El espectro político no es como lo pintan

Lo que conocemos comúnmente como espectro político está descrito en una línea, es decir, en una sola dimensión, con un extremo izquierdo, un extremo derecho y un centro. La palabra espectro tiene múltiples acepciones y aunque ninguna de ellas se refiere a lo político, se entiende bien qué es espectro político. Haciendo una analogía con su definición común (en la óptica), es la distribución de las intensidades del pensamiento de las personas en una sociedad hacia ideologías políticas, dispuestas en un mapa mental que las reúna a todas ellas. Y a su vez, la ideología consiste en el conjunto de ideas que caracteriza el pensamiento de una persona; sin embargo, el término ideología apunta más a doctrina, que al igual que ideología se sustenta en un conjunto de ideas pero con un matiz especial que consiste en que se ha implantado en la persona por un tercero que previamente la ha vuelto un paradigma, una norma o incluso un dogma.

En la década de los 70, David Nolan, conocido por ser fundador de los libertarios en USA, ensambló una representación del espectro político en dos dimensiones que, aunque no está libre de críticas, sí representa un avance importante para la comprensión de algo complejo que difícilmente puede reducirse a los simplismos que hoy manejamos. En una dimensión está la intensidad de la libertad económica y en el otro la intensidad de la libertad personal. En la combinación de estas dos variables se puede explicar conceptualmente las principales ideologías que manejamos cotidianamente. Veámoslo gráficamente que es más didáctico.

Este es el diagrama de Nolan, ubicando en él algunas de las corrientes más conocidas y que tiene la particularidad de explicar el modelo simplista de una línea si se gira 45 grados. Incluso existe un test cortísimo que puede hacer cualquier persona rápidamente para saber su tendencia política.

Tanta complejidad no permite fácilmente polarización. Es más fácil si sólo hay dos extremos. Polarizar permite manipular la emocionalidad de los militantes y eso lo saben los políticos. Esto explica por qué hemos caído en el simplismo que manejamos como espectro de una sola dimensión, que es ampliamente usado por los políticos para polarizar y así conseguir más fuerza en los sistemas democráticos para ser elegidos y obtener el poder. Sin embargo, aunque la definición de política nos debería conducir al ejercicio del poder para lograr el bien común, en la práctica observada tanto del capitalismo como del comunismo, como representantes antagónicos de ideologías, el poder es el fin y no el medio. Esta pequeña pero muy profunda observación conduce a que debamos incluir la intensidad en la concentración del poder como un tercer eje clave, lo cual reformula el espectro pasando de una superficie (dos ejes) a un espacio tridimensional.

El asunto de fondo es que los extremos tienden a concentrar poder para poder implantar su fin ideológico, o para concentrar más poder. El poder político del que hablamos puede ser ejercido directamente como en el totalitarismo, el comunismo y el socialismo, o a través de una clase política que lo ejerza a nombre del poder económico como en el capitalismo. Dado esto, la gráfica resultante mostraría la tendencia a mucha intensidad de concentración de poder hacia los extremos, en cualquier dirección y mucha menor hacia el centro. En un artículo reciente, Superioridad moral, explicaba la relación entre poder y corrupción que es tan conocida como la historia misma de la humanidad. Esa relación hace que cualquier tendencia hacia los extremos sea indeseable para una sociedad, dado que la corrupción daña a la mayoría de su población.

Sería inconcebible, por defecto, un totalitarismo o fascismo sin el imperio de la fuerza militar, por lo cual se debe concentrar absolutamente el poder. Pero no muy distante lo observado en los regímenes comunistas y socialistas que implican castrar la iniciativa individual y someter a la tiranía de una planificación centralizada a las personas, limitando sus libertades tanto personales como económicas, todo lo cual no se puede implantar sino por la fuerza y para lo cual es necesario concentrar el poder. Curiosamente en su antípoda conceptual, en la existencia de libertades totales económicas y personales, el anarquismo sería su resultante y de forma espontánea surgiría el poder por la fuerza en una élite dominante, que en épocas bárbaras provenía de la fuerza bruta, pero ahora proviene del poder económico, que si es necesario, se puede convertir en fuerza bruta (militar). Es decir, nuevamente mucha intensidad en la concentración de poder. En el extremo de la derecha, en donde se privilegia la libertad económica y muy bajas libertades personales, la intensidad en la concentración del poder es evidente en una élite dominante, disfrazada de democracia. No muy lejos la extrema izquierda que busca que el poder se concentre en el pueblo, pero limitando sus libertades personales, que igualmente pronto empieza a manifestarse como intensidad en la concentración del poder en una élite para ejercer ese poder a nombre del pueblo, limitando la libertad económica y de propiedad privada. Los extremos, cualquiera que ellos sean, necesitan o tienen como resultado el poder.

La intensidad en la concentración del poder es mala para la mayoría de la población (todo el que no esté en la élite dominante) por varios motivos: siempre tenderá a eliminar las libertades de los individuos, bien sean personales o económicas, o ambas, en forma explícita o soterradamente; y siempre tenderá a la corrupción. Cualquier corrupción en el ejercicio de un gobierno de una sociedad, de cualquier forma o tamaño, atenta contra el bien común, contra el bienestar general y contra el progreso real de la gente como seres humanos.

Entendiendo esta visión más completa del espectro político, a no ser que usted pertenezca a la élite dominante, lo más sensato debería entonces apuntar hacia donde menos se presente la intensidad de concentración de poder que es hacia el centro. La explicación está en el equilibrio. En los extremos se trata de desequilibrar todo a favor de la élite que ostenta el poder. En el centro se tratan de equilibrar todas las fuerzas para que no exista la posibilidad de concentración absoluta del poder, y por ende, conlleva menor corrupción. Y debido a la elevada corrupción en que estamos ahogándonos y a la enorme dificultad de combatirla, por pura y casi elemental lógica el resultado de este análisis traza la ruta para volver a ser viables como país.

* @refonzecaz – Ingeniero, Consultor en competitividad.

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