Acabo de intervenir en el XI Congreso petrolero en Barrancabermeja, corazón de la industria petrolera en Colombia, organizado y patrocinado por su Cámara de Comercio.
Mi intervención versó sobre Cómo adelantar la Transición energética justa y responsable y no fracasar en el intento.
Hice hincapié en que Colombia debe darse su propia Hoja de ruta de dicha Transición, la que permita una Transición inteligente, gradual y evite poner en riesgo tanto la seguridad como la soberanía energética.
Se trata de una Transición energética a la colombiana, dándose su propio ritmo, sin incurrir el desaguisado que cometió Alemania, de abandonar prematuramente el petróleo y el carbón, de los cuales depende ostensiblemente la estabilidad de la economía, el empleo y las finanzas públicas, así como la Balanza comercial y su impacto en la tasa de cambio.
Preocupa sobre manera que más de 4 años después de asignados mediante subastas más de 2.400 MW de potencia en energía eólica en La Guajira, los primeros parques eólicos que han debido entrar a operar el año pasado no será posible que se dé antes del 2025(!).
El caso del proyecto Windpeshi es patético, con una capacidad de generación de 205 MW, fue adjudicado en 2019 y a pesar de haber sido catalogado como un proyecto de interés estratégico nacional (PINE), debido a los impasses con los que ha tropezado solo tiene un avance del 39% y el desarrollador del mismo está examinando seriamente la posibilidad de abandonarlo, con todas las consecuencias que se podrían derivar de ello, sobre un eventual efecto rebaño que podría llevar a que otros sigan su ejemplo.
Cómo es bien sabido, a falta de la Colectora, que no se ha podido instalar, están atrapados más de 1.200 MW, sin poder inyectarse al Sistema interconectado nacional (SIN).
Según el gremio de las empresas desarrolladoras de los proyectos de energías renovables (SER), 89% de los 3.300 MW, requeridos para responder al crecimiento de la demanda de energía, que oscila entre el 3.5% y 4.5% y que deberían entrar entre 2023 y 2024 acusan notorios retrasos. Este atraso viene estresando el SIN y presionando al alza los precios y las tarifas de energía.
Ello es sumamente preocupante, porque Colombia se está rezagando y otros países de la región, como Uruguay, que está a la vanguardia a nivel global y Chile, le están sacando ventaja en el ranking de la Transición energética.
Así, mientras, en promedio, en el 2022, según la Agencia Internacional de Energía (AIE) la generación de energía eólica y solar a nivel global participó con el 12%, en Uruguay 33.6% y 2.8% (36.4%), en Chile participaron con el 11% y 17%, respectivamente, sumando el 28%, más del doble, cuando en 2012 fue de solo el 0.6%. Entre tanto Colombia a duras penas tiene instalada gran solares con capacidad de 296 MW y cero en energía c eólica.
Urgen medidas por parte del gobierno para destrabar los proyectos en curso, tanto el completamiento de las 8 unidades (de las cuales sólo están funcionando 2) de HIDROITUANGO, como los parques eólicos en La guajira, así como también los proyectos de transmisión que, como el de Sogamoso -Norte – Nueva Esperanza a cargo del Grupo Energía Bogotá(GEB) y La Virginia – Nueva Esperanza, a cargo de Transmisora Colombia de Energía de ISA, que son claves para garantizar el abastecimiento de energia en el Centro del país, especialmente a la Sabana de Bogotá, poniendo en riesgo la firmeza y la confiabilidad del Sistema.
Están encendidas todas las alarmas, porque ante la proximidad del fenómeno del Niño, si bien no es inminente un racionamiento de energía, este si es inmanente al Sistema de generación cuya base depende en un 68% de las hidroeléctricas y estas de los embalses que se nutren de las lluvias. Esta es la mayor vulnerabilidad del Sistema eléctrico en Colombia, porque solo uno de los embalses de los 90 con los que se cuenta en Colombia que alimentan a las hidroeléctricas, El Peñol, tiene capacidad de regulación anual. El resto no soporta más de 4 meses de estiaje sin que dejen de ser operativos.
Exministro de Minas y Energía