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“Con los TLC, el campo fue víctima de la mala fe”


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Hace 55 años nació en Fusagasugá, Cundinamarca; Carlos Jairo Gómez, un empresario campesino enamorado de las verdes montañas de la región del Sumapaz y de la prosperidad que brindaba la tierra, porque de esos tiempos de infancia, aún recuerda la abundancia que hoy se traduce en quiebra y desolación con el libre comercio, el alto precio de los insumos y la construcción.

Este productor lechero, hoy radicado en Sopó, en las paradisiacas tierras de la Sabana de Bogotá y el Altiplano Cundiboyacense, asegura que en las negociaciones de los acuerdos comerciales hizo falta inteligencia así como honestidad, porque sin ningún tipo de contemplación el gobierno de turno entregó la economía campesina que hoy está en tinieblas y sin una luz que implique esperanza.

“Yo pienso que hubo sin duda carencia de las dos porque el tema es muy largo. Definitivamente nuestro gremio de políticos deja mucho que desear, definitivamente, ese grado de abstención que vimos en estas elecciones es porque la gente está fatigada de la mediocridad de nuestros dirigentes y además usted cita una palabra dura, definitivamente, la honestidad no reina en nuestras instituciones ni en las personas que hacen arreglos, yo creo que las dos palabras caben, indiscutiblemente”, declaró Gómez en Confidencial Colombia.

Para este empresario del campo, los TLC son un duro golpe para su atávica actividad por cuanto enfrenta al sector primario colombiano con potencias productivas, beneficiadas con subsidios y ayudas, sin contar con los escenarios productivos y de competitividad que les permite arrasar con el que lo que se atraviese.

El productor lechero comenta que la preocupación no es mínima porque la ganadería en Colombia fue, y sigue siendo, una actividad muy bonita, pero lamentablemente asegura que la productividad ha sufrido un franco deterioro en este renglón económico. En su sentir, la economía primaria debe basarse en una política de estado que brinde garantías toda vez que en cualquier país, llámese desarrollado o en vía de desarrollo, la economía campesina se toma como un elemento de seguridad nacional pues no en vano se trata de la seguridad alimentaria. “En términos médicos estamos con pronóstico reservado, es decir que el panorama está bastante oscuro”.

En Colombia, aseveró, no se hacen esfuerzos y lamentablemente pasa cada cuatrienio un grupo de dirigentes que al final del mandato termina con el campo como la Cenicienta y con el agravante que este sector termina hundido en el más profundo olvido. Aseguró que las personalidades que han pasado por la cartera de Agricultura, infortunadamente han dejado un triste recuerdo por la falta de acción y por las paupérrimas acciones en favor de quienes alimentan al país. Son mandatos estériles, precisa, y sin ningún tipo de solución a un sector al que no se le quiere reconocer su importancia y que hoy está llamado a desaparecer sin que esa posibilidad le duela a alguien de alto gobierno.

“Esperamos que esto en definitiva cambie y que el país reconozca la importancia del sector primario, de la agricultura y la ganadería pues de lo contrario estamos condenados a desvanecernos. No queremos ser pesimistas, pero el panorama es ese, nuestros costos de producción son elevadísimos, no somos viables”, indicó.

Denunció que las lecherías no tienen ningún tipo de beneficio, a tal punto que la electricidad que consumen la pagan con tarifa industrial. Ni que hablar de los costos del combustible, de la carga impositiva y de la mano de obra que suman por encima del costo de producción.

Del Nafta no aprendimos

Con su charla pausada y su mirada fija, este productor del sector lechero admitió que la globalización es una realidad con la que no se puede discrepar, entre otras cosas porque trae sus bondades, sin embargo considera que el gobierno colombiano no vio el espejo mexicano con Nafta en donde la gran tragedia se vivió en el campo. “Aquí no hubo análisis de impacto, no se midieron las consecuencias y se firmó un TLC con Estados Unidos y con Europa obviando aspectos elementales”.

Agregó que los TLC traen tecnología e innovación, pero aclaró que una cosa es tener acceso a bienes de capital, electrodomésticos o enseres a entregar la economía campesina, abocando al país rural a la completa ruina, asunto absurdo si se tiene en cuenta que Colombia está lejos de ser una nación industrializada y en donde el agro ha sido el bordón económico.

Urgió al ejecutivo a dotar con herramientas al campo para hacerlo atractivo y rentable porque desafortunadamente las cifras indican que la pobreza en Colombia está en el sector rural, lo cual ratifica que el campo sta sumido en el abandono.

“Si nosotros tenemos empresas agropecuarias productivas, el campesino tendría que vincularse a ese tipo de empresas y mejorar su calidad de vida, yo estoy ubicado aquí en la sabana de Bogotá en donde hay buenas condiciones para la producción, pero cuando usted viaja por el país como lo hago en calidad de médico veterinario, veo que hay muchas realidades que están lejanas de mejorar, la pobreza indudablemente está en el campo”, apuntó.


Haciendo las cosas bien

Los ganaderos especializados en leche argumentan que en medio de los TLC y todas las negociaciones que implican desgravación arancelaria, hay que tener estrategia, orden y una apuesta competitiva alta la cual se hace más eficiente con los proyectos asociativos que suelen fortalecer las economías. Ligado a lo anterior están las Buenas Prácticas Ganaderas (BPG), la inocuidad y la apuesta por productos de calidad.

“Tenemos que mirar las cosas de manera positiva, tenemos que mirar la mitad del vaso lleno y no la mitad del vaso vacío, hay que tratar de hacer patria porque finalmente eso es lo que nos hace sentir bien, porque a la postre estamos haciendo la tarea que nos gusta, y la hacemos bien. Con los proyectos asociativos podemos llegar a ser exitosos, no me cabe duda. Hay que canalizar conocimientos sobre hechos reales y es que de las crisis, siempre vienen cosas positivas”, sostuvo el señor, Carlos Jairo Gómez.

El empresario dijo que la leche colombiana es de muy buena calidad por la calidad de pastos que da una conversión alta en vitaminas y proteína. Eso dice, asegura, que con más competitividad, Colombia podría tener una oferta exportable en leche y lácteos de buenas características.

“Alpina me está pagando en este momento entre 1.020 y 1.040 pesos por litro de leche, eso equivaldría a 52 o casi 60 centavos de dólar, suena bien pero los costos de producción son enormes”, explicó.


La construcción está devorando el campo

Como si los problemas del agro no fueran pocos, a la tragedia campesina se suma la invasión de construcciones y urbanismo en los predios de cultivo, desplazando la producción primaria en detrimento del campesinado y de la oferta alimenticia.

Carlos Jairo Gómez, un empresario del campo y puntualmente de la leche, aseguró que hay muchos consorcios económicos, por lo general muy fuertes en el sector de la construcción interesados en Colombia. Explicó que con la situación que experimenta Bogotá y otros centros urbanos del país con la caída en la oferta de suelo para la edificación, los grandes urbanizadores del país tienen puesta su mirada en los municipios que rodean Bogotá y que están llamados a desaparecer.

“Hay un enfrentamiento entre la producción agropecuaria y el urbanismo y eso nos está jugando una mala pasada porque de la misma forma como se establecen las concesiones, se están otorgando licencias en forma desordenada en proyectos que no se socializan. Hay un contubernio entre las autoridades municipales y las autoridades nacionales con los grandes proyectos, de las obras de cuarta generación (4-G) en donde se habla de megaproyectos sin que la gente sepa en detalle el alcance de dichas obras”, dijo.

Consideró como un gran error creer que es millonario quien tiene un pedazo de tierra y dos vacas porque en la mayoría de casos se trata de pequeños propietarios que siguen ofreciendo trabajo y garantizando la seguridad alimentaria. Finalmente, expresó, el objetivo final de la ganadería y la agricultura es producir buena comida para la gente, y eso, reiteró, no lo ven como algo importante. “Para los gobernantes de turno lo verdaderamente importante es cuántas casas van a construir o cuantas obras van a hacer, no les duele que se vayan las vacas”.


Como sea se compran predios

Gómez informó que hay una confabulación leonina entre las autoridades y los intereses internacionales porque hay constructoras israelíes, españolas y de otras latitudes que quieren desarrollar grandes proyectos, construir nuevas carreteras como la famosa transversal de oriente que va a pasar por el Valle sin que se tengan en cuenta aspectos técnicos y que por el contrario omiten los conceptos preparados por profesionales. ”Pienso que de pronto hay otras motivaciones internas sobre ese tipo de concesiones que van a producir grandes dividendos y que se convierte de interés particular”.

La pregunta que salta a la palestra es qué van a comer en 20 o 30 años las nuevas generaciones si se está acabando con el campo teniendo en cuenta la coyuntura actual. En su retrospectiva, el productor manifestó que la sabana de Bogotá es considerado uno de los valles más productivos y más ricos del planeta y tristemente se ha ido acabando por la ausencia de una política estatal para el campo.

“Si me cambian el plan de ordenamiento territorial (POT) definitivamente tengo que acabar mi explotación ganadera porque el escenario no daría para tener vacas, yo no pudo pagar los impuestos que demande el cambio del POT. Con el dolor del alma, me tocaría vender la finca”, sentenció.

Aclaró que pasar de un predio rural a un activo urbano conlleva a una mayor presión por los impuestos catastrales que vienen con la plusvalía que se genere por el aumento de precio. “Cuando me digan que tengo que pagar una millonada de impuestos pues no lo podré hacer porque mis vacas no pueden pagar unos gravámenes de tipo urbano”.

El profesional comentó que al único que le duele el campo es al campesino que sigue solo, defendiendo una causa perdida por el capricho de gobiernos irresponsables que sacrificaron una economía primaria por intereses oscuros y refutables que pasaron por alto el hecho de que Colombia es un país de origen netamente agropecuario.

Expuso que resulta difícil ser positivo cuando se piensa en el futuro de las explotaciones agropecuarias en Colombia y cuando se ve la realidad nacional plasmada en paros y protestas de un grupo de productores, bien sea de los cafeteros, los palmeros, los azucareros, los arroceros, los lecheros, los paperos y todos los que están vinculados con el sector agropecuario que viven la crisis y ven que no hay solución y que no se hace nada.

“Es muy urgente implementar la justicia social, especialmente con el campo, recuerde que la violencia siempre inicia en el campo y no en la ciudad. Históricamente se quedará en el campo porque la brecha social en Colombia es enorme y si usted mira los estudios económicos de Colombia, la brecha social más alta está en la gente del campo. La ruralidad es la que trae pobreza, una ruralidad olvidada, abandonada por intereses particulares, eso hace que siempre haya un nido para tener una revuelta social que invita a pensar que indudablemente hay que hacer algo.

Concluyó que Colombia no puede seguir cayendo en el mismo error, ese que ha cometido durante 200 años y es el de mirar con desdén al campo, dando orígenes a guerras y conflictos motivados por la desigualdad, el maltrato y el hambre. Casualmente, argumenta, por el abandono del campo vinieron los problemas con los grupos alzados en armas y será necesariamente el sector rural el contexto del posconflicto en donde se cambiarán fusiles por azadones, semillas tractores y tierra, pero para que eso suceda deben haber condiciones y una robusta política agropecuaria de estado.

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