos enfrentan con asuntos tremendos que nos informan y dejan bien claro que las minas no son sólo de oro, de esmeraldas o de carbón, que también nos pueden quebrar, que existe el secuestro, que los pueblos se desplazan por la violencia, que la violencia existe y sobre todo, que la muerte no es solo natural también puede ser artificial”.
Oro, Espíritu y Naturaleza de un Territorio, es una historia como tantas otras que puede seguir innumerables caminos.
De esta manera, la experiencia personal de Pedro Ruiz alrededor de una de sus más reconocidas obras, le motivó a desarrollar “Oro Vital” una iniciativa para generar arte con niñas y niños, que como él mismo indica “pretende conectarnos con la inocencia, comprender quiénes somos y reconstruir nuestra identidad abriendo un camino alterno al que nos propone la sociedad de mercado”. “Oro Vital” pretende convertirse a través de las pinturas de niñas y niños en una “legión de niños que tiene una misión: Buscar oro, pero el oro verdadero, no el que brilla si no el que hace brillar, la riqueza natural y cultural de su tierra”.
En pocas parlabras, ORO será una legión de niños que tiene una misión, buscar oro, pero el oro verdadero, no el que brilla si no el que hace brillar la riqueza natural y cultural de su tierra. Pues el artista es consciente del poder que tiene el arte para obrar de manera positiva, especialmente teniendo en cuenta la inocencia que caracteriza a los niños. “Los niños cuentan con la fuerza de la inocencia y esa inocencia, tiene la capacidad para transformarnos. Vivimos tiempos complejos y más que nunca necesitamos cambiar, veo en la conciencia los niños ese agente que nos puede ayudar a abrir nuestra conciencia y así poder impulsar una transformación” asegura Pedro Ruíz.
A través del arte y la cultura, este destacado colombiano se une a las celebridades que apoyan a UNICEF para alzar la voz de las niñas, los niños y los adolescentes y defender la garantía de sus derechos.
Entrevista con el maestro Ruiz
Confidencial Colombia: Hace unos meses usted participó en ARTBO ¿cómo le fue?
Pedro Ruíz: Me presenté con una parte de un proyecto que se llama Colombianas Ligeras. En esta ocasión eran seis cuadros en blanco y negro; -la gente me reconoce por el color, así que quise cambiar la escala-, es un homenaje a la mujer colombiana, una reflexión a la naturaleza. El hombre y la naturaleza es mi motivo permanente y ahí estaba.
C.C: ¿El público no estuvo reacio a la falta de color?
P.R: Se sorprendió de manera positiva. De hecho toda la obra se vendió, eso de pronto quiere decir algo en algunas de las esferas del arte, pero sobre todo me gustó que la gente lo aceptó de manera muy positiva, la sorpresa fue una positiva
C.C: ¿Quién es el comprador de arte en el país?
P.R: Pues hay mucha gente joven que está queriendo hacer sus colecciones. A mí me compra el público en general, pues mis obras son un poco más costosas, así que la gente tiene que tener un poco más de recorrido en la vida. Pero por ejemplo, a la gente joven el blanco y negro le gusta mucho porque se relaciona con la foto. No sabría decirte, pero también están llegando muchos extranjeros que quieren estar en contacto con el arte colombiano…
C.C: Se dice que en los 80’s y 90’s, los narcos eran los principales “consumidores” de obras artísticas en Colombia, ¿eso pasa aún?
P.R: El arte contemporáneo exige un poco de información y de cultura, es un poco más intelectual, así que no sirve para demostrar que uno tiene plata , sino que se necesita cultura, entonces eso como que blinda un poquito el arte.
C.C: Por cierto, en la galería Cero, usted tuvo una exhibición que abordaba el tema del narcotráfico…
P.R: Se llama deseo y hace parte de una gran exposición que llevo haciendo muchos años, y trata el tema de problemas de Colombia con el narcotráfico; pero yo lo abordo desde la idea del humor hago mucha ironía. Son amapolas pintadas sobre páginas de revista.
C.C: ¿Qué pretendía con ‘deseo’?
P.R: Lo que yo quiero hacer es un cuestionamiento hacia todos los medios de comunicación que nos imponen una forma de ser; tenemos que ser bellos, flacos, altos, rubios, millonarios, inteligentes y eso es muy difícil de cumplir para el ser humano del común; esa es la propuesta mía, la gente la entiende de otras maneras, por la belleza de la flor, se quedan esa parte y a mí no me molesta
C.C: Toca usted un punto importante, ¿hay un punto en que la obra toma vida propia?
P.R: Sí, me han ocurrido muchas cosas alrededor de eso, creo que es lo más sano, que el artista haga la propuesta, de pronto si necesita aclare de vez en cuando, pero si la obra tiene una fuerza y pide una interpretación x, pues dejarla fluir, todo eso es ganancia.
C.C: ¿Alguna de estas interpretaciones libres lo han herido?
P.R: Sí. La crítica, la gente que habla de arte, debería tener en cuenta que los artista somos seres humanos exponiéndonos, entonces estamos haciendo un acto generoso, pero la mayoría de las veces que me han mal interpretado, ha sido muy enriquecedor.
Uno de mis proyectos se llama Oro, y nace de una mala interpretación de una obra que se llama desplazamientos […] un niño que la vio, dijo que el rojo que yo pinto en esa obra quiere decir que Colombia es u n país con mucho amor; entonces eso me hace pensar en una obra que no sea tan de dolor […] en Oro está el dolor, pero está el dolor de una manera muy hermosa, como de alguien queriendo ver lo positivo y lo bueno del país.
C.C: En el libro El Túnel de Ernesto Sábato, el protagonista Juan Pablo Castel habla de lo importante que sería que la crítica también tuviese formación plástica práctica, ¿usted está de acuerdo?
P.R: Sería interesantísimo, porque actuar con las cosas y conocerlas en profundidad hace que uno actué a través de ese amor que hace que las cosas se formen. Yo por ejemplo, entendía lo que literalmente se entendía del arte contemporáneo […] así que dije: “voy a conformar un grupo de artistas contemporáneos”, y pude darme cuenta que era una forma de ver muy concreta, muy completa…
C.C: Esta experiencia ¿transformó su pintura?
P.R: Sí claro […] evidentemente yo me di cuenta que tenía proyectos muy profundos, pero no me interesaba demostrarlos y ponerlos en primer plano, era una visión muy intima y lo que está allí es lo importante.
C.C: Corríjame si me equivoco, en sus obras hay un matiz político, sin embargo no llega a la espectacularización ¿cómo logra el equilibrio?
P.R: Cuando hice Oro, reitero que utilizo la inocencia de ese niño como una fuerza, -no la ingenuidad-, tendría que ser muy tonto para no darme cuenta que estoy viviendo en un país como en el que estoy viviendo; y soy muy sensible al mal, tal vez eso me deja imposibilitado para retomar esos temas en mi vida cotidiana, pero ahí está la idea.
Alguna vez alguien muy importante en el arte, un artista muy consagrado, dijo que yo era muy ingenuo, entonces yo para probarle que no era ingenuidad, quería explicarle todo este proceso que era Oro.
Antes de esa muestra, hice una exposición en blanco y negro porque quería apropiarme de esa capacidad de la fotografía de ser testimonial, y comencé a trabajar a través de imágenes de violencia en Colombia. ¿Cómo era mi actitud? de consuelo, entonces yo transformaba las imágenes, si había un niño masacrado de una manera muy terrible, yo lo ponía como durmiendo; como si fuera una mano que suaviza y da consuelo, el problema es que en la quinta foto yo ya estaba en actitud creativa y eso hace que uno banalice las cosas… quiero entender el mal, más que se acabe y, considero que tener ideas en este momento en que todas las polarizaciones han demostrado que no sirven para nada, me obliga a cuestionarme; entonces yo camino pasitos, trato de no opinar, pero de crear conciencia, sobre todo hacia nuestra relación con esos árboles que insisten en estar con nosotros, a pesar de nosotros.
C.C: Oro son 30 cuadros, ¿cuánto tiempo duró en la ejecución de los mismos?
P.R: La hice relativamente rápido, me demoré año y medio en hacer los primeros 20 cuadros.
C.C: Inicialmente era exposición comercial ¿por qué dio ese giro?
P.R: La obra fue teniendo mucha acogida
C.C: Oro es una visión positiva de las pequeñas cosas que nos cambian el día, ¿por qué cree que en otros ámbitos estas acciones son silenciadas?
P.R: Hay que tener esa mirada, en eso los medios no ayudan mucho, porque eso no se vende; yo trabajé en publicidad y sé que sí se vende, sólo que hay que mostrar el producto interesante…
C.C: Bueno, Oro es premiado por la Unicef
P.R: La idea mía con la acogida que ha tenido Oro, es contagiar lo que me ha pasado a mí […] Hay una parte de este territorio donde nos tocó nacer, (que es muy hermoso), y que a veces no lo vemos por andar leyendo los periódicos y salir a ver el mundo así.
C.C: Oro se convirtió en Oro Vital ¿Qué pasó?
La Unicef conoce un trabajo que está tratando de crecer que se llama Oro Vital, que no tiene nada que ver con la minería sino con lo que simboliza […] eso que quiero contagiar, lo estamos haciendo a través de unos talleres, para que la gente vea y sienta su vida cotidiana y le dé valor a las cosas que por su puesto no van a ser de primera plana pero, que son importantes; como la gente que le arregla a uno el día, la señora que le sirve el café por la mañana con una sonrisa, el tipo que tiene una fundación de verdad sin ánimo de lucro…