Estas vacaciones de Navidad han sido geniales. Aunque hayas gastado dinero de más con las compras, ha habido tiempo para todo: estar con la familia, hacer cosas que te gustan, compartir tiempo con tu pareja… Incluso, tu suegro no ha repetido más de dos veces ese chiste tan malo al que nunca le has encontrado la gracia. Entonces, ¿por qué te asalta una tristeza al pensar en volver a tu rutina? Porque tienes lo que se llama estrés postvacacional. Pero no hay por qué preocuparse. Lo mejor para vencer a tu enemigo es conocerlo.
¿Por qué se produce?
Volver al trabajo supone adaptarse a horarios y obligaciones. Y, en muchas ocasiones, ello conlleva un esfuerzo que nos estresa y provoca reacciones como el cansancio, la tristeza, la falta de concentración e, incluso, problemas de insomnio o desarreglos gastrointestinales. Un cuadro, vamos…
¿Cuánto dura?
En unas dos semanas, los síntomas más molestos deberían remitir. Pero la cosa se puede alargar si hay otros factores estresantes que se suman a este. Conflictos en el trabajo, tensiones con la pareja o problemas familiares pueden convertir la vuelta de las vacaciones en un pequeño infierno.
¿Se puede prevenir?
Lo ideal sería ir planteando la rentrée durante los últimos días de vacaciones, de forma paulatina. Reubicarse en el próximo escenario: ver qué tareas se han de asumir e intentar organizarlas antes de que ellas nos desorganicen a nosotros. La sensación de control es de gran ayuda.
¿Cómo se combate?
En primer lugar, no te pongas en modo autoexigente. Distribuye los trabajos dependiendo de tu energía y no quieras acabarlo todo el primer día. Respeta las horas de sueño e intenta llevar una alimentación equilibrada. El ejercicio físico también es de gran ayuda. Busca actividades que te hagan sentir bien. E intenta tener una actitud positiva y confiar en que es algo transitorio.