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Él me nombró Malala


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Él me nombró Malala es un retrato íntimo de la ganadora del Premio Nobel de la Paz Malala Yousafzai, quien pasó a ser blanco del Talibán y herida de manera brutal de un balazo cuando regresaba a casa en su autobús escolar en el valle de Swat, en Pakistán.

La chica que en aquel entonces tenía quince años (este julio pasado cumplió dieciocho) pasó a ser el objetivo, junto con su padre, por defender la educación de las niñas, por lo que el ataque que sufrió desató una protesta airada de seguidores de todo el mundo. De milagro sobrevivió y ahora es una importante activista a favor de la educación de las niñas a escala mundial, después de haber cofundado el Fondo Malala.

El director de este documental, Davis Guggenheim, nos muestra cómo Malala, su padre Ziauddin y su familia están comprometidos a luchar por la educación de las niñas en todo el mundo. El filme nos ofrece un vistazo a la extraordinaria vida de esta joven —desde la relación estrecha que tiene con su padre, quien le inspiró su amor por la educación, a su discurso apasionado en las Naciones Unidas, hasta su vida diaria con sus padres y hermanos.

Rodada a lo largo de dieciocho meses intensivos en los que Guggenheim se la pasó con toda la familia Yousafzai en el Reino Unido y de gira por Nigeria, Kenia, Abu Dhabi y Jordania, el filme es una oportunidad íntima para conocer la historia detrás de la cultura e infancia cautivadora de Malala: la historia detrás de un familia que le dijo ‘no’ a la tiranía y las consecuencias inadvertidas de un evento devastador que convirtió a una osada alumna en una defensora de la educación, que se dio a conocer por todo el mundo.

Para el director ganador del Premio de la Academia, tener la oportunidad de conocer las múltiples y diversas facetas de la determinación de esta asolescente hizo que su historia fuera incluso más intrigante. Si bien su valor puede ser excepcional, vio que la determinación de Malala provenía de sus padres, quienes cultivaron en ella un poder que todos tenemos —el poder de nuestra voz.

“Malala es la increíble historia de una chica que arriesgó su vida por alzar la voz a favor de lo correcto”, comenta Guggenheim. “Pero mi primer instinto al hacer esta película fue que es en gran medida acerca de una familia, acerca del amor de un padre y acerca de una chica que se siente empoderada para hacer cosas asombrosas. Sería fácil contar esta historia de una manera sensacionalista. Pero eso no es lo que me inspira. Lo que me inspira es un padre que vio en su hija a alguien que podía hacer lo que fuera y que creyó en ella. Lo que me inspira es una madre que dijo que era importante que su hija fuera a la escuela. Lo que me inspira es una hija que vio a su padre manifestándose y dijo ‘Yo también quiero hacer eso’. La cosa más extraordinaria acerca de la historia de Malala es su familia, sus relaciones y las decisiones que tomaron juntos en sus vidas”.

Malala Yousafzai dice del filme: “Es una mezcla de pasión: mi pasión, la pasión de mi familia y la pasión de Davis Guggenheim. Todos queríamos alzar la voz en pro de las niñas. Esta película se ha vuelto una gran oportunidad para contar nuestra historia, pero también para decir que la educación es un derecho humano básico”.

El nombre de Malala

“Cuando era pequeña, mucha gente decía, ‘Cámbiale el nombre a Malala. Es un nombre malo, significa tristeza.’ Pero mi padre siempre decía, ‘No, tiene otro significado. Valentía’”: Malala


Malala admite en ÉL ME NOMBRÓ MALALA que nunca estuvo cien por ciento segura de que le gustara el nombre que ahora se ha convertido en un emblema icónico de los derechos y educación de niñas en todo el mundo. Fue algo a lo que se tuvo que acostumbrar. Pero para Davis Guggenheim, la historia detrás de su nombre estaba en el meollo de su visión para el filme —tanto, que pasó a ser su título.

“Elegí el título por su misterio. Espero que la gente llegue a ver la película preguntándose por qué su padre la nombró Malala. Y por qué es tan importante. Siempre será extraordinario el hecho de que Ziauddin, sin saber todo lo que le pasaría a su hija, la nombró en honor a una chica que alzó la voz y fue asesinada por su valentía. El acto de nombrarla así tiene repercusiones profundas y un significado agudo en nuestro filme”.

Ziauddin Yousafzai eligió nombrar a su hija Malala porque quería un nombre que siempre le recordara a ella del poder que puede tener como mujer. Así que la bautizó en honor de una de las heroínas más grandes entre la gente de Pashtun: Malalai de Maiwand, una chica Pashtun con frecuencia comparada a la santa francesa Juana de Arco, por sus actos altruistas que sirvieron de inspiración durante la guerra.

En la década de los ’80 del siglo XIX cuando los Pashtun en Afganistán estaban peleando contra los colonialistas británicos, Malalai, aunque era una jovencita, viajó al campo de batalla para ayudar a los heridos. Durante la acalorada batalla de Maiwand, Malalai vio a sus colegas sitiados perder la confianza, así que tomó una bandera y salió disparada gritando palabras de fe y apoyo, sólo para ser abatida a balazos. Alentados por sus palabras, los soldados afganos prevalecieron.

Algunos han señalado la fatalidad que acarrea el nombre de Malala, dado que también fue baleada luchando por lo que creía. Pero también hay otra cosa que proviene de ese nombre, algo que Ziauddin intentó inculcar en su hija desde una edad temprana —un entendimiento de que no tenía prohibido hacer grandes cosas por ser mujer.

“A lo largo de la historia ves la importancia de su nombre”, comenta Guggenheim. “Nos enteramos que el árbol familiar de Malala se remonta cientos de años, pero son sólo hombres. Imagínate eso. Ninguna de las mujeres era considerada lo suficientemente digna para ser incluida en el árbol familiar. Pero Ziauddin tuvo el instinto básico de decir, ‘No. Mi hija merece estar aquí, y será registrada en la historia de esta familia’. A partir de ese momento, le autoriza ser quien quiera ser y eso se lo tomó muy a pecho”.

Para Malala, su nombre es algo que ahora cree que le pertenece en igual medida a un movimiento como a una persona. “Tengo la esperanza de que este nombre se convierta en un símbolo de la lucha por los derechos y la educación”, comenta. “Algo que me sirvió de gran inspiración fue que después de haber sido atacada en Pakistán, las chicas levantaron pancartas que decían ‘Yo soy Malala’. Estaban diciendo, ‘Estoy aquí para luchar por mis derechos’. Así que, no sólo es el nombre de una chica. Es un nombre que ahora simboliza que las chicas alcen la voz”.

El llamado de Malala: Educación para las niñas


“Tengo el derecho a cantar, tengo el derecho de ir al mercado, tengo el derecho de alzar la voz. Obtendré mi educación, ya sea en casa, la escuela, o cualquier otro lugar. No me pueden detener”: Malala


En la actualidad, más de 60 millones de niñas en edad escolar de todo el mundo se encuentran sin poder ir a la escuela. La duración promedio de la educación de una niña en los países más pobres del mundo es de tan sólo tres años. En Pakistán las chicas obtienen un promedio de 4.7 años de escolaridad. En casi 70 países del mundo las niñas son tratadas con violencia sólo por querer ir a la escuela.

Estas son las realidades —pero el reverso de la moneda es que educar a niñas es una de las maneras más efectivas y eficientes de estimular a sociedades. Cuando las chicas son educadas la investigación muestra que toda su familia se beneficia a través de ingresos más elevados y vidas más perdurables y sanas. Es más factible que las chicas con una educación tengan familias más pequeñas, niños más sanos y tengan las habilidades para comenzar negocios, obtener trabajos y contribuir de una manera más plena en sus comunidades.

La importancia de la educación es algo que Malala parecía entender de manera intuitiva desde una edad muy temprana mientras descubría su amor por el aprendizaje. Así que cuando el Talibán le comenzó a cerrar las escuelas a las niñas, no podía soportar la injusticia que se estaba llevando a cabo, lo que alimentó su urgencia por alzar la voz por lo que consideraba, incluso a una tierna edad, como un derecho humano básico.

Esta también es la razón por la cual Malala y su padre cofundaron el Fondo Malala, una organización que se centra en empoderar a las niñas a través de una educación secundaria de calidad. El fondo implementa lo que Malala siempre ha creído es el derecho de toda persona: “Malala quiere ver que todos los niños tengan la oportunidad de obtener doce años completos de educación de calidad”, comenta Meighan Stone, Presidenta del Fondo Malala.

El Fondo Malala tiene tres objetivos principales:

• Primero, el Fondo Malala está comprometido para asegurarse que niñas de todo el mundo tengan acceso a doce años completos de educación.

• Segundo, el Fondo Malala invierte en proyectos educativos que proveen escolaridad de calidad y segura para niñas, en especial aquellas que, de otra manera, no tendrían acceso a la escuela preparatoria.

• Tercero, el Fondo Malala trabaja con líderes mundiales, gobiernos y organizaciones privadas para incrementar compromisos de financiamiento, para que el derecho a la educación de todo niño pueda ser cumplido.

Para poder lograr estos objetivos, el Fondo Malala aboga por cambios en las políticas internacionales, nacionales y locales que mejorarán el acceso seguro y económico de la niñas para su educación; invierte en trabajo programático en los países donde las niñas están más necesitadas, incluyendo Nigeria, Pakistán y países que albergan a refugiados sirios; y el Fondo Malala amplifica la influencia de niñas y mujeres jóvenes de todo el mundo.

“La idea de Malala es empoderar a niñas en esta campaña global”, comenta Stone. “Siempre dice que ella no es sólo una niña, sino una de muchas que saben lo que es que te nieguen la educación, y quiere apoyar a otras para que alcen la voz. Esto es algo que las audiencias por supuesto verán en el filme y esperamos que se unan a ella”.

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