Bogotá se encuentra a una semana de que inicie una nueva alcaldía, con nuevos retos y una visión diferente a la que se ha venido ejecutando durante las últimas tres administraciones, en donde la actual, es decir la que corresponde a Gustavo Petro sale con malas calificaciones en gestión.
Según la evaluación hecha por la Veeduría Distrital, “el balance de ejecución de metas de la administración de Gustavo Petro, registra un cumplimiento del 72%, es decir, 274 de las 478 metas que incluye el Plan de Desarrollo Bogotá Humana. De 478 metas 133 (28%) están en rojo (inferior al 50% de ejecución), 71 (15%) están en amarillo (entre el 51 y el 70% de ejecución) y 274 (57%) están en verde (entre el 71 y el 100%.)”
Lo anterior sucedió porque Gustavo Petro en lugar de conformar un gabinete con el personal idóneo para gobernar, se rodeó de un grupo de ideólogos, consolidando un equipo de funcionarios para debatir, pero no para administrar, desconociendo además que Bogotá es una ciudad que necesitaba soluciones a problemas que no daban espera como el Transmilenio y la inseguridad por ejemplo.
Es una lástima que en lugar de gobernar y demostrar que se era capaz, Petro se dedicó a casar peleas con todo el que se atrevía a contradecirlo, incluso con algunos de sus funcionarios, quienes terminaron por renunciar ante la imposibilidad de trabajar con alguien que no escuchaba recomendaciones, ni sugerencias y pretendía que se hiciera únicamente su santa voluntad.
Tanta sería la incapacidad de Gustavo Petro para trabajar un equipo, que ni siquiera pudo consolidar un movimiento político que promoviera una serie de ideas y postulados y terminó pegándose en las elecciones locales al Polo Democrático Alternativo, para que su candidata a la Alcaldía de Bogotá no terminara quemándose en el último lugar de los resultados electorales.
Así mismo sucedió al interior de la administración, donde cada proyecto o plan de acción, era necesario discutirlo, filosofarlo y debatirlo una y otra vez, lo que terminaba por retrasar los tiempos de ejecución.
Lo que uno no se explica es como si fue poca la gestión que se pudo concretar (72% según la Veeduría Distrital), la nómina paralela y la contratación directa creció en niveles nunca antes visto. Es un hecho que Petro nunca ha querido explicar, no sé si es porque no hay algo que lo justifique.
Afortunadamente para Bogotá, su alcaldía ya termina y con esto también se acabarán las improvisaciones y las polémicas que en lugar de unir, provocaban mayor polarización, en donde la única que perdía era la ciudad. Esto no significa que a partir del 1 de enero de 2016, la capital se convertirá en un paraíso terrenal, pero cuando menos tendremos un equipo en la administración y un alcalde dedicado a gobernar para toda la ciudad, con el suficiente rigor y capacidad técnica.
Solitario como es su costumbre, Petro quiere iniciar la carrera por la Presidencia de la República, con la idea de ser el Hugo Chávez colombiano, que busque hacerle la guerra a la empresa privada y convertir al país en un Estado partenalista, que a base de subsidios y populismo, promueva la compra de conciencias.
Por suerte la mayoría de colombianos no tragamos entero doctor Petro. Somos conscientes de que el discurso veintejuliero no son más que palabras, palabras, palabras y gracias a su terrible gestión como Alcalde Mayor de la Capital, los bogotanos hoy sabemos cuáles son sus consecuencias.