Voy a escribir esta columna deliberadamente en primera persona porque mi intención es que las personas que le lean obtengan la impresión de un ciudadano normal al que le preguntan en la calle por quién va a votar.
Hace algunos días un amigo me dijo que él iba a votar por Clara López porque hacerlo por los demás era “votar por los mismos”; que gran error de lógica. De todos los candidatos, los dos únicos que podemos decir que se han hecho a pulso son Oscar Iván Zuluaga y Martha Lucía Ramírez, quienes no hacen parte de una familia tradicional de políticos; los otros tres, todos, nacieron cuando sus familiares estaban en lo más alto de la política nacional.
Ese argumento es tal vez de poca importancia para decidir nuestro voto, pero me mostró algunos de los recursos a los que la gente apela para definir a quién va a apoyar en las elecciones. La cosa es más de fondo aquí, puesto que este 25 de mayo no sólo escogemos a un Presidente, escogemos, dadas las circunstancias, un modelo de país que nos regirá por los próximos cuatro u ocho años.
Zuluaga es mi candidato porque nos propone un país coherente; un país austero pero siempre con la mira puesta en avanzar; un país que no se doblega ante el terrorismo; un país que quiere la Paz pero sin impunidad y con resarcimiento a las víctimas; un país en el que puede que no se regalen tantas casas pero se les da las herramientas a aquellos que la necesitan para que la adquieran; un país educado y seguro.
Los enemigos de la campaña del candidato Zuluaga hacen toda clase de peripecias para que Colombia crea que es un error elegirlo para que retome las riendas de la nación. Lo cierto es que mientras Oscar Iván sube en las encuestas por su constante diálogo ciudadano, el presidente-candidato cae por ser alguien distante al pueblo, que muy frecuentemente desconoce sus necesidades.
Los ciudadanos no debemos caer en la trampa del Presidente-candidato que se cree dueño de la Paz. Hay personas que acusan al Presidente Uribe de creerse el mesías de Colombia, sin embargo yo creo que la persona que tiene delirios mesiánicos es “el tal” Juan Manuel. Cuanta soberbia evidencia una persona que cree que la paz depende de su continuidad en el poder.
Por último, no olviden que el deber de nosotros como ciudadanos es votar, expresar nuestro mandato como sociedad para que alguien nos gobierne. Mi voto es por Zuluaga porque creo en él y en sus propuestas, y porque estos cuatro años de Gobierno de Juan Manuel Santos han sido un gran pausa –como alguien decía sobre el gobierno de su tío-abuelo, Eduardo Santos– en el progreso de Colombia.
Nota: Santos ya reveló sus alianzas, piense que cuando vote, también lo está haciendo por Gaviria (y Simoncito), Samper (y su hijo Miguel), Serpa (y Horacio Jr.), Córdoba, Petro, Benedetti, Barreras (el otro loco), Maduro, Castro, en fin.