Al nacer, nadie escoge a su familia. A pesar de eso, según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es el elemento natural, universal y fundamental de la sociedad. Esta palabra viene siendo utilizada por todos los medios a los que los 23 jugadores de la Selección Colombia tienen acceso, de ahí una de las principales razones de los históricos triunfos logrados hasta hoy.
El fuerte vínculo de este grupo de jugadores viene de varios años atrás. La gran mayoría ha coincidido en procesos de selecciones de categorías menores. Los que no, fueron compañeros de equipo o entraron a engranar un grupo de trabajo bien cohesionado.
Los ejemplos sobran: James y David Ospina son cuñados. El mismo ‘crack’ desde muy niño conoce a Juan Fernando Quintero por el paso de ambos por el Envigado. Armero, Carlos Valdés y Adrián Ramos fueron campeones con el América de Cali y convivieron en la cantera escarlata por muchos años. Teo y Bacca compartieron el frente de ataque en lo que en Barranquilla se conoció como la pareja más explosiva del Atlántico. Zapata y Aguilar son productos de una mágica generación del Deportivo Cali. Cuadrado y Jackson Martínez fueron piezas claves de un Medellín campeón. Estos son algunos ejemplos de pequeñas sociedades, frase recurrente en el fútbol, que construyeron la Selección que ha llegado más lejos en un mundial.
De la misma manera, el círculo más cercano de los jugadores entró en esa misma dinámica. Más aun en esta etapa en Brasil, la cual, con el apoyo de Pacific Rubiales, logró que esta familia se creciera. Papás, mamás, esposas, hijos y hermanos de cada jugador iniciaron un viaje que todo un país espera que no termine.
El lugar de concentración de las más de 200 personas que viajaron para acompañar al equipo es Guarujá. La ‘Peral del Atlántico’ se convirtió en una pequeña Colombia. Bogotanos, costeños, vallunos, paisas, chocoanos y familiares de todo el país habitan la tercera mayor isla del litoral del estado de São Paulo.
En medio de esta concentración, Pilar Rubio, mamá de James Rodríguez, no logra disimular la sonrisa que lleva ‘puesta’ desde que llegaron a Brasil. “Como madre me siento orgullosa, feliz. Mi hijo está logrando uno de sus sueños más grandes. Cuando un hijo está feliz la madre le pasa lo mismo. Uno ve que los sacrificios y todo lo que le ha tocado hacer están rindiendo sus frutos”.
Doña Pilar no es ajena a las conversaciones de fútbol: desde los cuatro años de edad su padre la llevaba a un estadio, por eso argumenta cuál fue hasta hora el mejor gol del máximo artillero de lo que va corrido del mundial: su hijo. “El gol que más me ha gustado fue el primero contra Uruguay: Golazo. Él la recibió de espalda, dio una medio bolea sin dejarla caer y entró de pica barra”.
La tranquilidad de James muchas veces contrasta con su espíritu ‘mamador de gallo’. Para su madre, la principal razón es su cercanía a sus seres queridos: “Es muy familiar. Cuando está en Colombia le gustaría tener a toda su familia junta. Es muy tomador de pelo y a su vez tranquilo”.
Pero como ella misma dice, “también tiene sus defectos. Uno de ellos es que es demasiado perfeccionista. No vamos a poder con eso”. Este ‘problema’ podría ser su hoja de ruta para destacarse en lo que más lo apasiona: “su familia, Colombia y su profesión”.
Esta ibaguereña tiene claro el poder que esta gran familia está teniendo en los 23 jugadores. “El hecho que nos los dejen ver después de los partidos los motiva, los anima a seguir adelante. No están sintiendo el vacío de sus familias. Por el contrario, ha sido un valor anímico inmenso y fundamental”.
Asimismo, Lina Paniagua, madre de Juan Fernando Quintero, no deja que su llanto de alegría se confunda con ansiedad. “Ansiedad de qué, que vamos a ser campeones. Colombia tiene todo para ser campeón”.
Lina nunca se aburre de hablar de su hijo, para ella ‘Juanfer’ es un superdotado. No solo por las finas jugadas que hace cada vez que se calza los guayos, sino por el gran ser humano que formó. “Le enseñé a ser persona que es lo más importante. Juan Fernando con su corta edad es una persona inteligente, humilde, se destaca por su compañerismo”.
Es inevitable que en medio de la calma y la camaradería que se respira en Guarujá, no vuelva a su cabeza la primera convocatoria de su hijo: “Recuerdo que estábamos en Italia cuando lo llamaron la primera vez. No alcanzó ni a ver nacer su hija debido a esa convocatoria. Ya estando en Estados Unidos, donde tenía lugar el partido, me llamó cuando estaba a punto de dar a luz la mamá de su hija”.
La sensación de ver a su pequeño cumpliendo un sueño, hace que las lágrimas vuelvan a aparecer. “Que un hijo de uno juegue un mundial, se siente una alegría tan inmensa que de sólo acordarme me dan ganas de llorar. Sentir ese himno, cantarlo como lo cantamos. Yo lloró de felicidad cada vez que me acuerdo que estoy aquí por mi hijo”.
Por eso recuerda con agrado las palabras que con tan solo 15 años Juan Fernando le lanzó: “Me dijo que iba a ser futbolista profesional y que iba hacer historia en el fútbol colombiano: me está cumpliendo”.
Con la misma confianza con la que afirma que la selección puede llegar a lo más alto del fútbol mundial, confirma el parentesco de los dirigidos por Pékerman. “Ellos no son un equipo, son una familia de 23 jugadores. También se la están gozando. Creo, me atrevo a decir, que Colombia puede llegar a ser campeón”.
Alguien que ha estado muy cerca a este grupo, gracias a su lugar de origen -Barranquilla-, es Teófilo Gutiérrez padre. Sabe claramente cuál es estado de ánimo de los jugadores. “Esos muchachos están muy motivados. En los momentos que los hemos podido ver se nota ese entusiasmo por seguir haciendo historia en el fútbol a nivel mundial. Ya en Colombia la hicieron al haber pasado hasta esta instancia. Ellos piensan seguir subiendo más peldaños”.
El sueño de don Teo de ver a su hijo ganándose la vida detrás de una pelota se le multiplicó. “Yo siempre soñé con ver a Teo jugando fútbol profesional. Hoy los estoy viendo pero nunca lo había vislumbrado en una selección nacional. En este momento lo está haciendo y nos está entregando una satisfacción a la familia y al pueblo colombiano”.
Para toda Colombia la ilusiónde este padre se convirtió en la de más de 47 millones de personas. Negros, Blancos, indios, mujeres, hombres, ancianos, niños y cualquier ser humano que habite en los límites del país, en su mente solo corre una pelota llevada por un hombre vestido de amarillo, azul y rojo.
Para el papá del goleador barranquillero, Colombia debe estar tranquila, “estos 23 muchachos los están representando de la forma más digna”.