Tradwife: mujeres en la sombra, la opinión de Almudena González Barreda

Existe una verdad verdadera; al sistema no le compensa la mujer que cuida, protege, procrea, educa a su prole y apoya a su marido, renunciando a su propia carrera.

Me refiero a las amas de casa, hoy bautizadas en redes sociales como Tradwife  (acrónimo anglosajón de esposa tradicional) . Ese grupo de mujeres que hoy en día en occidente es uno de los mejores formados de la historia, gracias al acceso a la educación básica y superior e incluso universitaria a la que tienen acceso, en un gesto de suma generosidad, deciden libremente renunciar a sus carreras para quedarse al cuidado de los hijos, el marido y los mayores de su familia, porque eso es lo que quieren para ellas y los suyos. Ponen en valor un papel que la sociedad desprestigia, y ningunea, y además son conscientes de que si llegan a tener pensión probablemente no les dé ni para pipas.

Señores progresistas que minusvaloran el trabajo de cientos de madres amas de casa que deciden libremente quedarse al cuidado de los suyos; remunerar al ama de casa como nueva causa no, ¿no? No vaya a ser que las mujeres decidan quedarse en casa cuidando de sus padres, criando a sus hijos, descubran que les haga feliz recibir a sus maridos y entonces ya no sean tan malvados, y las prioridades se recoloquen y se les acabe el discurso. Además, si se apoyara esta causa también aumentaría el poder de negociación y a lo mejor las mujeres tendrían más libertad de elección y no aceptarían cualquier trabajo, en cualquier condición, estarían en mejor posición para negociar. Y tal vez, los sueldos empezarían a elevarse.

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Soy consciente de que no hay economía mundial que pudiera pagar las labores de las amas de casa. También de que si hubiera voluntad económica, saldrían a la palestra todas las feministas a decir que es un retroceso social, como ya han salido en Holanda llamando a las mujeres que se quedan cuidando de sus hijos o trabajando de forma parcial “princesas de la media jornada” e instándolas a que vuelvan a sus jornadas completas por falta de mano de obra y profesional. Esa misma progresía que cada vez que alguna tradwife postea en sus blogs o en sus redes que son felices cocinando para sus maridos o quitando los mocos de sus hijos.

Y sí, les confieso que una mujer con estudios universitarios, máster y carrera puede ser feliz planchando camisas para su esposo, hacerlo sin resentimiento, aunque sienta cansancio, y sabiendo que sólo su familia se lo va a reconocer y el valor de ese planchado es infinito. Porque infinita ha sido la generosidad de la decisión que tomó para quedarse en la sombra y eso le hace sentirse realizada. Servidora. Mi madre. Y cientos de amigas que he conocido a lo largo de este mundo.

Y no seré yo la que niegue el valor de la mujer en el mundo empresarial, ¡Dios me libre! Tengo infinidad de amigas liderando proyectos propios y ajenos llenos de éxito, y además las cifras lo avalan; en aquellas empresas en las que las mujeres lideran la facturación aumenta un 30%. Pero señores del stablisment y feministas de pro, dejen libertad de elección a la mujer y apoyen la igualdad y pongan en valor el trabajo no remunerado del ama de casa, que lo tiene. Lean.

Como el aire limpio

Limpiar, cocinar, ordenar, planchar, educar niños, ejercer de chófer, planificar la economía doméstica, reciclar los residuos, gestionar recursos familiares, tomar decisiones de compra y de consumo, dar consejo y escuchar lamentos… Todas estas actividades son necesarias para que al día siguiente tanto niños como adultos se puedan ir al colegio o a la oficina frescos y en forma. Así que la empresa, el colegio y la sociedad en general se benefician indirectamente de todas las horas que el ama de casa dedica a cuidar y a gestionar. El ama de casa es un poco como el aire limpio, se necesita, se disfruta y no se tiene que pagar por ello. ¿No creen?

Según la ONU, en datos de 2021, el trabajo de ama de casa tiene un valor equivalente al 20- 25 por ciento del PIB en países como España, Colombia, México, Estados Unidos, Perú. En Alemania correspondería a un tercio del PIB, más que el sector de las tecnologías de la información, las IT.

Pues con todo y con eso, este tipo de mujer sigue siendo una sombra para el Estado, ¿acaso los ministerios de Mujer, Igualdad, Género o cómo quieran llamarlos se han parado a pensar en algún momento que tal vez si el ama de casa estuviera presente en las políticas de igualdad, por ejemplo, pudiera una familia cuya madre es ama de casa desgravar, como empleada por ese trabajo, o recibir una compensación por los cuidados, tal vez muchas de ellas no serían presas de sus situaciones sentimentales pudiendo abandonar a sus maridos y seguir cuidando de sus hijos y mayores? No sé, es una idea.

Tal vez, si las amas de casa, las mujeres en edad de procrear y las familias se pusieran de nuevo en valor y decidiéramos protegerlos, como se protege el planeta (nuestra casa) pues son parte fundamental del bienestar social y sostén del futuro económico del país, podrían contemplarse algunas de las medidas fiscales, como las planteadas por el gobierno de Georgia Meloni para fomentar la natalidad en Italia (1,27 hijos), una de las más bajas de Europa, aunque superior a la de España (1,24 hijos).  O las que hoy disfrutamos en Alemania, pues fiscalmente los que tienen hijos y cónyuge a cargo tienen menos carga fiscal que los que son solteros, o no tienen hijos, o no tienen a nadie a cargo. Y si bien es raro tener servicio doméstico, no es raro encontrar mujeres que se ocupan en un alto porcentaje de su tiempo al cuidado de sus hijos, padres y marido. Aunque haya habido voces en contra y las siga habiendo.

Retomar la lucha de Selma James

Si lo piensan, todo nuestro sistema económico depende de este trabajo no remunerado: si no nacieran y crecieran más niños, pronto habría escasez de trabajadores, y se envejecerían aún más las sociedades modernas, esas que funcionan porque siempre hay alguien limpiando, cocinando, criando y cuidando. La idea de pagar por las tareas domésticas y la crianza de los hijos parece inconcebible, sin embargo, sería igualmente inimaginable que nadie realizara estas tareas. Así que dependemos fundamentalmente de esas personas y éstas siguen siendo predominantemente mujeres, en su mayoría las madres y abuelas. Esta idea, no es mía, aunque reconozco que fantaseo con frecuencia con un salario por dedicarme a los míos.

La idea se basa en una campaña feminista internacional de los años setenta: “Salarios para el trabajo doméstico” liderada por la activista neoyorkine Selma James en los años70 y que aún hoy a sus 93 años sigue activa en esta y otras causas. “La idea central es que una compensación económica por la contribución esencial de los cuidadores a la sociedad (cuidar a los niños, atender a amigos y familiares enfermos y todo el trabajo que supone mantener un hogar) sacaría de la pobreza a millones de mujeres (y a cualquiera que realice trabajos de cuidados no remunerados). Esto, a su vez, reduciría la violencia doméstica y otras formas de abuso basadas en dinámicas de poder”, recordó Selma en una de sus últimas entrevistas el año pasado.

Si bien es cierto que en algunos países el trabajo doméstico de empleada de hogar sí que tiene beneficios económicos y sociales, en casi ninguno está reconocido social, política y económicamente el papel del ama de casa, ese que en los ochenta rellenábamos con “sus labores”. Así que igual me pongo en contacto con Selma y me uno a esta causa, porque en estos momentos yo soy una feliz ama de casa con una pila inmensa de sábanas y camisas por planchar que haré con mucho amor y me pagarán con otro tanto.

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