Fue una desnudada brutal. Las elecciones del pasado domingo 13 de marzo de nuevo han puesto al descubierto, hasta en sus partes mas íntimas, las fragilidades, falencias y truculencias de nuestro sistema electoral. Al punto que ocho días después no sabemos con total certeza la composición final del Senado de la República y abundan denuncias sobre irregularidades de todo tipo, que conducen con razón a pedir parcial o totalmente el reconteo de los votos. Solicitudes que deben ser atendidas con prontitud para no darle espacio alguno a la delirante petición de repetir las elecciones.
No es un fenómeno nuevo. La violencia política reiterada en nuestra historia hunde sus raíces en las vulnerabilidades y manipulaciones del sistema electoral. “El que escruta elige” o “las vías legales están agotadas” sentenció Camilo Torres Restrepo para justificar su ingreso a las filas del Ejército de Liberación Nacional a mediados de los sesentas del siglo pasado. El fraude electoral del 19 de abril de 1970 que benefició directamente al Conservador Misael Pastrana Borrero, fue la justificación del surgimiento del M19. Por eso resulta inaceptable que después de la reincorporación negociada de casi todas las guerrillas y de la expedición de la Constitución de 1991, estemos en una suerte de “eterno retorno” Nietzscheano de nuestra maltrecha democracia.
Esta vez las responsabilidades y críticas se concentran en la Registraduría del Estado Civil y en el Consejo Nacional Electoral, entidades que constituyen el corazón del sistema electoral colombiano. Y los errores o manipulaciones comenzaron en la selección y capacitación de los jurados, la asignación de los testigos, la contratación del software, la ausencia de auditoría rigurosa del andamiaje técnico y electrónico, y todo el operativo logístico de los comicios. “Errores” que luego se expresaron con mayor gravedad en el preconteo de los datos el mismo domingo, los millones de errores en las actas de las mesas o E14, los votos que no aparecen o sus registros alterados y la enorme inexactitud en los resultados anunciados. Y luego, el propio Registrador Alex Vega, como si se sintiera “pillado” ha salido destemplada y descaradamente a reconocer tamañas inexactitudes como si fueran prueba de una gestión acertada y de la fortaleza del sistema. La situación ha llegado a tal nivel de gravedad que mientras desde la oposición se pide corrección urgente y veracidad en los resultados para proteger la estabilidad institucional, desde la derecha de manera oportunista se incita a un desconocimiento de los elecciones. Uribe y sus súbditos se apresuran anticipadamente a desconocer una muy probable derrota en las presidenciales de mayo y junio.
Y eso que no estamos hablando de otros asuntos estructurales y crónicos pendientes por resolver históricamente : la financiación ilegal y criminal de las campañas, la compra de votos, el clientelismo, la designación politiquera de los registradores departamentales y municipales, la composición política y mayoritariamente favorable a la coalición de gobierno del Consejo Nacional Electoral, entre otros. Aunque mención especial si merece la responsabilidad del Presidente Duque y su gobierno : bajo su mandato ocurre semejante desbarajuste institucional, presionó para que los maestros no hicieran las veces de jurados, aplaudió de inmediato el propio domingo la actuación del Registrador Vega, modificó con su coalición en el Congreso la ley de garantías para reelegir al uribismo junto con ellos, y no ahorra esfuerzos por hacer campaña en favor de Fico Gutiérrez y en descalificar a sus adversarios.
La gravedad de la situación no sólo es por lo ocurrido hasta ahora , sino porque en estas condiciones no hay la confianza necesaria para concurrir a las urnas a elegir el próximo Presidente de la República. Y ello puede ser el detonante de nuevas violencias. Se equivocan las fuerzas políticas si no hacen gala de un sentido de Estado y Nación y se dejan atrapar en sus particulares cálculos electorales. Para las citas de Mayo y Junio se requiere por lo menos un Registrador Adhoc, unos nuevos jurados de votación y una revisión rigurosa del software electoral. Y que las misiones de verificación internacional no vengan al país a hacer turismo electoral. Solo así superamos la desnudez de nuestras vergüenzas políticas y nos vestimos de democracia de verdad.