¿Veinte años no son nada?

Un porcentaje alto de colombianos completamos varios procesos de paz en nuestro calendario y tenemos un acumulado de conocimientos, experiencias y frustraciones que nos hacen sentar una posición sobre sus resultados.

Pero también es alto el porcentaje de jóvenes que viven este proceso de paz por primera vez. Que tienen una consciencia reciente del conflicto armado, de sus consecuencias y de lo que es una mesa de diálogos entre Estado y guerrilla. Muchachos que solo tienen como referencia de gobierno las administraciones de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos y que apenas conocen de oídas la historia de Pastrana y el Caguán. Algunos si acaso tendrán referencia histórica de Caracas, Tlaxcala, Cravo Norte, LaUribe.

Libres de los prejuicios del pasado, ¿qué pensarán estos jóvenes de un proceso que ven distante, pero que en realidad tiene todo que ver con su futuro?

Hablé con dos jóvenes de 20 años. Ambos estudiantes de Derecho y Ciencia Política. Uno de una universidad privada, otra de una universidad pública. Los dos alumnos sobresalientes y con entornos familiares en los que no es ajena la discusión de la actualidad nacional.

Me inquietaba saber cómo construyen sus reflexiones y cómo proyectan el futuro del proceso para el país. El diagnóstico no es alentador. A pesar de la reducida muestra, la conclusión es que no hay entre los nuevos ciudadanos un consenso sobre la necesidad de conseguir la paz a través de un acuerdo político y en el escenario universitario se vive la misma pugna política-mediática que solo tiene dos visiones. La primera que la paz es una apuesta válida de Santos y la segunda, que el proceso no tiene sentido y que debe primar la salida militar de Uribe.

En voz del estudiante de los Andes, la división es clara: “Los que más recursos tienen están muy decepcionados de Santos. Creen que las Farc son una banda criminal y no entienden que haya qué negociar con ellos. Otros sí creen que hay un conflicto social y quieren pensar que los acuerdos conducirán a la paz.”

La lectura de la estudiante de la universidad pública es la misma pero comienza al revés. “Creemos que el proceso de paz es necesario y apostamos a que se logren avances; tenemos propuestas porque pensamos que en algún momento es bueno participar. Sin embargo, hay muchos que no tienen confianza en las Farc y creen que todo va a ser un engaño”.

Buena nota deben tomar el Gobierno y las Farc para proyectar sus objetivos de apoyo al proceso entre los jóvenes. Una vez más, la polarización que genera el conflicto Uribe-Santos demuestra que, quienes serán los líderes de opinión en 10 años y tendrán la tarea de construir la sociedad que vivirá la implementación de los eventuales acuerdos, no sienten que éste proceso sea un propósito nacional.

Son buenos los augurios que se perciben en el ambiente de las partes en La Habana. Hablan el Gobierno y las Farc de la posibilidad de que en el tema agrario, haya ‘fumata flanca’ al término de la presente ronda, eso ambientará el camino a seguir; pero que no se olviden que los acuerdos deberán ser refrendados, y más allá de que los mayores voten por el Si o el No, deberían ser los jóvenes los que asuman la tarea de ser ‘activistas’ para lograr un proceso social que genere un nuevo momento político. Si no los logra inspirar la paz, lo logrará, la mañosa y amañada guerra. Y nada habrá cambiado.