En tan sólo dos días inicia la ‘tercera parte’ de las conversaciones entre Gobierno y Farc, Oslo, Noruega y posteriormente La Habana, Cuba, serán los lugares de encuentro, donde los colombianos esperas se concrete la paz que anhela este país desde hace ya más de 40 años.
En el “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, firmado entre el Gobierno nacional y las Farc, se establece que se iniciarán en Oslo esta semana “conversaciones directas e ininterrumpidas sobre los puntos de la agenda aquí establecida, con el fin de alcanzar un Acuerdo Final para la terminación del conflicto que contribuya a la construcción de la paz estable y duradera”.
Es decir, se inicia la segunda fase del proceso de conversaciones entre Gobierno y Farc -la primera fue la de pre-negociación, en la cual se acordó la agenda y los procedimientos y la tercera será la implementación del Acuerdo Final al cual se llegue-; esta fase se desarrollará en el exterior.
Si bien la mayoría de los colombianos apoyan estas conversaciones hacia la terminación del conflicto armado, hay un sector de la opinión, minoritario pero importante, que no está convencido que ese sea el camino de cierre de esta confrontación armada y seguramente preferirían una derrota y rendición de los alzados en armas.
Por ello, los negociadores del Gobierno y la guerrilla deben andar, como se dice popularmente, con pie firme para lograr enviar prontamente avances de éxito en la negociación, de otra manera esa opinión adversa se puede tornar en mayoritaria y allí se cerraría la posibilidad de espacio político para la misma.
Hay algunos elementos para el optimismo, pero también otros de preocupación.
Dentro de los primeros podemos mencionar el nuevo contexto internacional que no deja espacio para apoyar a grupos que utilizan la violencia para tratar de obtener reivindicaciones políticas y especialmente significativo que los gobiernos de centro-izquierda de Latinoamérica tengan posiciones igualmente claras de rechazo al uso de la violencia.
En lo interno, un Estado y una Fuerza Pública fortalecidos y con una alta capacidad militar para defender a la sociedad de cualquier amenaza o riesgo, igualmente una opinión pública que mayoritariamente apoya la institucionalidad.
La guerrilla, si bien no está derrotada militarmente, sí ha recibido golpes muy contundentes y, sobre todo, sabe que no hay posibilidad de ninguna hipótesis de triunfo por la vía armada y por lo tanto la negociación aparece como una salida viable y honorable.
Igualmente, ha dado muestras de querer avanzar en serio (dos hechos para mí son contundentes, haber continuado los acercamientos con el Gobierno después de la muerte de su comandante alias Alfonso Cano que los había iniciado y aceptar, por primera vez en la historia de los acercamientos, la dejación de las armas como final del proceso).
Pero hay también nubarrones.
Uno, el tiempo de la negociación, sobre lo cual al parecer no hay acuerdo total y puede ser, si se alarga innecesariamente un factor de alto riesgo para estas conversaciones -unas conversaciones prolongadas pueden generar desencanto en la opinión nacional-.
Dos, el que se hagan sin cese del fuego, pese a que seguramente el Gobierno ha pensado que lo más conveniente es que la operatividad militar de la Fuerza Pública module el ritmo de la Mesa.
Sin embargo, esto genera alta incertidumbre ante la eventual realización de hechos de violencia de impacto por parte de la guerrilla y la reacción de la sociedad.
Tres, el que no esté por el momento incluido el Eln en estas conversaciones, por cuanto este puede ser un factor de inestabilidad y de ‘ruido’ para el proceso -ojalá sean ciertos los rumores de que el Gobierno y el Eln están en contactos en esa dirección-.
Pese a la incertidumbre, normal en estos procesos, hay campo para el optimismo, sin perder la conexión con la realidad.