Por Irene Urrea
Leila Guerriero, es una reconocida periodista argentina, que en su abanico de textos ha abordado sinnúmero de temas culturales, políticos, crónicas de viajes, entre otros. Siempre viste de color negro y no usa Twitter ni Facebook, pues considera que son “herramientas de distracción”. Confidencial Colombia habló con ella acerca del oficio del periodista.
Confidencial Colombia: ¿Qué siente estar del lado del entrevistado y no del entrevistador?
Leila Guerriero: Ahora ya estoy más habituada, las primeras entrevistas fueron raras, igual es lindo que te pregunten cosas porque te pones a pensar en cuestiones que nunca te pondrías a pensar, uno por lo general no se sienta en su estudio y dice “a ver voy a pensar ¿por qué hago las cosas?” Ser entrevistado es estimulante.
C.C: En la mayoría de fotos siempre está de negro ¿por qué siempre viste de color negro?
L.G: Me gusta mucho, me parece que es un color elegante, austero. También a la hora de viajar, porque viajo mucho, me soluciona muchas cosas, además combina con el azul y el marrón, nunca me vas a ver con una cosa amarilla o roja y para mí, en casa, el blanco es como otro negro. En los viajes no llevo mucho equipaje, siempre viajo con la maleta de cabina, por ejemplo el blanco para los viajes es una muy mala idea porque se ensucia muy rápidamente; una camiseta negra quizá te la puede poner dos veces, una camiseta blanca no, la negra me imagino que también, pero esto es una confesión de mugrienta (risas).
C.C:¿Qué le falta por contar?
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L.G: Creo que me falta todo, me quedan muchas cosas por contar. Me parece que cuando uno tiene la vocación de contar cosas, uno no tiene un listado de cosas que quiere decir, eso va apareciendo; tengo un universo de cosas por contar muy grande; me interesan los temas sociales, culturales, políticos, las crónicas de viaje, entre otros.
C.C: ¿La crónica está sobrevalorada, ahora que todo el mundo quiere ser cronista y quiere contar historias?
L.G: No, no lo creo. La crónica es un género estupendo, como también lo son otras ramas del periodismo. El periodismo deportivo bien hecho es fabuloso, la columna de opinión; dos de los mejores libros que leí el año pasado eran de columnas. No hay género sobreevaluado. Lo que sí hay es una mirada errada de algunos colegas que piensan que ser cronista es ser mejor que periodista, yo me siento periodista y no una cronista. Creo que el que se autoproclama cronista no es justo para el otro colega ni con la crónica; pero eso no habla mal de la crónica, habla mal de una persona que no entendió de qué se trata.
Ser cronista siempre ha sido un oficio marginal, muchas veces los cronistas escribimos cosas que no le importan a la gente, la gente está mucho más interesada masivamente en la noticia del día a día. El cronista tiene un mundo más reducido.
C.C: ¿Podría decir que no existe el cronista, sino el reportero?
L.G: No creo. Digo de mí misma que soy cronista, me parece que hay una especie de ego decir “soy cronista” y que a mí no me interesa participar de eso. Todos somos periodistas luego cada uno dedica a un género distinto.
C.C: A la hora de empezar a escribir ¿cómo un periodista debería iniciar ese primer párrafo?
L.G: No hay una formula. Básicamente lo que supongo que todo periodista debería hacer es el método propio. A mí me sirve tener mucha información del tema, sentir que tengo una voz autorizada. No creo que uno pueda decir que para escribir hay que hacer determinada cosa, por ejemplo hay gente que va escribiendo mientras está haciendo el reporteo, yo hago eso y me muero. Creo que la única fórmula es saber cuál es su método.
C.C: ¿Cuál es la rutina de Leila a la hora de escribir?
L.G: Cuando estoy escribiendo estoy desconectada de todo. La única conexión que existe es la de internet que me gustaría cancelarla en los momentos en los que escribo, pero cada vez se me hace más difícil y sobre todo cuando trabajo para diversos lugares, siempre puede llegar un mail urgente. Si sé que tengo que salir a hacer alguna diligencia, ese día no me sirve para escribir. Tengo que tener una completa concentración. Podría durar diez o doce horas por día escribiendo.
C.C: ¿Por qué no tiene Twitter ni Facebook? ¿Qué opina de las redes sociales?
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L.G: Tengo un teléfono celular que no lo uso jamás. A mí me da mucha impresión que la gente naturaliza algunos usos y piensa que necesita algunas cosas. Si yo sintiera que el Facebook o el Twitter me aportan en algo o mejor si los necesitara, como necesito si o si una conexión de internet y el mail, tendría Facebook. Siento que es muy poco lo que pasa interesante, son herramientas de distracción y sobre todo cuando uno se dedica a la escritura.
Yo no tengo tantas cosas para decir, qué voy a decir en las redes sociales si escribo una columna semanal y otra que es mensual; escribo notas, libros. Me parece que ya estoy diciendo lo que tengo que decir, qué más voy a decir. Creo que uno no deba estar diciendo todo el tiempo lo que estoy haciendo y lo que no, o lo que piensa de todo. Eso sí salvo para una persona que lo necesite.
C.C: ¿Y qué me dice del manejo de los portales de internet que utilizan las redes sociales para darse a conocer, por ejemplo éste, Confidencial Colombia?
L.G: Conozco el portal (Confidencial Colombia) y no tengo Twitter ni Facabook, de modo que uno llega a los lugares a los que quiere llegar. Pero no puedo tener una mala opinión sobre las herramientas de difusión, sería como estar en contra del oxigeno. Me parece que las redes sociales son válidas. Incluso hay temas que han llegado a los medios porque hay usuarios que se ocupan de determinado asunto y lo transforman en un tema.
Pero bueno, una cosa es que yo no tenga y otra es que yo esté en contra que la gente los use. Obviamente, si estoy con una amiga y si mi amiga está con el celular, eso me va a poner de mal genio, ¿oestás conmigo o con el teléfono? Tampoco quiero tener un Audi, un televisor de 64 pulgadas, ni tener una casa de fin de semana. Hay ciertas cosas que la gente quiere, ambiciona. No todos queremos lo mismo.
C.C: ¿Qué quiere Leila?
L.G: Tengo la vida que quiero tener. Quiero escribir, me gustaría viajar más. Me gusta viajar por el Asia.
C.C: El año pasado para El País escribió una columna que habla sobre el ego y allí usted cuenta que al enviar un texto a una revista brasileña cuando le respondieron que no había espacio para publicarlo, y al revisar el correo se dio cuenta que venía la conversación del editor diciendo que escribía “horrible” ¿Qué le generó, qué se siente al saber que para alguien usted “escribió horrible”?
L.G: En el momento miré eso y me impactó, me dio mucha risa aunque no me pareció divertido que alguien pensara que escribí un artículo espantoso. Lo que si te puedo decir es que no me afectó en términos de estima. Eso tiene que ver con que estaba convencida de que la nota estaba bien, no era un texto horroroso, de hecho ese texto lo terminé publicando en otro medio latinoamericano.
C.C: ¿Cuál medio, cómo se llama el texto?
L.G: No, de ninguna manera. Se dice el pecado, pero no el pecador.
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