Los ministros de Finanzas y los jefes de los bancos centrales del G20 advirtieron este sábado en Moscú que la recuperación de la economía global es demasiado débil y rechazaron tajantemente participar en “guerras de divisas” para no dañar la estabilidad económica y financiera.
Los líderes de las Finanzas de la organización que sienta en la misma mesa a las economías más desarrolladas junto con las más pujantes del mundo observaron “brotes de estabilidad” en el inicio de este 2013, que “marcará tendencias hacia el crecimiento o la recesión”, dijo en rueda de prensa el titular ruso, Antón Siluánov.
“Gracias a las importantes medidas políticas adoptadas en Europa, Estados Unidos y Japón, y a la estabilidad de la economía china, los principales riesgos para la economía mundial han disminuido”, señala el comunicado final de la reunión celebrada en la capital de Rusia, país que desempeña la presidencia rotatoria del G20 este año.
Al mismo tiempo, la nota advierte de que “persisten riesgos importantes y los ritmos de crecimiento de la economía mundial aún siguen siendo demasiado débiles y los niveles de desempleo en algunos países son inaceptablemente altos”.
El comunicado también llama a aunar esfuerzos para fortalecer la unión económica y monetaria de la Eurozona: “En estas circunstancias se requiere aplicar esfuerzos consecuentes para fortalecer la unión económica y monetaria de la Eurozona”.
Además, insta a “eliminar la incertidumbre relativa a la situación fiscal de EEUU y Japón e incrementar las fuerzas internas de demanda en los países con superávit en sus operaciones por cuenta corriente, tomando en consideración las condiciones particulares de los grandes productores de mercancías”.
Aunque en los prolegómenos de la reunión ministerial muchos expertos apuntaban que las “guerras de divisas” serían el centro del debate, no fue así gracias a la unidad de todos los países en este asunto.
“No hubo debate, porque todos teníamos la misma postura. (…) No podemos ni hablar de guerra de divisas. El mercado es quien debe decidir las cotizaciones y los bancos centrales no deben intervenir”, indicó Siluánov.
El comunicado final insiste en que los miembros del G20 se abstendrán de “devaluaciones competitivas de divisas” y también “de todas las formas de proteccionismo”, decisión que saludó al término de la reunión la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde.
“Consideramos que hablar de guerras de divisas es exagerado. De lo que sí se ha hablado es de las inquietudes respecto a las divisas. La buena noticia es que el G20 ha respondido hoy con cooperación más que con conflicto”, señaló a los periodistas.
No hubo acuerdo concreto en esta primera reunión del G20 bajo el liderazgo de Rusia sobre los objetivos para la deuda y el déficit públicos, un asunto que abre una brecha entre algunos países miembros, condicionados por sus propias circunstancias económicas y sociales.
“Por ahora, no se ha podido alcanzar una decisión aceptable. Se trata de la elaboración de objetivos de referencia a medio plazo sobre los niveles déficit público y deuda estatal”, afirmó Siluánov, quien recordó que la mayoría de países no han cumplido con los objetivos de reducción a la mitad del déficit marcados en 2010.
El G20 señala que es necesario adoptar medidas que “permitan estudiar la transparencia y la concordancia de los informes del sector público y (hacer) un seguimiento de la incidencia que tienen los factores sensibles del sector financiero sobre la deuda estatal”.
La presidencia rusa, con apoyo de otros países en desarrollo como Brasil o México, ha logrado el apoyo, en algunos casos tibio y reticente, para reformar el sistema de cuotas del FMI para incrementar las aportaciones y en consecuencia la capacidad de decisión de las economías pujantes.
“Reiteramos la urgente necesidad de ratificar cuanto antes la reforma de cuotas y dirección del FMI (acordada) en 2010”, apunta la nota final del G20.
La reunión celebrada en Moscú es la primera de una serie de encuentros previos a la cumbre de jefes de Estado del G20 que se celebrará en la primera semana de septiembre en la ciudad de San Petersburgo.