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¿Quién es el asesino?


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Bogotá. Hallaron su cuerpo con los ojos vendados, dos disparos en la cabeza y uno en el hombro, y su pasaporte. Sergio Muñiz Brioso, de 28 años, natural de Oviedo, murió asesinado tras permanecer dos meses y medio secuestrado por una banda de delincuentes que actúa en alianza con las Farc.

Fueron unos vecinos del barrio El Mirador, de Corinto, localidad del norte del departamento del Cauca, en el oeste de Colombia, los que el jueves por la tarde, sobre las seis, escucharon los tiros y avisaron a las autoridades.

Según las primeras hipótesis, el español llegó vivo hasta ese lugar, quizá pensando que le dejarían libre. Le llevaron en moto desde Tacueyó, el pueblo enclavado en la Cordillera Occidental donde le tuvieron escondido durante todo su secuestro.

Aún se desconoce los motivos que llevaron a sus captores a quitarle la vida, porque las últimas noticias indicaban que Muñiz habló con su madre el martes pasado por teléfono, para saber si había conseguido reunir los doscientos mil euros que pedían por su libertad. Su progenitora contestó que sólo tenía veinticinco mil pero confiaba en lograr el resto después de una reunión con unos conocidos que habían fijado para el lunes próximo. Por alguna razón no quisieron esperar más tiempo y le mataron.

Sergio Muñiz llegó a Cali el 4 de junio procedente de Madrid y tenía previsto quedarse cinco días. Era la segunda vez que visitaba el país. En el aeropuerto le recogieron dos conocidos suyos. Las policías colombiana y española creen que los tres estaban envueltos en actividades ligadas con el narcotráfico.

El asturiano se trasladó a un hotel y al día siguiente viajó con sus dos amigos hasta Santander de Quilichao, población industrial y comercial, situada a unos cuarenta y cinco minutos de Cali y cerca de Corinto, para asistir a una cita de negocios.

Las sospechas apuntan a que uno o los dos acompañantes le condujeron hasta allí con el propósito de entregarlo a la banda de secuestradores. Siguiendo el modo de operar de los delincuentes, dejaron el pueblo con engaños, y se dirigieron hacia el campo. Una vez alejados del casco urbano, se encontraron con sus raptores en algún punto para emprender una ruta de unas dos horas por una carretera sin asfaltar, muy solitaria y entre montañas, que controla la columna Jacobo Arenas de las Farc. Arribaron a Tacueyó, corregimiento del municipio de Toribío y resguardo indígena del pueblo “nasa”, y fueron a un caserío cercano donde establecieron su guarida. En el área no hay policía ni Ejército y abundan los sembrados de marihuana y coca.

Desde hace unos meses, la citada banda, conocida como Rastrojos o Los Mercenarios, alcanzó un acuerdo con las Farc para esconder en su territorio a secuestrados. La Jacobo Arenas les cobra peaje por dejarles pasar por su carretera y el Frente Sexto de las Farc, que manda en Tacueyó y Corinto, por permitirles esconder a sus rehenes araña un suculento porcentaje del rescate.

La policía tiene serios indicios de que la persona que lidera el grupo de delincuentes es Diego Tabares Marín, alias “Lucho”, peligroso criminal que ha cometido atentados para las Farc y que ahora se dedica a secuestrar. En concreto, le acusan de ser el responsable de la lapa-bomba que hirió al ex ministro del Interior, Fernando Londoño, y mató a dos de sus escoltas en mayo del 2012 en Bogotá, cuando circulaban en un coche blindado. Desde que la Fiscalía descubrió la trama, se esconde en el norte del Cauca bajo la protección de la guerrilla.

Entre junio y julio dos de sus rehenes –un prestamista de Santander de Quilichao y un estudiante venezolano- recobraron la libertad tras pagar trescientos mil y doscientos mil euros respectivamente. En ambos casos los abandonaron en el área rural de Corinto para que regresaran con los suyos, cerca de donde apareció el cadáver de Muñiz.

Las autoridades indígenas de Tacueyó han intentado expulsarlos de sus tierras ancestrales, pero no han podido porque cuentan con la autorización de las Farc, verdaderos amos y señores de la región.

Por Sergio Muñiz empezaron exigiendo un millón de euros, pero fueron rebajando hasta doscientos mil. Desde el primer momento, Muñiz pudo comunicarse por teléfono con su familia en España, inquieta por su suerte. Aseguraba que estaba bien y daba instrucciones para conseguir el botín, una suma excesiva para sus escasos recursos.

El Gaula de la Policía –cuerpo que lucha contra el secuestro- destinó un equipo para intentar liberarlo. Pero era una misión casi imposible porque Tacueyó es un fortín inexpugnable de la guerrilla por su situación geográfica en plena cordillera andina, y porque el Sexto Frente, que lleva más de cuatro décadas en el norte del Cauca, destierra y mata a los pobladores que colaboran con las autoridades, y conoce todo el área como la palma de la mano.

El Mundo. España.

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