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Por defender mi dignidad, "mando la lonchera al carajo", López


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Marco Antonio López Salamanca es un actor de larga data. Comenzó haciendo circo y teatro a los 13 años y desde entonces arrancó un largo recorrido en las tablas y la pantalla chica. Es también guionista y maestro en dramaturgia cinematográfica por cerca de 20 años en universidades de Bogotá ; y autor de “El cine” en la enciclopedia El nuevo mundo de los niños y de “El guion revelado”, un instrumento para creación dramatúrgica y construcción del guion.

Se presentó en tablas con “Las bananeras”, “Los siete pecados capitales”, “La mandrágora”, entre otras; ha participado en festivales de teatro de la ciudad; y en televisión ha interpretado personajes de grandes y recordadas producciones como “La saga, negocios de familia”, “La hija del mariachi”, “La pola”, “Rafael Orozco”, y más.

Son ya 57 años entregado a la actuación. Conoce todas las vicisitudes, lo bueno y lo malo de la profesión, las grandes transformaciones de la industria y su evolución.

Confidencial Colombia habló con López sobre sus condiciones laborales, los cambios que ha tenido que vivir durante su trayectoria como actor, los problemas que se han presentado en la industria audiovisual, su participación el sindicato de actores ACA, y por supuesto, sobre la ley del actor que este 20 de abril fue radicada en el Congreso.

Confidencial Colombia: ¿Cuáles son las condiciones laborales de los actores actualmente? y ¿cómo se siente dentro de la profesión?

Marco Antonio López: En estos momentos las condiciones laborales son las peores que yo he podido ver en toda mi vida de actor, que es más o menos de 57 años. Tengo 70, desde los 13 años empecé a hacer teatro y para acá he venido haciendo absolutamente de todo. Jamás en la vida yo me había sentido tan mal tratado por la empresa cultural, jamás me había sentido tan vilipendiado, personal y profesionalmente como ahora. Es terrible.

C.C.: ¿Cuál cree que ha sido el problema?

M.A.L.: Ha sido por una cosa que permitió el país y que no debe suceder nunca en ninguna parte, que fue la privatización de la televisión colombiana. A partir de ese momento, la televisión y el espectro electromagnético se le entrega a unos sinvergüenzas que lo único que les importa es sus bolsillos. Son los reyes de la codicia. Ellos no ven el ser humano, ellos no ven la cultura.

Por ahí alguien, alguno de ellos estuvo diciendo que defendían la cultura nacional. Mentira. Están acabando con la televisión colombiana, están acabando con los dramatizados. Si hablan con cualquier persona de mi edad, les va a hablar de una televisión que construía valores, que construía identidad, de la cual la gente se sentía orgullosa. Fuimos la mejor televisión, mejores que México que empezó mucho antes que nosotros, mejores que la televisión Venezolana, mejores que la televisión en muchas partes. Solamente nos competía en calidad Brasil. Y ahora somos una vergüenza. No hay los dramatizados colombianos, llaman a cualquiera a actuar en televisión por una cosa muy importante que han manejado entre chiste y chanza: -es que de la televisión nadie vive-. Claro. Yo ya no puedo vivir de la televisión, no he vivido de la televisión. Los empresarios sí. Cada vez que paso por una construcción de estas, yo miro que son más manzanas y manzanas de edificios construidos y para mi es más difícil entrar allí.

Tienen una cantidad de protocolos para poder entrar a una cosa que yo ayude a construir. Y yo me miro y digo: -¿y de mí qué?-. Ni siquiera me admiten como trabajador. Para ellos yo no soy trabajador. Tienen razón. Yo soy su esclavo. Me han utilizado, me han ganado toda la plata que han podido pero no me reconocen como trabajador. Razón tienen.

C.C.: ¿Cómo era el panorama antes y cómo es ahora para conseguir trabajo como actor?

Yo hacia mi teatro tranquilo. Cuento un caso. En una oportunidad a La Mama llegó Jaime Botero, un director al que quiero muchísimo por todo lo que me enseño. Vio una obra en la que yo estaba actuando y me hizo llamar para que participara en su telenovela. Hablamos sobre el personaje, me paso tres libretos. Una vez que logramos acuerdos, arrancamos. Hacíamos lecturas de los libretos, los discutíamos y hacíamos pequeños ensayos para impulsar la construcción del personaje.

Ahora no, ahora me toca o un muchachito que recién acaba de salir de la universidad o que ni siquiera termino pero que de pronto tiene un apellido o algún amigo que lo metió en el canal. Ese muchacho que tiene entre 22 y 25 años, que no sabe un carajo de actuación y mucho menos de dirección, es el que viene a decir si yo puedo hacer un personaje o no. ¿Es eso o no vergonzoso?. Acabaron con los directores, pusieron a mandar al productor. El productor tiene un ansia de mostrarse.

Eso ha hecho que la televisión se esté liquidando. Están acabando con la televisión colombiana, y en esa medida, están acabando con la personalidad del país ante el mundo. No es un problema de la identidad de Marco Antonio López. No, es la de este país ante el mundo. A ellos no les importa, ellos hablan es de globalización. El dinero no tiene corazón.

C.C.: ¿De qué vive en estos momentos?



Hace tres años que no trabajo en televisión. Actualmente hago teatro, escribo guiones para cine, dicto talleres para dramaturgia cinematográfica, hago muchas cosas. Yo no estoy pidiendo limosna, estoy pidiendo el derecho y la dignidad que como ser humano me corresponde.

C.C.: ¿Qué opinión tiene respecto de los contenidos y los papeles a los que tienen que acceder los actores para trabajar?

M.A.L.: Mi profesión tienen bastante que ver con el derecho. Si a mí me llaman a representar un personaje, yo estudio el personaje y represento el personaje, igual que el abogado lo puede llamar el cura, el santo o el bandido. Todos tienen el derecho a la defensa. Todos los seres humanos tenemos derecho a ser expresados artísticamente. Todos somos sujeto de la vida de este país, de la vida de este mundo. Ahí no podemos decir: -yo no represento este personaje porque fue un asesino-. No. Los valores que el productor y el guionista quieran hacer de ese asesino es otra cosa. Ya no pertenece a mi resorte.

Pero claro, que la televisión cuando se privatiza está en manos de quienes les interesa la violencia, entonces la promueven. Hacen de Pablo Escobar un ídolo. Claro, porque es un ídolo para el capitalismo. Pablo Escobar es un ídolo porque movió dinero y eso le meten a la cabeza y se lo fortalecen a la gente.

C.C.: En este sentido, ¿qué pasa con el papel de la televisión de educar y enseñar valores como antes?

M.A.L.: Han hecho un país donde todo lo perverso es lo que vale, donde el mal es el que triunfa y eso es lo que se está levantando como valores en la televisión. Los grandes capos del narcotráfico y del paramilitarismo se convirtieron en héroes.

Así está la educación, el matoneo existe con esa concepción del mundo. Están haciendo un país a imagen y semejanza de los valores que están gobernando y que están dirigiendo la empresa, entre ellos, la industria de la televisión.

C.C.: En temas de educación en su profesión, ¿cree que falta algo?

M.A.L.: Todo. La profesionalización es terriblemente fundamental. quienes califican a los actores, tienen que ser profesionales. Necesitamos revalorar lo que la televisión a perdido. El teatro es lo que está surgiendo ahorita, el teatro sí sigue creciendo y mejorando. Tenemos de las mejores calidades del mundo en el teatro.

C.C.: ¿Qué se necesita para seguir fortaleciendo este gremio?

Una regulación, que es lo que estamos buscando en la ley del actor. De toda la actividad de la producción, es sumamente importante regularizar la profesión porque trasciende los derechos laborales. Yo estoy en el sindicato no por obrero, no por trabajador, sino porque a mí me interesa muchísimo la existencia de este país como cultura y la existencia de la imagen como expresión y memoria viva de la cultura de esta nación.

Eso es lo fundamental, es reglamentar la expresión cultural porque es la dinámica de la cultura del país. La televisión lo que hace es modelar conductas, el teatro dinamiza la cultura.

C.C.: ¿Por qué han pasado tantos años y hasta ahora sale la ley?

M.A.L.: No nos hemos demorado. Desde que yo me conozco hemos hecho como 17 organizaciones y todas nos las han liquidado. Hoy la situación es tan grave, que como dice Julio Correal: -¡Nos quitaron hasta el miedo!-. Yo siempre he sido franco en estas cosas porque yo no nací para ser actor de televisión, a mi me llamo la televisión por ser buen actor. Yo nací para ser actor, ese es mi oficio, comunicar. En ese sentido yo soy memoria de este país, eso es lo que necesito que no se pierda y que se mantenga.

C.C.: ¿Por qué se han caído los otros sindicatos?

M.A.L.: Por varias cosas. Los artistas somos gente sumamente débil, y esa debilidad es el primer enemigo que tenemos. Esa debilidad nos mete miedo parcialmente. Y también la empresa le mete miedo a la gente sabiendo cómo es nuestra naturaleza, porque uno esta es creando. Por otro lado, ellos tienen todas las armas. Gente que se voltea porque le dieron plata o porque la mantienen en el trabajo. Se han hecho cosas de esas.

La gente en la calle me dice: -es que usted habla muy duro-. Y yo digo: -¿entonces qué, me callo?, ¿dejo ver mi cobardía?-. No, no puedo porque cuando yo hablo, cuando estoy al frente, yo estoy representando a alguien que es de este país y ese alguien merece respeto. Pero hay muchos actores que no entienden eso. Ponen su ego por encima y eso debilita a otros. Si ese se vendió pues yo también. En los sindicatos se dan. El problema es que el sindicato de zapateros o de otras cosas, con todo el respeto que me merecen, no tiene la responsabilidad ante el país de ser la conciencia de la patria como si la siento yo.

Yo digo las cosas así porque si a mí me toca mañana, por defender la dignidad, trabajar en construcción, en lo que sea, lo hago. Porque el problema no es de hambre. Yo no soy de esa cuestión de que la lonchera se respeta. No. Yo no respeto la lonchera, yo respeto al ser humano. Quien depende de la lonchera se declara anti ser humano, tira la dignidad. Nunca sé que es eso. Sí, yo peleo con la lonchera, si la lonchera significa entregar mi dignidad, yo mando la lonchera al carajo.

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