¿Del fracaso de la inclusión a.…?

Por Juan Camilo Clavijo Martín

Decenas de personas volvieron a marchar juntos contra la violencia policial en París este sábado por la tarde en homenaje a Nahel.

Más de 1000 personas se concentraron en la Plaza de la República para rendir homenaje también a Adama Traoré, un joven que murió bajo custodia policial en julio de 2016, después de que las autoridades prohibieran una marcha conmemorativa al norte de París, en Persan y Beaumont-sur-Oise. (Euronews, 7 de Julio, 2023)

Marchar fue poco en comparación a los disturbios de miles de manifestantes a lo largo y ancho de Francia. De acuerdo con la NBC (4 de julio): “Manifestantes enojados se han enfrentado con la policía antidisturbios y más de 3.000 personas han sido arrestadas en todo el país durante la última semana, según el Ministerio del Interior francés”.

¿La razón? Un joven (Nahel Merzouk) de 17 años fue asesinado a tiros por un oficial de policía en una parada de tráfico en el suburbio de Nanterre, en el noroeste de París, en la mañana del 27 de junio. El oficial fue detenido bajo sospecha de homicidio voluntario según la fiscalía local. El fiscal de Nanterre, Pascal Prache, dijo que el oficial no cumplía con los requisitos para descargar su arma y permanecerá bajo custodia en espera de juicio.

¿Pero es la única razón? Históricamente, Francia ha acogido a miles de inmigrantes. Pero su política cambió después de la década de 1970 cuando la inmigración y sus implicaciones sociales y económicas pasaron a ser un tema de debate político, y las reformas comenzaron.

La razón de la diversidad de la sociedad francesa se remonta al siglo XIX cuando el país recibió a cientos de trabajadores extranjeros de otras naciones europeas como Bélgica, Polonia, Italia y España. Según un informe de Euronews, “los belgas fueron reclutados para trabajar en la industria textil y los italianos trabajaron principalmente en viñedos. Los inmigrantes españoles, suizos y polacos fueron otras de las grandes diásporas”.

Sin embargo, a pesar de algunas tensiones e incidentes de violencia resultantes de la mayor competencia en el mercado laboral, Francia siguió recibiendo inmigrantes. Según un informe publicado por el Instituto de Política Migratoria (EE. UU), entre 1921 y 1931, la población inmigrante de Francia aumentó de 1,4 millones a 2,7 millones.

La inmigración posterior a la Segunda Guerra Mundial incluyó personas de naciones de África, incluidas las antiguas colonias de Francia. En el mismo artículo de Euronews, Laura Frader, historiadora especializada en historia social francesa, afirmo: “Después de la Segunda Guerra Mundial, este intento de abrir las fronteras y dar la bienvenida a los inmigrantes tuvo raíces diferentes: por un lado, fue motivado económicamente… al mismo tiempo, después de la Segunda Guerra Mundial hubo este tremendo impulso para deshacer el daño del fascismo europeo y rearticular los derechos del hombre y los derechos humanos… eso fue parte de todo el impulso de dar la bienvenida a los inmigrantes”.

¿Porque cambió la bienvenida a la inmigración? Las políticas liberales de Francia sobre la aceptación de inmigrantes comenzaron a cambiar durante la década de 1970, después que el país se vio gravemente afectado por la crisis del petróleo de 1973. Los expertos dicen que la recesión económica ayudó a catapultar a las fuerzas de extrema derecha como el Frente Nacional de Jean Marie Le Pen (ahora RN).

Los principales objetivos de las políticas antiinmigrantes fueron las personas de ascendencia norteafricana y no europea, a quienes se les dijo que abandonaran Francia o se les prohibió ingresar al país. Como resultado, después de la década de 1980, se registró una gran caída en la inmigración legal de no europeos a Francia. Las políticas de inmigración se endurecieron aún más en 1993, cuando el país introdujo la política de “inmigración cero”, que restringió las condiciones de residencia para los extranjeros.

¿A dónde llegaron? Los Banlieues (los suburbios populares) nacieron a raíz de dos siglos de urbanización e industrialización (XVII y XIX). Los suburbios franceses, a diferencia de los suburbios anglosajones que albergan a las clases medias blancas, se crearon a finales del siglo XIX para albergar a las clases trabajadoras.

Las necesidades de vivienda explican los diferentes paisajes urbanos: pequeños edificios de departamentos de la Belle Époque, pabellones de fraccionamientos defectuosos del período de entreguerras, bares y torres de viviendas sociales y nuevos pueblos del período de auge de la posguerra.

Hay tres momentos en la constitución de los suburbios obreros: la era de los suburbios industriales, que paulatinamente se convirtieron en terreno baldío con la desindustrialización iniciada en la década de 1950; la era de los suburbios rojos y el socialismo municipal; la construcción de grandes complejos; y la entrada en crisis del modelo de 1970.

Es en la década de 1970, donde se comienza a hacer evidente la conexión entre estos barrios y la inmigración. Según un informe reciente del INSEE, que se basa en cifras de 2012, los inmigrantes se concentran especialmente en estos Banlieues. La capital y sus suburbios albergan al 36% de los inmigrantes que llegan a Francia, frente al 14% de toda la población francesa. En cifras, esto da 2 millones de inmigrantes de 8,5 millones de franceses. En París y su periferia cercana, 1 de cada 5 personas (19,4%) es, por tanto, inmigrante.

Tal concentración no se encuentra en ningún otro lugar de Francia. Sin embargo, los inmigrantes están mayoritariamente presentes en municipios densamente poblados: este es el caso de 6 de cada 10. En comparación, solo 3 de cada 10 no inmigrantes viven en dichas ciudades.

¿Por qué los suburbios son claves para entender esta crisis? Los suburbios franceses, tras la muerte del joven Nahel, asesinado a tiros por un policía, son también parte de una realidad económica recurrente: a pesar de cuatro décadas de política dirigida a mejorar las condiciones en estos barrios, sus habitantes siguen siendo rodeados de miseria urbana.

Se trata de barrios que se han convertido en prioritarios para la política de ciudad, que se identifican sobre todo por su alto nivel de pobreza. La renta disponible mediana es de 14.000 euros al año en las afueras, frente a los 22.000 euros a nivel nacional. Más de la mitad de los niños (6/10), se enfrentan a la pobreza extrema, mientras que la media nacional es 2/10 niños en esta situación de desamparo. Estas flagrantes desigualdades se confirman en las cifras del paro o en las de la RSA, el subsidio que se concede a los que no tienen otras fuentes de ingresos.

Los suburbios franceses parecieran ser una “prisión de cristal” de la que es difícil salir. Ahí, las relaciones con la policía son extremadamente conflictivas, marcadas por una profunda desconfianza recíproca que puede convertirse en odio a la menor tensión. La muerte de Nahel lleva el peso de un contexto que la supera. La de un aumento de la violencia policial pero también de las negativas a cumplir.

Los pobladores de estas zonas son franceses por pasaporte, pero no comparten los valores de esa nación. Son inmigrantes de 2da y hasta 3era generación que no han salido de los Banlieues, y han sido condenados a sobrevivir en la periferia, y sin acceso a las comodidades de los “franceses de verdad”. La mayoría de estos jóvenes no se identifican como franceses, sino con el país de sus padres y abuelos.

El sentimiento de los jóvenes en esas zonas es que Nahel pudo haber sido cualquiera de ellos y de no haber sido filmada la escena, las autoridades se habrían conformado con la falsa versión del policía. El de una policía que vota cada vez más a la extrema derecha y dentro de la cual ciertos sindicatos consideran que “están en guerra” contra “hordas de salvajes” (ver: https://militarywatchmagazine.com/article/french-police-war-savage-hordes-vermin).

Pero no nos quedemos en la trágica coyuntura. La pregunta de fondo es: ¿acaso el ideal de personas de distinto origen conviviendo en un mismo lugar fracasó? ¿el modelo liberal de construir desde la diferencia está agotado? Pareciera ser que estamos condenados a vivir en tribus, separados y en constante enfrentamiento, donde la integración es solo una utopía, y tenemos que dividir las sociedades por color, religión, etnia, etc.

El mito de la inclusión no es nada más que eso, un mito. Un eslogan publicitario para calmar los ánimos del momento, e invitar a trabajadores, mano de obra barata, a países desarrollados, pero que realmente no impacta las vidas de quienes llegan a un país huyendo de la miseria, y buscando un futuro mejor.

Marie Le Pen, Vox y los demás líderes de extrema derecha de Europa, están frotándose las manos con estas situaciones, porque son la plataforma perfecta para que sus ideas ganen arraigo, vendiendo la mentira de que el problema “son ellos no nosotros”, y enfatizando en la ineficacia del Estado para solucionar este problema.

Debemos alistarnos para el cambio de paradigma: ¿del fracaso de la inclusión a…?