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Trump pone en jaque a Wall Street


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Con 319 delegados en el bolsillo y diez triunfos electorales (si sumamos New Hampshire, Carolina del Sur y Nevada a las siete victorias del pasado martes), es imposible ignorar el momento del candidato republicano Donald Trump. El multimillonario no pasa desapercibido en la escena política a este lado del Atlántico, despertando fervor y odio por igual pero nunca dejando a nadie indiferente. Y menos a Wall Street.

Los inversores estadounidenses comienzan a concienciarse sobre una posible batalla donde Trump será el nominado republicano a la Casa Blanca mientras que Hillary Clinton se postula como la elegida del partido demócrata, siempre y cuando no sea imputada por el caso de sus correos electrónicos. Con este posible pulso en ciernes, los derroteros que tome la economía de EEUU serán cruciales para determinar hacia qué bando se decantará el electorado.

“Si la economía se debilita va a favorecer a Donald Trump. Si la actividad pierde fuelle Trump cuenta con un buen historial de negocios pese a haberse cobijado en la reestructuración de pagos un par de veces”, reconoce a este periódico Alan Valdes, director de DME Securities y todo un veterano de la Bolsa de Nueva York, donde ha visto pasar más de tres décadas de elecciones presidenciales. “El problema es que Clinton se ha posicionado cerca del presidente Barack Obama, quien cuenta con un terrible historial económico”, estima este operador quien explica que el mercado ha experimentado un rally desde 2009, “pero este ha estado motivado por la recompra de acciones y otros factores”.

Aunque es cierto que entre los operadores de la New York Stock Exchange, el actual mandatario no cuenta con la popularidad esperada, la administración Obama ha conseguido enderezar la recuperación económica del país, recortando el paro a la mitad y logrando que la economía creciera el año pasado alrededor de un 2,4%. Es cierto que en estos menesteres la Reserva Federal ha hecho el grueso del trabajo, con tres rondas de compras de activos que han engordado su balance en más de 4 billones de dólares y siete años de política ultraacomodaticia que comenzó a cambiar de rumbo el pasado 16 de diciembre.

Aún así, la perspectiva de que Trump puede convertirse en el próximo inquilino de la Casa Blanca genera escalofríos entre los inversores. “La falta de un plan económico en su candidatura es alarmante” sentencia Nigel Green, fundador de la consultora de riesgos deVere Group. No se puede obviar que el mensaje de The Donald es su intención de hacer “América grande de nuevo”, sin embargo, sus declaraciones sobre comercio, sus planes fiscales y sobre todo sus polémicas declaraciones sobre inmigración, siguen sin ofrecer detalles concretos de su hoja de ruta como presidente.

Sin detalles de Trump

Green pone de manifiesto tres áreas de preocupación. Del lado fiscal, Trump quiere reducir el impuesto de sociedades hasta el 15%, reducir los impuestos a la clase media a un rango de entre el 10% y el 20% y liberar fiscalmente a aquellos que ganen menos de 25.000 dólares al año. Un plan que apuesta por el crecimiento económico pero que “disparará el déficit fiscal y reducirá los ingresos”.

Por otro lado, tampoco podemos ignorar las pataletas y ataques de el empresario ha lanzado contra otros países en materia comercial. Sobre China, Trump ha incidido en la devaluación de su divisa como origen del daño a las manufacturas estadounidenses. “Por mucho que incida en que quiere que la producción regrese a EEUU, es bastante improbable que todos los empleos regresen de nuevo al país”. “También pretende imponer tarifas sobre los bienes importados, como 35% sobre los coches no fabricados en EEUU, esto generará empleo pero hará que el consumidor pague un 35% más en productos extranjeros”, incide Green.

Por último, en materia migratoria, su objetivo de deportar a los 11 millones de indocumentados a este lado del Atlántico tendrá consecuencias para la economía. La oferta y la demanda se verán damnificadas por este hecho, la fuerza laboral se reduciría y el PIB real caería, explica el fundador de deVere Group.

De momento, pese a contar con el apoyo de polémicos inversores como el díscolo Carl Icahn, el amor de Wall Street por Trump brilla por su ausencia. El candidato no necesita de los lobbies o grupos de influencia para financiar su campaña, algo que sí requieren el resto de candidatos, pero su falta de apoyo entre la Calle del Muro es evidente. Tanto J. Joe Ricketts, fundador de T.D Ameritrade, Paul Singer, el fundador de Elliott Management o Meg Whitman, consejera delegada de Hewlett Packard, son algunos de los empresarios e inversores que esperan frenar a Trump en Florida, que se celebrarán el próximo 15 de marzo. El estado, que es la cuna del senador Marco Rubio, es la única esperanza de éste de seguir plantando cara a Trump, como favorito del establishment de su partido, pese a que sólo ha ganado un estado hasta la fecha.

Desde Guggenheim Securities, Jaret Seiberg, no duda en poner de manifiesto que entre el sector bancario y financiero existe una total “incertidumbre”. “No existe ningún detalle de lo que Trump piensa sobre el sistema financiero o qué piensa hacer con la gran banca”, estima. “No ha atacado directamente a la banca, pero su carácter indica que bien podría obligar a los grandes bancos a reestructurarse”, afirma. Entre sus previsiones sobre quién podría ser el presunto secretario del Tesoro para una administración Trump, Seiberg señaló a Neel Kashkari, actual presidente de la Fed de Minneapolis y uno de los arquitectos del rescate a la banca en 2009 como posible elegido.

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