Oseas fue un profeta que vivió en Israel hacia el siglo VIII antes de Cristo, de hecho, hay un libro tanto en la Tanaj como en la Biblia que narran la misión profética de este hombre de Dios que, para los estudiosos de temas proféticos, es considerado como uno de los profetas menores. No obstante, del debate sobre si se trató de un profeta menor o mayor, vale la pena dedicar estar líneas al hombre que encarna dos valores: La obediencia y el amor, en ese orden.
La historia va así, el pueblo de Israel estaba siendo infiel a su Dios, dedicado a seguir a otros dioses. Por ello, Dios le pide a Oseas que profetice al pueblo sobre la infidelidad que comete y los castigos que vendrían, pero le pide, además, en un acto de coherencia personal, que despose a una mujer fornicaria llamada Gomer y se haga a cargo de los hijos que ella tenía fruto de actos de prostitución. Del matrimonio nacerían tres hijos, los que se llamarían: Jezreel que significa Dios siembra, Lo-ruhama que significa no compadecida, y Lo-ammi que significa no es mi pueblo.
Dios también le dice a Oseas, que su mujer lo abandonará e irá tras sus amantes porque le dan pan y vino, lino y aceite, y que también pondrá mucho dolor en la vida de la mujer, que seguirá a sus amantes y no los hallará, entonces, decidirá volver a su primer marido porque con él le iba mucho mejor. Esa mujer es el pueblo de Dios. Como efectivamente lo sentenció Dios, Gomer abandonó a su marido e hijos para huir detrás de sus amantes y dedicarse a la prostitución, como, según Las Escrituras, el pueblo de Israel hacía en búsqueda de otros dioses.
Dios le ordena a Oseas que vaya y busque a su mujer. Oseas en un acto de obediencia y también de amor, pese a cargar en su casa con la vergüenza y la afrenta a su honor conyugal, decide buscarla, la encontró convertida en una esclava que era rematada al mejor postor. En un acto infinito de obediencia y amor Oseas compra a Gomer y paga por ella 15 ciclos de plata más un kilo y tercio de cebada, lo que para la época equivaldrían a unas 30 monedas de plata, curiosamente el mismo valor que ocho siglos después pagarían a Judas Iscariote por entregar a Jesús, y que hoy tendrían un valor aproximado a cincuenta y un millones de pesos colombianos, según cálculos de este columnista.
Dios puso a prueba a Oseas e hizo con él lo que tenía previsto para Israel. Oseas vilipendiado por su condición de marido burlado y con cuernos advertidos, compró a Gomer para liberarla y restituirla en su casa con todos sus parabienes, y le dijo que serían exclusivos el uno para el otro, y no fornicarían con otras personas, y que lo mismo sucedería para con los hijos de Israel cuando volviesen a su Dios.
Oseas encarna dos principios fundamentales en la vida humana, Primero, la obediencia como acatamiento absoluto de la autoridad y la ley, pese a que muchas veces acatar la ley y a la autoridad implique el propio sufrimiento; y Segundo, el amor, porque para hacer lo que Oseas hizo por Gomer, debió haberla aprendido a amar intensa y profundamente.
Por dolorosa e ilógica que puediese ser la historia de Oseas, y más aún la del pueblo de Israel, Dios ordena en Oseas 3:1 “Ve, ama a una mujer amada de su compañero, aunque adúltera, como el amor de Jehová para con los hijos de Israel, los cuales miran a dioses ajenos, y aman tortas de pasas”, lo que evidencia que Oseas, pese a todo, amó con todo su corazón a su esposa adúltera, porque primero obedeció y la obediencia lo llevó al amor. Hay cosas, que racionalmente y desde la lógica humana no tendrían sentido, pero Dios es sabio en su sabiduría y por sus misterios son insondables para los humanos. Obediencia y amor, dos pilares fundamentales en la vida para hallar paz personal.