Despilfarro de nuestro dinero, el robo del Estado con los impuestos

El Estado no crea riqueza. No sabe hacer eso. La riqueza la crea el mercado. Las empresas y los emprendedores mediante su talento, innovación y el esfuerzo de todos sus empleados, desde el gerente hasta el practicante. Fuera de eso, cualquier discurso populista que quiera convencerte de lo contrario es sólo una burda oda a la bondad de un Estado sobreprotector. Puro cuento para que les entreguemos el poder, nuestro dinero y encima quedar agradecidos. La bondad del que gobierna para hacerse el imprescindible y, por supuesto, ensanchar el presupuesto público con un fin caritativo: ‘colocar’ a todos sus amigos y tener el poder en sus manos.

Y esto tiene un límite peligroso: el que marca el emprendedor cuando decide dejar de serlo porque ya no encuentra incentivos o pierde dinero. En ese punto, el Estado ya no tiene a quien exprimir y se cae el sistema. Ya lo hemos visto muchas veces. El Estado puede ser un mal necesario o una carga insoportable en función de lo ambicioso o usurpador de quien esté al mando del barco.

Riqueza frente a gasto

Los Estados, lejísimos de crear riqueza, son unos meros distribuidores de recursos recaudados de los que sí generan valor. Es decir, lo único que hacen es gastar (o malgastar). La parte chévere. Gastar con dinero ajeno, lo soñado cuando vamos de compras. ¿Ustedes creen que los dirigentes gastarían con su dinero de la misma manera de como lo hacen con el de todos? ¿Acaso no creen que si fuera de su bolsillo se lo pensarían tres veces antes de firmar alegremente un millonario contrato?

En el mejor de los casos, y si somos ingenuos, pensaremos que lo hacen de manera honesta y buscando el bien de la mayoría de la sociedad. Qué bonito sería ese mundo… en este que vivimos, el real, el planeta Tierra, es un pozo cada vez más hondo en el que usted y yo trabajamos para pagar una ballena que solo traga y traga recursos.

Los estados modernos se reinventaron tras la II Guerra Mundial. Se empezó a vender la idea del ‘Estado del bienestar’, suena hasta poético y todo. El famoso Estado del bienestar no es otra cosa que el político de turno se queda mediante impuestos (directos e indirectos) con más del 70% de lo que uno gana para, supuestamente, para después redistribuirlo como quiera en la sociedad y hacer la vida más cómoda y feliz de los ciudadanos. Eso, que es rigurosamente legal en todo el mundo, tiene un nombre: latrocinio. Es quitarle al trabajador el fruto de su esfuerzo y talento para repartirlo de una manera arbitraria e injusta. Los impuestos tienen un buen fondo en lo teórico, pero fallan estrepitosamente en la ejecución y la optimización de los recursos.

Hartos de impuestos

Siento que cada vez la ciudadanía está más cansada de tener que pagar por todo: por tener un empleo, por ir al cine, por comprar una bicicleta, usar una bolsa de plástico, por el ir al médico, por prender el aire acondicionado, por heredar, por fallecer…. por todo. Por todo, absolutamente todo, el Estado se queda con una gran porción de todo el dinero que se mueve en el mercado.

Pagamos de media tres veces más de impuestos que en la década de los 80’s (renta, IVA, impuestos especiales…). ¿Recibimos tres veces más y mejores servicios públicos que entonces? No, categóricamente, No. ¿donde se pierde nuestro dinero? Cada vez rinde menos y frustra a las personas, e impide que muchos jóvenes ‘vuelen’ porque tienen sueldos de miseria que no les permiten hacer nada fuera de la casa de sus padres. Es el precio que la sociedad paga por un Estado mastodóntico que solo crece, sin freno, y es insostenible.

Ahora el ciudadano tiene mucho menos control de su vida (nos prohíben casi todo) y por supuesto tiene mucha menos libertad al verse más apretado su bolsillo. Los esquilmadores de lo público no tienen límite. Su plan es hacer cada vez más grande el Estado para quitarnos más y más y controlar más y más todos los ámbitos de la vida pública.

Malversación y corrupción

No somos conscientes de la cantidad de impuestos que pagamos porque si lo racionalizáramos nos íbamos a vivir a la selva a comer frutas silvestres. Eso sí, trabajamos para que los políticos vivan a cuerpo de reyes porque ellos manejan las leyes y la caja registradora. Los Estados son cada día más grandes. Con más funcionarios, con mayores megaestructuras y cargos que no valen para nada, salvo para que los gobernantes se cobren los favores a familias, amigos y partidos políticos. Eso, y para comprar votos mediante prebendas.

Está demostrado que los países con menor carga fiscal son más ricos y prósperos. El ciudadano no se siente atrapado ni estafado y siente interés en participar en la construcción del bien común. Paga y no evade. Se crean más empresas, más empleo, más oportunidades y se disminuye la economía en B. Las políticas económicas de baja presión fiscal acaban recaudando más. Unos muchos pagando un poquito, suman más que unos pocos pagando un muchito. Así de sencillo. Y no te sientes atracado.

Señores Petro y Rodolfo Hernández, si les importa Colombia realmente, si llegan a la presidencia, dejen de quitárnoslo todo. Es la única manera de que el país salga adelante. De lo contrario, ya sabremos que lo único que buscan es ejercer el poder y robar. Robar ustedes y sus amigos, porque repito, el Estado no sabe crear riqueza, solo (mal)gastar.

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