El movimiento islamista Hamás y los otros grupos armados de Gaza aceptaron la propuesta de un alto el fuego humanitario de 24 horas solicitado por la ONU, que dará comienzo a las 14.00 horas local (11.00 GMT), anunció su portavoz Sami Abu Zuhri.
Desde que finalizara la tregua de 12 horas de ayer sábado, se ha vivido un goteo de altos el fuego unilaterales. Israel ha suspendido esta mañana la tregua que la Franja vivió ayer y ha decidido atacar “por tierra mar y aire”. Las autoridades han pedido a la población civil que no se acerque a las zonas de combate, y se han podido ver densas columnas de humo en la zona. Las milicias, aseguraban fuentes israelíes, habían lanzado hasta 25 cohetes durante la noche sobre su territorio. Ayer, sin embargo, el alto el fuego humanitario de 12 horas permitió a muchos volver por primera vez a sus casas. Lo que sigue es el relato de lo que allí se encontraron.
Fadi rebuscaba impaciente entre los escombros que hay sobre el suelo. Ayudado de un trozo de ladrillo, retiraba piedras y restos tierra en lo que hace tan solo unos días era su supermercado, un pequeño local de alimentación en el barrio de Beit Hanún, al norte de la Franja de Gaza. “¡Ayúdame, están por aquí!”, gritaba exaltado a su tío. Entre los dos, buscaban la caja del mercado en la que, cuentan, tenían 2.000 shekels (500 euros) guardados. Hace pocos días que tuvieron que huir por los continuos bombardeos israelíes. El único objeto reconocible es la nevera de los helados que ha aparecido diez metros más lejos. “Lo hemos perdido todo,nuestra casa, nuestro negocio… No sé qué vamos a hacer ahora”, lamentaba Basel entre sollozos.
Los residentes de Beit Hanún caminaban hasta este barrio en el norte de la Franja. Familias enteras deambulaban por este barrio fantasma, uno de los más castigados por el ejército israelí. Este sábado apenas se escuchaban lloros, gritos y lamentos de desesperación. Unos y otros descubrían lo que quedaba de sus casas, de sus pertenencias, de sus recuerdos… La mayor parte de las viviendas han perdido las paredes, otras están partidas por la mitad o sepultadas bajo un cráter. Hombres y mujeres caminaban sobre los escombros. Cubiertos del polvo gris en el que se han convertido sus casas, recogían mantas, almohadas, la bombona de gas o ropa para pasar los días que quedan de bombardeos.
“Hace 10 días recibí una llamada del ejército”, decía Basel mientras sostenía una cesta de ropa sobre su cabeza, “nos dijeron que abandonáramos la casa porque la iban a bombardear. Es la primera vez que veo mi casa hecha pedazos…”, contaba con los ojos llenos de lágrimas. “He estado buscando los documentos de mi familia y mi dinero, pero todo ha desaparecido”. Desde hace días, Basel se hospeda en las escuelas facilitadas por la UNRWA (La Agencia de Naciones Unidas para Refugiados Palestinos), pero, durante los últimos días, también han recibido ataques de las tropas israelíes. “¿Dónde podemos ir ahora?”, se preguntaba Basel.
Marcas de la munición
En la calle Al Karama, dos burros sangraban agonizantes en el suelo. Uno de ellos tenía un disparo en una de las patas y se retorcía de dolor. Enfrente, una ambulancia calcinada cruzaba la calle y varias moscas revoloteaban sobre un charco de sangre.“Disparan a hospitales, a ambulancias, a mezquitas, no tienen piedad…”, decía un hombre que recogía los restos del vehículo. Cada minuto, un pedazo de algún edificio caía hasta el suelo, el barrio entero es víctima de la destrucción. Sobre los pocos muros que quedan en pie, podían verse carteles de mártires de la Yihad Islámica, por ejemplo un retrato de Hatem Nasir, muerto en los bombardeos de la guerra de 2012.
La fachada del Hospital de Beit Hanún también mostraba las marcas de munición. Durante la noche del viernes los tanques israelíes habían atacado sus instalaciones mientras varios pacientes y personal médico estaban en el interior. Saher Hamad, frente al hospital junto a su motocicleta, contaba con ojos llorosos: “Mi hermano murió en esos ataques”. “¿Qué podemos hacer? No estamos a salvo en ninguna parte. No es sólo mi hermano, todo mi país está destrozado”, narraba Saher.
Pero los cazas israelíes y tanques también habían acabado con el parque infantil de este barrio. Entre montañas de escombros podía verse ayer sábado lo que quedaba de una pequeña noria. Una mujer recogía una montaña de almohadas y colchones: “En las escuelas de la UNRWA no tenemos suficientes cosas y debemos prepararnos para los siguientes días”, decía a El Confidencial mientras levantaba piedras con la ayuda de un palo. Walaa encontró su antiguo baúl y sacaba los restos de las fotografías de su familia. “He perdido a mi marido y a mis dos hijos. Esto es lo único que me queda de ellos”, contaba mientras abraza las fotos.
Fidaa pasó la noche del viernes dentro de su casa de Beit Hanún, a 500 metros de la frontera con Israel. Llevaba veinte días sin salir de ella, y desde allí había presenciado todos los bombardeos a los edificios vecinos. Afortunadamente, el suyo apenas tenía dos ventanas rotas, aunque el intenso fuego de artillería no le dejó dormir durante la noche. “Escucho perfectamente el sonido de los tanques” relataba Fidaa. “Los israelíes han estado disparando hasta el último minuto, justo antes de las 8 de la mañana, cuando comenzaba la tregua”. Junto a su padre, dormía desde hace días en el pasillo, el lugar más seguro.
Por primera vez en semanas, el tráfico ocupaba de nuevo las vías principales, mientras mujeres y niños llenaban las calles del mercado de Saha y se originaban enormes colas en los accesos a cajeros automáticos y bancos. Incluso la playa volvía a recuperar su actividad. Los pescadores salían con sus barcas al mar y algunas familias decidieron tomar un baño. Las doce horas de tregua dieron un respiro a la población y las calles de Gaza parecían haber vuelto a recuperar la normalidad.
Vuelve la otra ‘normalidad’, la de los cohetes
Pero todo eso era ayer. A pesar de que Israel ofreció extender el alto el fuego 24 horas más, un portavoz de Hamás, Sami Abu Zuhri, consideraba minutos después “inaceptable” “cualquier tregua humanitaria que no acabe con la presencia de los soldados israelíes en la Franja de Gaza y que no permita que la gente vuelva a sus casas y evacuar a los heridos”. Acto seguido, un puñado de cohetes volvían a precipitarse sobre Israel, que se reservaba el derecho a “responder en cualquier momento”. De hecho, horas más tarde daba por rota la tregua tras el lanzamiento de una veintena de cohetes. Y al mediodía de hoy domingo Hamás decidía sumarse al alto el fuego de 24 horas reclamado por la ONU.
Las 12 horas de calma del sábado sirvieron para rescatar a los múltiples cadáveres que hay sepultados bajo los escombros. Según el Ministerio de Sanidad de Gaza, ayer se encontraron al menos 132 cuerpos, por lo que la cifra de muertos en esta ofensiva ya supera los 1.000. Los heridos se cuentan por millares: según el último recuento hay más de 5.000. La situación en los hospitales también es de emergencia. Mauro, médico de Cruz Roja, contaba el sábado a El Confidencial que “de los 210 heridos que recibimos el jueves, 170 tuvieron que ser reenviados por falta de espacio”. El jardín de atrás se ha convertido en un improvisado campo de desplazados, donde decenas de familias buscan refugio en las que se supone que son las zonas seguras.