Al ingresar a la Vitrina Turística de ANATO en su versión 2013, las miradas indiscutiblemente van para el stand de San Andrés Islas que para esta ocasión se vistió con sus mejores galas, mostrándole a Colombia que el archipiélago sigue vivo en medio de los errores fatales del Tribunal Internacional de la Haya.
Una de las personas más carismáticas de esta muestra turística de San Andrés Islas es Patricia Bowie quien con una sonrisa amable, pero melancólica asegura que las lágrimas de sus ojos recién han parado, así como las de los hijos olvidados de San Andrés, aunque reconoce que aún los sollozos y suspiros de dolor son comunes en ese pedacito cálido y hermoso del Caribe.
En diálogo con Confidencial Colombia esta isleña afirmó que los raizales siguen sintiéndose huérfanos por cuanto no vieron ni ven una batalla contundente en el proceso de la Haya que le restó áreas marinas al archipiélago.
Esta raizal, negra y enamorada de su mar de siete colores viajará a Holanda en donde expondrá ante la Haya las razones por las cuales, Colombia no puede perder acceso al mar toda vez que ello debilita la economía y golpea el sentimiento de pertenencia y de nación.
“A San Andrés le ha dolido esta pérdida y creo que si podremos rescatar algo por cuanto hay juristas muy serios que ven esa posibilidad, pero tenemos que luchar desde otra perspectiva y ello es teniendo autonomía, sin decir que no somos colombianos o que renunciamos a nuestra nacionalidad. Es hora de manejar nuestros asuntos y poder decidir por nosotros”, declaró la líder sanandresana.
Aseguró que después del 19 de noviembre de 2012, todo cambio para San Andrés porque directa e indirectamente todos resultaron afectados en la isla, y no solo por la pesca sino por el daño que se trasladó a otras actividades económicas como hotelería y restaurantes. “Ya no podemos ofrecer la variedad gastronómica al turista, porque nos quitaron acceso a productos del mar, claves en la buena mesa”.
Lamentó la posición del Gobierno que tan solo se limitó a expresar consternación por el fallo sin que hubiese una acción rápida y contundente que hiciera recapacitar al tribunal. Cuestionó el hecho que los pescadores tengan que trabajar intimidados por buques nicaragüenses sin el amparo de la Armada Nacional. “Nos engañan diciendo que las fragatas colombianas están allá en altamar y eso es una vil mentira”.
Aseveró que la deuda que Colombia tiene con San Andrés, Providencia y Santa Catalina es inmensa, motivo por el cual el salario de 1.8 millones de pesos al mes ofrecido a los pescadores por un semestre resulta ínfimo. Esa plata deberían pagársela a cada raizal hasta que muera, porque la pérdida es dramática y el daño incuantificable.
En San Andrés queremos ver y saber que Colombia quiere hacer algo por nosotros, queremos sentir hermandad de corazón, pero sin caramelo o bombón porque eso no solventa el lío y si por el contrario lo agranda.
“Quedamos en las mismas, es cierto que estamos defendiendo nuestra causa isleña y anhelamos que el territorio que se perdió se le devuelva a la comunidad raizal que finalmente es la verdadera dueña de ese espacio, pero nos sentimos muy solos”, declaró Bowie.
La Haya no conoce San Andrés
Según la experta en temas isleños y que acudirá ante el Tribunal de la Haya a pedir una revisión coherente del laudo con Nicaragua, los miembros del Tribunal Internacional de Justicia se equivocaron, entre otras cosas porque no se les dio elementos para fallar en derecho. “Una persona que no me conoce como raizal no puede defenderme, menos si no me escucha o sabe algo de nuestra historia. Ellos ni siquiera sabían de la existencia de San Andrés”.
Indicó que hay una parsimonia del Gobierno que desespera al isleño y lo hace dudar de la voluntad del ejecutivo. Hay escepticismo y no le creemos a los discursos, menos al del expresidente, Álvaro Uribe porque de los 11 años del proceso, él estuvo ocho, luego si hay culpas.
Les pidió a los colombianos mirar a San Andrés con amor y pertenencia, porque hoy a los nacionales insulares tan solo los ronda el dolor, la tristeza y la desazón.
Una plaga que asusta más que el coco
Una salida para San Andrés podría ser el cultivo de coco y de otros productos, pero lamentablemente a la isla llegó una plaga que está acabando con todos los cultivos. Se trata de la cochinilla que desde hace más de cuatro años está acabando con toda la vegetación de la isla, luego esa alternativa queda en la ilusión. Sobre el turismo, precisó, está siendo monopolizado por cadenas que operan desde Bogotá y una prueba visible es la operación de los hoteles Decameron, que con el “todo incluido” tiene golpeados los empresarios del turismo.
Una alternativa para San Andrés son las posadas nativas que se diferencian de la oferta turística toda vez que brindan etno, turismo y eco-turismo. Allí se venden y se promocionan las costumbres, la cultura y la gastronomía.
Patricia Bowie, dijo que si bien la pesca no tiene mucho futuro, hay un proyecto de un grupo de españoles que podría ser una alternativa rentable, pero aclaró que todo depende del Gobierno Nacional.
Para la Isla resulta muy deplorable tener que pedirle permiso al Gobierno de Nicaragua para poder pescar y más cuando se sabe que el Presidente Ortega no tiene conocimiento de lo que habla pues ignora que Nicaragua no tenía territorio. “El problema es de Colombia que se enseñó a regalar todo y a perder territorio, motivo por el cual estamos en la que estamos, el estado colombiano regaló hasta lo que no le pertenecía y eso pasó en el archipiélago”.
Agregó que lo grave del fallo es que deja puertas abiertas para que Nicaragua pida más e inclusive permite que otros países vecinos reclamen el mismo derecho. Destacó la solidaridad de varios países de Centroamérica y el caribe con la Isla.
En su opinión, los 180.000 habitantes de San Andrés que son muchos para el territorio, esperan mayor compromiso con el archipiélago por parte de un Gobierno que parece estar dejando todo en el cuarto de San Alejo y obviamente todo el apoyo de una nación continental que sabe que ese pedazo de tierra bañada por mar es también Colombia. “Como obviar al país de la barracuda de ojos azules, de las playas doradas o de la luna verde”.
En el enorme recinto de Corferias, Patricia vuelve a sonreír, dejando ver perlas en su boca, como lo dijera el bello bolero. Se toma la cabeza y suavemente acomoda su turbante negro, ese que tanto llama la atención del público. Mira fijamente y en sus pupilas se alcanzan a ver la cueva de Morgan, las pintorescas casas victorianas, las palmeras danzantes de Johnny Cay, el acuario y todo un entorno paradisiaco que sabe a coco, huele a rondón y suena a suave y vibrante reggae.