Por: León Sandoval
Con la proliferación de las nuevas tecnologías de comunicación impulsadas por el internet y la inteligencia artificial se dio acceso masivo de los ciudadanos a las redes sociales digitales, se creyó que el anhelo generalizado de democracia por fin se materializaría. La información dejaría de ser exclusividad de unos cuantos. Si la información es poder, el poder se redistribuiría entre los miembros de una ciudadanía mejor informada y más consciente, que tomaría mejores decisiones en materia política, por ende, la democracia se consolidaría como un bien global; más y mejor democracia que repercutiría directamente en mejores gobiernos, mejores sistemas de justicia en sociedades más prósperas y felices.
Lo anterior no se cumplió pese a haber mayor acceso a la información. Cualquiera persona con un dispositivo electrónico puede ser un comunicador social en potencia. La tecnología cambió el volumen de la información, los datos se tomaron el mundo, pero no han logrado comprender la naturaleza humana. No se puede afirmar con propiedad que hubo más empatía en el siglo pasado antes de la mediación de las actuales tecnologías de la información, no obstante, sí se puede aseverar que las nuevas tecnologías contribuyen con la formación de una masa que no ha logrado sobreponerse a la condición humana, si es que se puede de por sí, sobreponer el ser humano a la condición humana.
El Universo es una sumatoria de contrastes, de aparentes contradicciones que hacen que la vida fluya y que el misterio de la muerte esté aún por resolver. Sin Dios no hay demonio, sin muerte no hay vida, sin sufrimiento no hay alegría, sin salud no hay enfermedad, se requiere de la maldad para que haya bondad, la justicia se recrea en la injusticia. La unión de los opuestos caracteriza la existencia, por ello no vale la pena quedar sólo con lo desfavorable de las plataformas digitales, como escenarios de odio, donde a los odiadores se les denomina “haters” y cualquier motivo puede ser materia de malas vibraciones. Una competencia deportiva hasta el más sesudo debate sobre ciencias o política terminan siendo pretexto para que el odio se esparza como aglutinador social. Los ciudadanos más informados de la Historia gracias a la mediación tecnológica, paradójicamente, terminaron siendo los peor informados e incapaces de construir relaciones humanas saludables. Ese es el resultado del ejercicio: Mayor información, a su vez, menor calidad en la comunicación.
Es el momento para hacer un llamado a lo positivo, para ver el mundo desde el aprecio, desde el valor propio que se refleja en el valor del otro, del semejante y del diferente. Es el momento para que ese odio que exultan los ciudadanos en las mal denominadas redes sociales, que no son otra cosa diferente a plataformas digitales, se torne en bien decir. Es el momento de ver lo bueno, lo valioso, lo válido, lo provechoso, lo vulnerable como dones. Un llamado a una actitud positiva frente a la vida y reconocer lo bueno de la condición humana, aún en lo adverso, en lo incómodo, en lo molesto. Un llamado para buscar lo bueno que hay en la desesperanza, en el dolor y aún en la crueldad. Un llamado a entender que por muy difícil que sean los tiempos, el tiempo no es más que una sucesión de presentes que serán momentos.
El Universo es bueno, la ciudadanía es buena, los gobiernos y los estados son buenos, en el hombre habita la bondad. La vida es mucho mejor vista desde lo positivo, no desde la escasez sino desde la abundancia. No se trata de pensamiento positivo, sino de quejarse menos de la suerte o de la existencia y apreciar más, siempre habrá más por apreciar y valorar que lamentar. La Vida bien merece ser vivida, un Llamado a lo Positivo.