La guerra que estamos perdiendo

Por Juan Camilo Clavijo Martín

La pérdida moderna de la fe no concierne solo a Dios o al más allá. Implica la realidad misma y hace radicalmente fugaz la vida humana. La vida nunca ha sido tan fugaz como lo es hoy. No solo la vida humana, sino el mundo en general se está volviendo radicalmente fugaz. Nada promete duración o sustancia. Ante esta falta de Ser, surge el nerviosismo y el malestar. Pertenecer a una especie podría beneficiar a un animal que trabaja por el bien de su especie para lograr un producto en bruto. Sin embargo, el ego moderno tardío está completamente solo. Incluso las religiones, como tanatotecnias que eliminarían el miedo a la muerte y producirían un sentimiento de duración, han seguido su curso. La desnarrativización general del mundo está reforzando la sensación de fugacidad. Deja la vida desnuda” (22, Sociedad Burnout, Byung-Chul Han)

En el siglo pasado, hemos ido pasando de una sociedad “negativa” de prohibiciones, reglas y control estricto a una que nos obliga a movernos, trabajar, consumir constantemente. Esta es la idea que el filósofo y teórico cultural contemporáneo nacido en Corea del Sur y radicado en Alemania Byung-Chul Han llama “la sociedad del logro”, que se caracteriza por una compulsión hacia la acción en todo momento.

Nos sentimos incómodos, no podemos quedarnos quietos, no podemos concentrarnos o prestar atención a las cosas que importan, estamos ansiosos por perdernos algo, no nos escuchamos unos a otros, no tenemos paciencia y lo más importante nunca podemos permitirnos aburrirnos. Nuestro modo de consumo actual le ha declarado la guerra al aburrimiento y nuestro modo de producción le ha declarado la guerra al ocio.

En las últimas décadas, ha habido un aumento constante en la popularidad de los libros de autoayuda y una nueva glorificación de la cultura del “ajetreo” (Hustle en inglés). Donde trabajar de 9 a 5 ya no es suficiente, se necesitan múltiples fuentes de ingresos y todo gira en torno a la productividad.

También vemos la creciente influencia de “nuevas economías”, con gigantes como Uber, Rappi o DoorDash, llevando a la desaparición del viejo modelo de trabajo fordista, donde un trabajador podía presentarse regularmente a su trabajo de 9 a 5 durante cuarenta años seguidos.

Estas relaciones estables son inimaginables en el clima actual que exige constante transformación, aceleración, sobreproducción y superación. No es de extrañar entonces que nos encontremos en medio de una crisis de agotamiento. Ya no es tan eficiente que te digan ‘debes hacer esto’. En cambio, el lenguaje ha cambiado a ‘tú puedes hacer esto’ para que voluntariamente te explotes sin cesar.

Byng-Chul Han afirma que ya no vivimos en una sociedad de prohibición, negación y limitación, sino en una sociedad de positividad, exceso y superación. Este cambio hace que los sujetos sean mucho más productivos de lo que podrían ser, bajo un estricto sistema prohibitivo. Piense de nuevo en el género de autoayuda. ¿Qué hace? Orienta al sujeto a regularse, mantenerse y optimizarse. Promueve una experiencia de visión, de túnel, de subjetividad aislada dentro de su burbuja del yo.

Nuestra experiencia nunca está conectada a sistemas más grandes que operan limitando y haciendo posible nuestra capacidad de actuar, sino que se concentra únicamente en lo que usted como individuo puede hacer, cómo puede obtener un mejor trabajo o cómo puede obtener más ganancias. La autoayuda es sintomática de las sociedades capitalistas. Nunca otra sociedad sintió la necesidad de producir un género que oriente a sus propios sujetos sobre cómo asimilarse mejor en su estructura.

En el contexto actual, no es de extrañar que estemos asistiendo a otro fenómeno curioso: el surgimiento de un tipo de optimismo individualista. Esta es una creencia generalizada, casi religiosa, donde tienes que ser optimista todo el tiempo. Esta actitud optimista no se basa en algo real o actual, sino solo en sí misma. Debes ser optimista, no porque realmente tengas algo concreto que esperar, sino solo porque sí.

Del mismo modo que las “nuevas economías” se han vuelto prominentes, reemplazando las relaciones sociales que antes eran estables, con relaciones dispersas y temporales que se instalan ad hoc, nuestra atención se ha dispersado. La contemplación profunda y el aburrimiento se han vuelto casi imposibles en nuestra era de hiperestimulación. Todo lo que se consideraba sólido se está derritiendo lentamente, decayendo, dejando solo conexiones fragmentarias que desaparecen a un ritmo acelerado. Incluso la religión que cimentaba a la gente en una fuerte narrativa ha perdido fuerza.

La pérdida moderna de la fe no concierne solo a Dios o al más allá. Implica la realidad misma y hace radicalmente fugaz la vida humana. La vida nunca ha sido tan fugaz como lo es hoy. (22, Sociedad Burnout, Byung-Chul Han)

Desde el principio, Byung-Chul Han postula que se ha producido un cambio importante en las últimas décadas con respecto al tipo de enfermedades y patologías que nos afectan. Ya no son negativas, atacando nuestra inmunología desde el exterior, por el contrario, son positivos. No son contagios sino infracciones. Nunca ha habido otro momento en la historia donde las personas parezcan sufrir un exceso de positividad, no por el ataque de lo extraño, sino por la multiplicación cancerosa de lo mismo. Él está hablando aquí sobre enfermedades mentales como depresión o el síndrome de agotamiento.

Estamos sufriendo por la violencia del Yo, no del Otro. La ética protestante y la glorificación del trabajo no es nada nuevo; sin embargo, ya no existe esa vieja subjetividad que suponía tener también tiempo para relaciones sanas con la pareja, los hijos y los vecinos. No hay límite en la producción. Nada nunca es suficiente para el ego moderno. Está condenado a barajar interminablemente sus muchas ansiedades y deseos, sin resolverlos ni satisfacerlos nunca, sino cambiando solamente entre uno y otro.

Esto significa que estamos siendo los perfectos individuos idiotas útiles y desechables del sistema, donde producimos más, por los mismo, y cuando no lo hagamos, el sistema hace sentirnos mal porque no nos estamos sintiendo agotados. Entonces, ¿es necesario llegar a la depresión para sentirse bien con uno mismo?

Es hora de sentarnos a pensar sobre nuestra vida diaria, y analizar a quien/quienes estamos beneficiando con esa cultura del hustle, y saber que, entre las “nuevas economías”, Instagram, WhatsApp, Facebook o Amazon, el uso de la autoayuda, el mindfulness como antídoto, y el exceso de un positivismo frívolo y patético (a veces amparado en tradiciones milenarias de Persia o India), nos están llevando a una guerra contra nosotros mismos, que claramente estamos perdiendo

 

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