“Es que ese no da la talla”. Es una de las tantas frases que revolotearon por las calles de la capital, y probablemente de todo nuestro país el último fin de semana de actividad política para las elecciones a la Cámara de Representantes y el Senado. A ritmo de comparsas, promesas de paz, pitos y un aguacero típico bogotano, se realizaron los cierres de campaña en la capital.
El día sábado, Unicentro fue el escenario de un desfile de voluntarios y candidatos que inundaron el popular centro comercial con la ya tan familiar e incómoda publicidad política. En cada esquina se encontraban estratégicamente ubicados sujetos armados con volantes, botones, esferos y su uniforme completo en alusión a candidatos y partidos políticos.
Entrando a Unicentro me encontré a los partidarios de Centro Democrático abordando a los compradores -con una habilidad propia del mejor de los culebreros- repartiendo publicidad a diestra y siniestra. Luego de este efusivo recibimiento, la voz de Ángela María Robledo y su grupo de jóvenes voluntarios, se confundía con el revuelo del parqueadero y resultó en una ligera introducción para que, después de esquivar unos cuantos volantes ofrecidos por una “mano firme” o un uniforme verde, no hubiese más remedio que enfrentar a jóvenes del partido conservador apostados a ambos lados de los corredores agitando efusivamente papeles azules, rodeados de un mar de gente que por inercia recibe aquellos mensajes que invitan a las urnas este 9 de marzo.
Habiendo vivido los populares cierres de campaña y, a pesar de la variedad de tonos en esta jornada, era necesario trasladarse a un lugar más exclusivo e indiscutiblemente tradicional para entender realmente el contraste entre los colores políticos del país. Así, al día siguiente, en una redundante marea roja se reconocía entre la multitud un hijo de tigre que aún no se sabe si salió pintado. Juan Manuel Galán desplegó todo su arsenal, y con bombos y platillos cerró su campaña en medio de un discurso reivindicando la nueva política liberal, el cual –sin embargo- estaba inundado de acotaciones a su herencia política y la pura sangre de unos cuantos más. Palabras, en donde los fantasmas ancestrales de gobiernos obsoletos, propios de un país en estado crítico tomaron protagonismo, avivando recuerdos de promesas sin cumplir y la necesidad de un cambio real en un contexto de diálogos de paz.
En medio de esta galería de colores y fantasmas, no podemos olvidar que se mueve un espectro sin rostro que se convirtió en hogar de los indecisos, o aquellos que quieren expiar culpas antes de cometer el pecado. El tan sonado voto en blanco, que coquetea sin mesura en medio de caras nuevas, viejos conocidos y coaliciones estratégicas, es ahora el candidato sin error, el que no tiene pasado, pero tampoco un futuro evidente. Pero entonces, ¿ sí dan la talla? O será que la abstención cobrará sus víctimas y nos quedaremos con la elección tomada por las mismas maquinarias electorales que, endulzadas con mermelada o no, toman decisiones que nos conciernen a todos.
Las opciones son muchas y las posibilidades pueden superar aquel injusto pasado y este caótico presente. Hay que tomar decisiones y no dejar el ruedo en medio de la faena, el proceso no se acaba en las urnas, y si bien #AguantaVotar, no hay que improvisar con el afán de lavarse las manos y acabar con ese domingo electoral tan cargado de malos pensamientos y vergüenzas ajenas, hay que elegir, hay que votar y si, hay muchos que dan la talla.