En un proceso electoral tan reñido, donde la atención de los medios y de la ciudadanía estuvo centrada en escándalos y no en programas, un buen debate debería funcionar como una oportunidad decisiva de reflexión para brindar mayor información a los votantes. El debate de ayer fue la última oportunidad para que los colombianos comparáramos propuestas y candidatos antes del día de las elecciones. Nota de Carlos Parra, director INCIDE- Centro de inclusión, ciudadanía y derechos
Tener mejores debates nos llevaría a tener votantes más informados y por ende elecciones más inteligentes, por eso es necesario que pensemos ¿Cómo estamos haciendo los debates? No pretendo hacer un análisis al contenido de lo que respondieron los diferentes candidatos, sino del ejercicio del “debate” desde la función del organizador.
Las reglas del debate fueron precisadas de manera aceptable, no obstante en su aplicación se cometieron graves errores que comprometieron seriamente la calidad del producto.
Las reglas eran simples, algo muy destacable, normas complejas llevan a debates difíciles de entender para interlocutores y espectadores. Antes de comenzar el debate, se informó a todos los candidatos: La misma pregunta para todos, cada uno tiene 40 segundos para responder, una vez finalizan las cinco respuestas, tendrán el derecho de réplica por 30 segundos a cualquiera de sus oponentes y a quien se dirija esa réplica tendrá derecho a una contrarréplica por otros 30 segundos. Terminado esto los periodistas harán preguntas rápidas para que los candidatos las respondan o digan “me abstengo” y todo concluye con el ya tradicional minuto para decirle a los colombianos por qué debe votar por él.
Los tiempos para responder y refutar son cortos, pero no imposibles de manejar, utilizarlos de manera útil exige a los candidatos ser muy precisos en sus respuestas, esto requiere preparación específica para desarrollar la habilidad de identificar con certeza el núcleo de la pregunta y la capacidad de responder únicamente con lo esencial de su respuesta, y eso no es fácil. Si los candidatos no están preparados para este formato pasa lo que sucedió, se pasan los 30 segundos y aun han llegado a los que deberían decir.
Cada candidato podía hacer dos réplicas durante todo el debate, limitar el número de réplicas es un incentivo mal diseñado que generó que los candidatos quisieran utilizar de forma “estratégica” sus réplicas en el tema que más podía restarle credibilidad a su contrincante, lo cual trajo como consecuencia que en temas como educación nadie cuestionara lo que decían los demás candidatos. Para que exista un debate es esencial la contraposición de posturas, en las rondas donde ningún candidato cuestionó al otro no hubo debate, hubo una exposición o más bien cinco exposiciones de 40 segundos, algo valioso pero a lo cual no debería dársele el nombre de “debate”.
Las dos últimas secciones, donde los candidatos deben responder en una frase y donde cada candidato tiene un minuto para decirle al electorado ¿por qué votar por él? es una sección que ya se volvió costumbre en los debates televisados, que se introduce normalmente por acuerdo entre las campañas y generalmente resulta poco aportante para informar al espectador que recibe la misma información que ve en comerciales y muchos otros medios, ese tiempo debería ser aprovechado para aumentar los tiempos en la ronda inicial o distribuir mejor las oportunidades de réplica.
No obstante lo anterior, el diseño del formato ha sido uno de los mejores estructurados en este proceso electoral, introducir el derecho a réplica, así parezca obvio, es algo novedoso en los “debates” colombianos.
Algo cosa distinto fue la aplicación de las normas del debate por parte del moderador, el equipo de periodistas y los mismos candidatos, todos cometieron errores que le restaron calidad al ejercicio.
Según las reglas, el espacio de 40 segundos destinado a contestar las preguntas de los periodistas debía ser utilizado para contestar la pregunta, sin hacer ataques personales a adversarios, en caso de hacerse un ataque el moderador tenía la atribución de interrumpir al candidato.
Luis Carlos Vélez en su rol de moderador optó por interrumpir en dos ocasiones a los candidatos y penalizarlos gastándose el tiempo de sus preguntas, a su juicio como moderador, los candidatos al referirse a errores del actual gobierno estaban haciendo un ataque personal, esto fue un grave error ya que el moderador no distinguió entre lo que es un ataque a la persona y una crítica argumentada, afortunadamente corrigió el error para continuar con el debate.
En general el moderador tuvo problemas con el manejo de la autoridad, por supuesto, no debe ser fácil moderar cinco personas que aspiran a ocupar la primera magistratura del país, sin embargo durante un debate existe un acuerdo tácito entre las partes para darle la calidad de la autoridad responsable de dar orden al debate, controlar los tiempos de interlocución y autorizar el uso de la palabra. Manejar la autoridad del debate requiere firmeza pero también habilidad para conducirlo sin generar tensiones. Constantemente se vio un escenario tensionante donde los candidatos no aceptaban la autoridad del moderador y el moderador no demostraba seguridad suficiente para trasmitir respeto a sus partes. Un error de parte y parte que ocasionó una dinámica lenta, polémica pero poco productiva.
Los periodistas y sus preguntas son también fundamentales para conducir el ejercicio, intentaron dar un contexto amplio para luego concentrarse en una pregunta concreta en seis temas: actualidad, seguridad, paz, economía, relaciones internacionales y liderazgo.
Formular un contexto al comienzo de la pregunta fue confuso y generó imprecisiones en el debate, por ejemplo la pregunta: “Las medidas económicas de los últimos gobiernos para financiar sus desbalances han apuntado a subir los impuestos a los colombianos. Sin embargo, los escándalos de corrupción son cada vez más grandes. ¿Cómo hacer para que los bolsillos de todos nosotros dejen de ser la caja menor de un estado con problemas graves de corrupción?” sumado a un error en la pantalla que mostraba la pregunta “¿aumentaría impuestos?”, generó confusión en los candidatos y la audiencia, no se sabía si lo fundamental estaba en como eliminar la corrupción o si era necesario aumentar los impuestos, lo que derivó en respuestas igualmente confusas.
A mi juicio la mejor pregunta de la noche fue: ¿Qué lo haría renunciar?. Una pregunta que exigía a los candidatos dejar sentados sus principios y plantear un escenario puntual que los haría salir de la presidencia, lastimosamente solo un candidato demostró entender la naturaleza de la pregunta, el resto respondieron de forma evasiva.
Este debate, comparado con los demás debates que se han realizado en este proceso electoral fue notablemente mejor, sin embargo, frente a lo que espera la audiencia y lo que otros países han hecho es un ejercicio que está a medio camino y no logra llenar las expectativas de quienes lo ven.
La presión que ejercen las campañas, el número de candidatos y la baja preparación técnica en debate por parte de los medios u organizadores, son barreras evidentes para la formulación de una metodología exitosa para hacer pensar de manera profunda a los colombianos.
Ahora que probablemente tendremos solo dos candidatos en segunda vuelta; los medios, ciudadanía y campañas tendremos una segunda oportunidad de replantearnos la forma como se están realizando estos debates y aprovechar este tiempo para hacer una discusión nacional que nos permita reflexionar sobre el presidente que queremos tener los próximos cuatro años.