En Bogotá hay más de 50.000 puestos de cocina callejera

En las pintorescas calles de Colombia, el arte y la comida callejera convergen en una sinfonía de sabores y colores. Los puestos de comida se convierten en lienzos improvisados, donde los vendedores ambulantes, como artistas urbanos, pintan con ingredientes auténticos y técnicas culinarias tradicionales. 

Cada plato es una obra maestra efímera, una expresión de la rica diversidad cultural del país. Desde las empanadas crujientes hasta las arepas doradas, la comida callejera colombiana es un poema a la cocina casera y a las recetas transmitidas de generación en generación, por esto la comida rápida hace parte de la tradición gastronómica colombiana, por lo que su impacto se puede medir en diversas dimensiones.

Según Michael Ortegón, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas UNINPAHU, en Bogotá, existen diversas zonas de comida callejera, como el Centro Histórico, la Zona Rosa, la Quinta de Bolívar, los mercados y las universidades. Los platos más comunes incluyen empanadas, perros calientes, arepas, tamales, hamburguesas, pizza, helados y jugos. Se estima que hay más de 50.000 puestos informales de comida callejera en la ciudad, y los precios varían, comenzando desde $2.000 COP para platos básicos como las empanadas.

De acuerdo con Michael Ortegón, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas UNINPAHU, la comida callejera tiene un impacto económico y social significativo en las comunidades locales. Desde una perspectiva económica, la comida callejera genera empleos para vendedores, cocineros y otros trabajadores. 

En Bogotá, se estima que más de 50.000 personas trabajan en este sector. Además, los vendedores pueden obtener ingresos considerables, especialmente en áreas con mucho tráfico. La comida callejera también contribuye a la seguridad alimentaria al proporcionar una fuente de alimentación accesible y económica para las comunidades de bajos ingresos. Además, su presencia dinamiza la economía local, atrayendo tanto a turistas como a residentes locales, lo que beneficia a otros negocios en la zona.

Desde una perspectiva social, la comida callejera fomenta la integración social al crear espacios de encuentro e interacción entre las comunidades. Además, forma parte de la cultura e identidad de muchas comunidades, contribuyendo a su preservación cultural. La venta de comida en la calle también ofrece oportunidades de emprendimiento para muchas personas. Por último, la comida callejera permite a personas de diferentes culturas compartir sus tradiciones culinarias, brindando acceso a una rica diversidad cultural.

Al igual que un pintor experimenta con diferentes colores y texturas, los chefs callejeros colombianos exploran una variedad de ingredientes locales, como plátanos, yuca y cilantro, para sus creaciones gastronómicas. Cada bocado es una experiencia sensorial única que transporta a los comensales a las vibrantes de Colombia. 

Según César Varón, Docente del Programa Profesional en Turismo y Gastronomía y Líder de los Técnicos Laborales de UNINPAHU, expresó que:

“Siento que los chefs se inspiran a través de las tendencias de consumo, además de los valores agregados que hacen la diferencia en el mundo culinario.  La comida callejera nos cuenta mucho sobre la cultura y la identidad de un lugar. Desde los sabores auténticos hasta los ingredientes locales y las formas de preparación tradicionales, todo refleja la historia y las influencias culturales. “

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