Se confirmó que fue un error de Petro poner a Ricardo Roa en la Presidencia de Ecopetrol y que la Junta Directiva lo respaldara. Pues Roa llegó a repetir los despropósitos de la ministra de Minas, Irene Vélez, a quien Petro, en otra equivocación, no cambió en la crisis ministerial.
Y porque Roa, para engañar, refiriéndose a Ecopetrol, dijo: “No vamos a matar la gallina de los huevos de oro”, a la par que la amenaza de quiebra o de entregársela a una trasnacional.
Ricardo Roa, a quien le pagan cien millones de pesos al mes (!) que se supone son por defender a Ecopetrol y la economía petrolera nacional, anunció que no firmará nuevos contratos para buscar petróleo y gas, aunque él sabe que las reservas de Colombia solo alcanzan para un lapso muy corto, con alto riesgo para el país. Y para justificar esa burrada –cómo más calificarla–, señaló que exprimirá más los pozos en explotación –recobro mejorado, se llama esa técnica–, cuando no hay que ser un genio para entender que debe hacerse ese recobro y, al mismo tiempo, buscar más petróleo.
Esta necedad infantil, con el pretexto de que se produce mucho CO2 en el mundo –cosa que es cierta–, pero es falso que Colombia sea la causa, porque solo emite el 0,2 por ciento del CO2 mundial por combustión de combustibles fósiles. Luego, si con ella destruyen la economía nacional, nada cambiará en el calentamiento global ni favorecerá en serio la transición energética. Tan loca es esta demagogia ambientalista, que la no firma de nuevos contratos no es política en ningún otro país petrolero.
Porque se sabe que para el 2050 el consumo mundial de hidrocarburos estará entre 40 y 60 millones de barriles al día, incluidos los que consumirá Colombia, pues es falso que para esa fecha no habrá consumo nacional. La conclusión es obvia: si el país no produce sus combustibles, le tocará importarlos.
Siguiendo a Petro y a Vélez en sus insensateces, Ricardo Roa no ve al Ecopetrol del futuro como una empresa petrolera sino de hidrógeno y energías solar y eólica, negocios muy costosos, de alto riesgo y que no conoce, en los que tendría que competir con muy poderosas trasnacionales con grandes capacidades técnicas y financieras. Y a Ecopetrol no le sobra músculo económico porque la ordeñan en exceso y la maltratan con cosas como comprar a ISA y aumentándole los impuestos. Para completar, estos desatinos los anuncian sin primero demostrarnos a los colombianos, con estudios serios, que ese sí debe ser el camino de Ecopetrol. Entre sus disparates, Ricardo Roa también fue capaz de decir que Colombia debe pasarse a vehículos eléctricos. Y una vez el periodista le advirtió que son bastante más caros que los de gasolina, Roa fue capaz de decir que se puede empezar reemplazando las motocicletas, también más caras y con propietarios de menos recursos que los de los carros. Al igual que a Irene Vélez, a Roa tampoco le pareció problema importar el gas, más costoso que el nacional, de Venezuela o de otros países.
Para completar los desatinos, Petro se niega a ampliar la refinería de Barrancabermeja, condenando a Colombia a seguir con el pésimo intercambio extractivista de exportar petróleo e importar el 30 por ciento de la gasolina y el ACPM y otros derivados, a un costo de 7.380 millones de dólares al año (2020). Y el nuevo ministro de Hacienda repitió el desvarío y dijo que seguirán congelados los nuevos contratos para buscar hidrocarburos.