Un mes de ataques en Malí

La operación militar de Francia en Malí, que cumple hoy un mes durante el que se han tomado las ciudades del norte del país, ha entrado en una nueva fase con ataques sorpresa y acciones de tipo terrorista por parte de los grupos integristas, que se han dispersado en zonas muy vastas y difíciles de controlar.

Gao volvió a ser la pasada madrugada la ilustración de esa inflexión en el desarrollo de la guerra, con explosiones, bombardeos y tiros, después de los enfrentamientos que se sucedieron ayer durante horas en esa ciudad entre los rebeldes del Muyao y las tropas de Malí y Francia.

Los militares franceses acudieron con sus blindados en ayuda de los malienses para hacer frente a los combatientes del grupo Monoteísmo y Yihad en África del Oeste (Muyao) que se habían infiltrado en la que es la mayor ciudad del norte del país y cuya región está lejos de haber quedado pacificada.

El ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, insistió en que durante el mes de reconquista del territorio “ha habido un avance considerable” en materia de seguridad, pero reconoció que la situación no está garantizada, y aunque no se prevén contraataques “masivos” de los grupos integristas “puede haber acciones individuales”.

En ese contexto sembrado de peligros, Fabius reiteró ayer en una entrevista radio-televisada que experiencias como la de Afganistán muestran que “el objetivo de la operación tiene que estar claro y el tiempo de la intervención no puede ser infinito”.

Francia, como confirmó la semana pasada su presidente, François Hollande, tiene intención de empezar a reducir a partir del mes de marzo su presencia en Malí, donde tiene actualmente desplegados unos 4.000 militares, y pasar progresivamente el relevo a la misión de los países africanos, la AFISMA.

Paralelamente a ese traspaso de la responsabilidad, mañana se inicia formalmente el programa europeo de formación del Ejército de Malí, en el que van a estar implicados medio millar de instructores de varios países de la Unión Europea.

El desencadenante de la operación francesa fue la toma por los rebeldes integristas, que llevaban meses controlando todo el norte de Malí, de la ciudad central de Kona, lo que abría el camino hacia la capital, Bamako, en el sur.

Hollande decidió actuar para evitar la instalación de un “Estado terrorista” en Malí que podría desestabilizar todo el Sahel y constituir una retaguardia para la organización de atentados terroristas incluso en Europa.

Las tropas francesas, con el apoyo inestimable de los bombardeos desde el aire, han ido progresivamente tomando las ciudades del norte, que eran abandonadas, sin plantear combate abierto, por los grupos que, como el Muyao o Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) habían estado aplicando la “Sharia” (la ley islámica) durante meses.

Después de Tombuctú, Gao y Kidal, las tropas francesas se hicieron el pasado viernes con Tessalit, la última de importancia en el noreste del país, a los pies del macizo del Ifoghas donde se supone que se esconden los grupos más determinados, y también los que retienen a los rehenes franceses.

Hollande se desplazó el pasado 2 de febrero hasta Malí, donde tuvo un recibimiento muy caluroso por parte de la población en Tombuctú y Bamako, y donde confesó que el día que dio luz verde a la intervención, el 10 de enero, había sido el más importante de su vida política.

La operación militar le cuesta a Francia una media de 2,7 millones de euros diarios y, como el mismo Gobierno ha reconocido, ha puesto en evidencia una serie de carencias en su equipamiento, sobre todo en aviones no tripulados para vigilar desde el aire un territorio tan extenso, pero también aviones de transporte para el envío de hombres y material y aviones de aprovisionamiento en vuelo.