En el vecino país no hay tonos grises ni en lo político, ni en lo social ni en lo económico. Es blanco o negro. Es oficialismo u oposición. El inicio del periodo legislativo de la Asamblea marca una nueva dinámica en la medición de fuerzas que puede llevar a Venezuela a escenarios no vistos hasta ahora.
Muchos analistas y espectadores dentro y fuera de Venezuela pensaron que con el triunfo de la Mesa de Unidad Democrática, MUD, en las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre se despejaban las dudas sobre el futuro político inmediato de la República Bolivariana. Pero ocurrió todo lo contrario, se complicó aún mas.
Aturdido por los resultados electorales el Presidente Nicolás Maduro aceptó inicialmente la derrota en las urnas. Pero días después comenzó a insinuar un posible fraude por parte de la oposición que logró 112 escaños en la Asamblea, lo que deja a la MUD con mayoría calificada para impulsar reformas y leyes que permitan, por ejemplo, la liberación en el corto plazo de presos políticos como Leopoldo López y líderes estudiantiles que son acusados de conspirar contra el Gobierno e, incluso, de organizar revueltas en las que han muerto decenas de venezolanos.
Maduro, de la mano del saliente presidente de la Asamblea Diosdado Cabello, pasó de las palabras a los hechos y se apresuró a nombrar los nuevos magistrados del Tribunal Supremo cercanos al Gobierno. Ese mismo Tribunal, sesionando en periodo de vacaciones, aceptó la impugnación contra tres de siete diputados en la noche del pasado 30 de diciembre. Lo que deja en aprietos a la oposición para mantener la mayoría calificada y promover las reformas que podrían incluso llegar a consultar a los venezolanos sobre si Maduro debe o no continuar en el poder o si se convoca a elecciones anticipadas. Algunos, como el ex presidente del Gobierno español Felipe González, han calificado la jugada como “un golpe judicial”.
Pero además el Presidente Nicolás Maduro convocó y promovió la llamada “Asamblea Comunal”, un órgano conformado solo por seguidores de la llamada “Revolución Bolivariana” del ex presidente Hugo Chávez, que sesionará de manera paralela y a la que le ha adjudicado poderes similares en su alcance a los de la Asamblea elegida por los venezolanos en las urnas. Para algunos analistas una muestra mas del abuso de poder del mandatario.
Lo que hay en juego en el futuro inmediato del vecino país no es de poca monta y la división entre opositores y oficialismo es cada vez mas profunda. Y en medio de toda la crisis el ciudadano de a pie es el que sufre las peores consecuencias.
Las cifras de la economía Venezolana son devastadoras: Una inflación que en los últimos seis meses supera el 250 por ciento. El tipo de cambio paralelo está por encima de los 890 Bolívares por dólar, cuando el cambio oficial indica que debería estar en 6,30 Bolívares por dólar. La deuda pública y privada se sitúa en los 22 mil millones de dólares. China es de los pocos países que aún se arriesga a prestarle al Gobierno venezolano, amparado en las cuotas de venta de petróleo. Pero la economía China atraviesa un mal momento y no se prevé que en el futuro inmediato haya mas desembolsos.
En cuanto a pobreza, que fue uno de los indicadores de mostrar en la gestión del ex presidente Hugo Chávez, las cosas van de mal en peor desde la llegada de Maduro. 70 por ciento de la población está en condición de pobreza y el 50 por ciento de los venezolanos está en niveles de pobreza extrema. Un 150 por ciento del aumento en las cifras se ha registrado desde 2013 cuando Maduro asumió el mando.
Largas colas de desesperados ciudadanos buscando abastecerse de alimentos o medicinas. Caos en el sistema de salud pública y una violencia cada vez mas generalizada tienen a Venezuela en una situación muy crítica. Además de la persecución a los empresarios acusados de librar lo que el Gobierno llama “la guerra económica”, una industria inactiva y el discurso cada vez mas incendiario, tienen a los ciudadanos en una expectativa permanente por que “pase algo”, pero que pase.
Hay quienes sostienen que la nueva asamblea se va a convertir en un verdadero ring de boxeo. “Eso no va a pasar”, sostuvo el dirigente opositor Henrique Capriles a Medios locales. Pero todo parece indicar que así va a ser.
Los seguidores del Gobierno se oponen a que los nuevos diputados inicien sus labores. Y los asambleístas están dispuestos a jugársela a fondo para iniciar reformas urgentes que permitan aliviar la crisis. Por el momento no hay diálogo a la vista, que sería lo mas deseable para una transición política civilizada. Tampoco mediación de los países de la región, mucho menos de la OEA, organismo que ha sido criticado fuertemente por Maduro en diversas intervenciones públicas.
Los medios, en su mayoría del Gobierno, han tomado postura en contra de la gestión de la nueva Asamblea. Muy pocos son independientes o críticos. Algunos por falta de recursos, otros por miedo a represalias.
Los problemas de los venezolanos lo deberán resolver los venezolanos. Pero cada vez mas parece que esas soluciones no están en el futuro cercano. Al menos así lo demuestran las recientes movidas políticas y judiciales del régimen chavista. Lo grave de todo esto es que los venezolanos están cada vez mas desesperados y si, como todo parece suponer, el Gobierno insiste en desconocer a cualquier precio la decisión soberana del pueblo, no es descartable que la situación llegue a niveles mas tensos que los registrados hace un año cuando miles salieron a las calles para presionar cambios inmediatos en el poder ejecutivo. El peor de los escenarios para un país que necesita de una transición pacífica y civilizada en uno de los peores momentos de su historia.