La reconciliación canadiense

La reconciliación consiste en establecer y mantener una relación de respeto mutuo entre los pueblos aborígenes y no aborígenes de este país. Para que eso suceda, tiene que haber conciencia del pasado, un reconocimiento del daño que se ha infligido, una expiación por las causas y una acción para cambiar el comportamiento. (Comisión de la reconciliación y la verdad de Canadá).

Según explica el antropólogo canadiense Ronald Niezenn, en Canadá, unos 150.000 niños indígenas pasaron por los “internados indios” canadienses entre 1880 y 1996; escuelas de asimilación para sacarles “el indio que tenían adentro” mientras sufrían maltratos y agresiones sexuales. Unos 6.000 niños murieron en estos internados, varios por malnutrición.

Al final del siglo XIX la sociedad canadiense veía que los indígenas tenían que integrarse en el proyecto de Estado que se estaba consolidando. De otra forma se les marginaría aún más. Por esto, el Estado, en colaboración con varias iglesias cristianas, inició el proyecto de los internados para niños de los pueblos Inuit, First Nations y Métis. La idea era integrarlos a través de la educación.

De ahí que el proceso se conozca como un “genocidio cultural”. Los internados fueron utilizados con el objetivo de eliminar la cultura aborigen. Durante muchos años esta agresión no se percibió como un agravio hacia los indígenas, puesto que no se daba ningún valor cultural a las tradiciones indígenas. Se pensaba que, paulatinamente, estos abandonarían su cultura para adaptarse a una sociedad dominada por inmigrantes europeos.

Durante los últimos años se han comenzado a descubrir cementerios de niños donde se encontraban esas escuelas. Por ejemplo, la First Nation de Cowessess anunció el pasado 24 de junio el hallazgo preliminar de 751 tumbas sin marcar en un cementerio cercano a la antigua escuela residencial para niños indígenas de Marieval, igualmente, la comunidad Tk’emlúps te Secwépemc, en sur de Columbia Británica, encontró los restos de 215 niños que fueron estudiantes en la escuela residencial Indígena de Kamloops.

Lo sorprendente de estos eventos es que es de la historia reciente. En 1996 se cerró la escuela Gordon’s Residential School en Punnichy, Saskatchewan, el último “internado indio” administrado por el gobierno federal. No son ni 30 años desde el cierre de estos establecimientos donde se formalizó el abuso y la violación de DD.HH.

De ahí la importancia de la reconciliación. Canadá necesita pasar por el proceso de conocer las heridas del pasado, destapar ese manto de ignorancia, con el cual sus habitantes han crecido, que ese país es un modelo mundial de democracia, tolerancia y multiculturalismo.

Si se destapan las heridas del pasado, se tratan, se hace público y se tiene un dialogo nacional sobre esto, se podrá construir alrededor de la cura a esas heridas. Para eso, la reconciliación debe tener conciencia del pasado, un reconocimiento del daño que se ha infligido, una expiación por las causas y una acción para cambiar el comportamiento, algo similar a lo que se busca con el proceso de paz en Colombia, con el reconocimiento a las víctimas y las garantías de no repetición.

Con esto, ese país podrá consolidar finalmente su proyecto de construcción de nación. Pues para quienes no lo sepan, Canadá no es una república, es una confederación. La cual no está muy cohesionada, tiene graves fallas de coordinación, y carece de un sentido nacional. Por ejemplo, en 2013, se creó un acuerdo (Acuerdo de Comercio del Nuevo Oeste, NWPTA, por sus siglas en ingles), entre tres de sus provincias (Columbia Británica, Alberta y Saskatchewan), el cual se compromete con el pleno reconocimiento mutuo o la reconciliación de sus reglas que afectan el comercio, la inversión o la movilidad laboral a fin de eliminar las barreras a la libre circulación de bienes, servicios, inversión y personas dentro y entre las tres provincias. Esto hace de Canadá el mercado interprovincial más grande (¡hasta 2013!).

No solo es el retraso en políticas de coordinación interna. Durante la pandemia, la repartición de culpas entre provincias del este, del oeste y el gobierno federal no ha sido menor, cuando se trata de numero de vacunas, ventiladores por distribuir y/o fondos por recibir.

Ante un país que no recuerda abusos de su historia reciente, un conservatismo soterrado que busca conservar las divisiones del pasado y una confederación que ante cualquier crisis parece resquebrajarse, se hace necesario este proceso, la reconciliación real (no solo un discurso como el del primer ministro Trudeau) toma aún más relevancia.

Es doloroso, abrirá muchas heridas, y se conocerán eventos y personas de los cuales la sociedad canadiense no tenía conocimiento. Pero es necesario, si el país quiere seguir adelante, y reconocerse con cualidades y defectos. Solo así, Canadá podrá consolidarse como nación, incluir a la totalidad de su población y fortalecer su arreglo institucional.

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